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¿El Marco Polo Chino?

analista del Gertrude Ryan Law Observatory

Aparicio Caicedo
colaborador del libro “China, el dragón rampante” (Thomson-Aranzadi 2007) y analista del Gertrude Ryan Law Observatory

El mundo entero mira con asombro el inconmesurable crecimiento de China. El coloso comunista recoge los frutos de una agresiva busqueda de nuevos mercados para sus competitivos productos. Una de las principales metas de la política exterior china es fortalecer día a día sus vínculos comerciales con otras naciones.

El gobierno chino ha iniciado, desde hace varios años, una Larga Marcha hacia la integración comercial internacional. Dentro de este itinerario, el primer destino alcanzado fue la incorporación en la Organización Mundial de Comercio. Este hecho constituyó la entrada oficial del antiguo imperio asiático en el mercado global. Sin embargo, el país de Confucio, al igual que otras potencias comerciales, no ha agotado sus esfuerzos diplomáticos en la mesa multilateral de negociaciones de la OMC. Por el contrario, conciente de las ventajas que su peso económico le otorga en el dialogo directo con otros países, la diplomacia china ha iniciado una intensa campaña de negociación de alianzas estratégicas y suscripción de acuerdos bilaterales de libre comercio.

Al día de hoy, China ha llegado a convertirse en el tercer socio comercial más importante de Estados Unidos. Por su parte, el coloso de Norteamérica es el segundo en importancia para la República Popular China y el primer destino de sus exportaciones. Lo cierto es que la diplomacia pekinesa ha sabido manejar con soltura las relaciones las relaciones con el Tío Sam, a pesar de la crispación de ciertos sectores económicos y políticos americanos que miran con preocupación el creciente déficit comercial que mantiene Estados Unidos con la República Popular.

Por otro lado, la Unión Europea no es la excepción a esta tendencia, la potencia oriental se encuentra dentro de sus tres principales socios intercambio, y viceversa. En terreno asiático, el gobierno comunista ha centrado sus esfuerzos en establecer lazos económicos estables con sus vecinos más próximos. Junto con Corea del Sur y Japón, China mantiene una activa política de colaboración con la Asociación de Naciones de Sureste Asiático (ASEAN), cuyos miembros representan un aproximado de 500 millones de personas -más población que la UE o que el NAFTA- y un producto interno bruto cercano a los 737.000 millones de dólares.  El Acuerdo Marco para la implementación -prevista para el 2010- del Área de Libre Comercio ASEAN-China (CAFTA) es sin duda otro paso significativo en la apertura comercial del dragón, más aún, una jugada estratégica beneficiosa para todas las partes involucradas: por un lado, el Gobierno de Beijing intenta reducir el déficit de su balanza de intercambio con el sudeste asiático y, por el otro, los miembros del ASEAN buscan aminorar su dependencia comercial de Estados Unidos, Europa y Japón. Se espera que la CAFTA sea, para el 2020, la tercera región comercial más importante del mundo. Lo seguro es que, de concretarse, esta agrupación será la primera en términos poblacionales con una cifra cercana a los 1.800 millones de personas.

Con respecto a Japón, su rivalidad histórica con China ha constituido el principal impedimento para llegar a la firma de un acuerdo comercial. No obstante, en la práctica, el flujo de comercio entre la potencia nipona y China ha experimentado un incremento sorprendente durante los últimos años. A partir de 2004, Estados Unidos fue desplazado por la República Popular como principal socio comercial de Japón. 

Por otro lado, el Consejo Chino para la Promoción del Comercio Internacional ha hecho hincapié en la importancia de alcanzar un acuerdo comercial con India. Si bien es verdad que ambos vecinos se observan con recelo, sus dirigentes saben que "el verdadero siglo de Asia llegará cuando China e India vayan de la mano" (en palabras del actual  Premier chino). La Declaración Conjunta de la República de India y la República Popular China, suscrita a raíz de la visita del Premier del Consejo de Estado chino, Wen Jiabao, a territorio indio, en abril de 2005, señala expresamente la voluntad de reforzar los lazos comerciales entre ambas naciones.

En Oceanía, el mandarinato chino mantiene fluidas negociaciones con los gobiernos de Australia y Nueva Zelanda, con la posibilidad de sendos acuerdos en un futuro próximo. Durante la última semana de marzo, la dirigencia política de Pekín y Canberra cerró -el 27 de marzo- un importante acuerdo que abre paso al comercio de uranio entre ambas naciones.

La campaña latinoamericana se ha inaugurado con el acuerdo comercial suscrito entre los gobiernos de China y Chile en noviembre de 2005. Al mismo tiempo, se impulsan alianzas comerciales con Venezuela y Ecuador. La agenda iberoamericana de los representantes de Pekín ha incluido también conversaciones con altos funcionarios de México, la Comunidad Andina de Naciones y el MERCOSUR.

La búsqueda de lazos comerciales directos también ha llevado a los funcionarios de la República Popular hasta África, continente donde mantiene relaciones diplomáticas con 47 países. Aprovechando antiguas relaciones políticas heredadas de la época maoísta, China ha iniciado acercamientos directos con países como Angola, cuyo potencial petrolífero es un atractivo irresistible para la insaciable sed de energía del gigante asiático. El volumen de comercio bilateral entre estos dos países subió, del 2003 al 2004, en un 113 por ciento, erigiendo a Angola como segundo socio comercial de China en el continente negro.

Durante el siglo XIII, fue la búsqueda de nuevas rutas y socios comerciales lo que impulsó al mercader veneciano, Marco Polo, hasta el corazón del Reino Medio, develando por primera vez la grandeza del dragón ante los ojos incrédulos de Europa. Es curioso que, muchos siglos después, sea precisamente el comercio lo que lleve a los mercaderes chinos, esta vez desde el extremo contrario, a saltar la Gran Muralla y redescubrir la Ruta de la Seda. Parecería que el espíritu del legendario aventurero italiano se reencarnó, casi ochocientos años después, en alguno de los tecnócratas del Partido Comunista.

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