
Muchos recordamos, con mayor o menor detalle, la ya legendaria película "Qué Bello es Vivir", film que suelen reponernos, periódicamente y en cada navidad, nuestras queridas cadenas de TV.
Es una película de las que llamamos "de las antes". En blanco y negro, dirigida por Frank Capra y con James Stewart como protagonista, relata la historia de un hombre desesperado por un problema de negocios y que duda en suicidarse a fin de pagar la deuda que le ahoga con la suma a obtener de un seguro de vida.
No obstante, acudiendo al dicho según
el cual "Dios aprieta pero no ahoga", y ya que es el día de navidad, Dios acude
en su ayuda envinándole su ángel de la guarda para salvarle. El medio para
conseguirlo es el mostrarle lo valiosa que ha sido su vida y lo mucho que ha
repercutido para el bien de los que le rodean, de modo que le concede el
privilegio de ver lo que hubiese sucedido si él no hubiese existido. Tras todo
esto, el protagonista, George, recupera la alegría de vivir.
Pues bien, como resulta evidente (a pesar de los que muchos crean), que la
realidad supera con creces a la ficción, estamos ante una historia que tiene su aplicación práctica en la vida real y,
más concretamente, en el ámbito de las Tecnologías de la Información y la
Comunicación.
Nuestro protagonista, nuestro George, es doble en este caso, la familia González-Bello, que sobreponiéndose a las difíciles circunstancias en las que nos ponen a veces las empresas de telecomunicaciones, ha logrado materializar lo que muchos de nosotros ha estado esperando y que abre una puerta hasta la fecha inexplorada, aunque legalmente prevista: los daños morales.
Como todos sabemos, ante cualquier tipo de reclamación, solemos centrarnos en la de naturaleza dineraria, ya que ostenta una tangibilidad científica fuera de toda duda, siempre que se encuentre debidamente apoyada por sólidos medios de prueba (documental o pericial, principalmente)
No obstante, siempre tenemos más reparos a la hora de optar o agregar a la anterior, la reclamación de los daños morales. Y esto es precisamente lo que se ha conseguido en este caso.
En efecto, este matrimonio ha logrado la condena a una empresa de telecomunicaciones que secuestró su línea ADSL, impidiendo a la madre el acceder a las bases de datos de la universidad, elemento fundamental para la elaboración de la tesis en la que se encontraba en esos momentos. De modo similar, su marido, periodista de profesión, se vio claramente alterado en su desarrollo profesional por el corte de la línea ADSL.
El fallo de la sentencia estima que el calvario y las incomodidades personales y profesionales que vivió el matrimonio desde que le secuestraron la conexión a internet han de ser resarcidas en concepto tanto de daños materiales (por las llamadas y desplazamientos sufridos, entre otras circunstancias), como de daños morales.
Por tanto, como podemos observar, estamos ante la presencia de una historia que encaja perfectamente en la moraleja de la película "Qué bello es vivir", ya que las buenas obras (legales) de esta historia nos serán de gran utilidad, al tener una gran trascendencia y repercusión en el cielo… y tienen también en la tierra.
Se trata, en resumen de una historia optimista, divertida, muy humana, alegre, y desde luego esperanzadora. Y es que después de conocerla lo primero que se piensa es… ¡qué bello es vivir!