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27/04/2024. 05:21:18

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Abogado joven: ponte las pilas

Abogado. Experto en habilidades profesionales
@oscarleon_abog
Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla

Durante estos últimos años hemos examinado en este blog las principales habilidades que debe disponer el abogado del siglo XXI para ejercer su práctica con éxito y solvencia. Estas habilidades deben ser adquiridas tanto por los jóvenes abogados que emprenden la profesión como aquellos más veteranos, pues el cambio de modelo de abogacía que se viene produciendo en los últimos años impone un cambio en el estilo de ejercer.

Un joven abogado en su despacho

Paralelamente a ello, es de suponer que los nuevos abogados se encontrarán mucho más formados y preparados que los abogados que seguimos el plan de estudios anterior, lo que, unido al acceso de nuevas habilidades, será motivo de incremento del factor competencia entre los profesionales de la abogacía (de por sí bastante elevada).

Por esta razón, es fundamental que los abogados, y muy especialmente los jóvenes, se preocupen por obtener un plus de conocimientos teóricos y prácticos sobre los que ya disponen y sobre los que se supone que deben adquirir. Con ello me refiero a que, con independencia de todos los campos de mejora que proclamamos desde este foro, el abogado debe buscar su mejora y formación continua en otras habilidades que están ahí y que, de adoptarse, supondrán la generación de un valor o diferencia sobre el resto de los compañeros de profesión.

En este post, partiendo de la base de la importancia de la implementación de numerosas habilidades que ya hemos tratado (véase Las habilidades del abogado del siglo XXI (bueno, algunas))  nos vamos a detener en examinar algunas otras habilidades (solo unas pocas, puesto que creo que el alcance de las mismas es mucho mayor), con el fin de hacer reflexionar a los jóvenes abogados de la necesidad de implementar todas o algunas de estas habilidades como un plus adicional para su crecimiento personal y profesional.

Conocimiento renacentista: Para empezar, el joven abogado tiene que disponer de un conocimiento renacentista, es decir, una cultura vasta y profunda en numerosas materias, ya que los abogados tratamos con asuntos que no se limitan al conocimiento de la ciencia jurídica, sino que ésta debe aplicarse a situaciones de la vida real que afectan a todos los órdenes de la existencia humana. Por ello, en la medida en la que el abogado disponga de los más extensos conocimientos de la ciencia humana, mejor abogado será.

Para alcanzar dichos conocimientos el abogado deberá frecuentar la escritura y la lectura en todos los ámbitos y disciplinas posibles. No bastará con la lectura de los manuales y bases de datos jurídicos. El abogado deberá ser un hombre o mujer renacentista en su más amplio sentido.

Idiomas: A pesar de la bien merecida popularidad del chino, sigo pensando que,  en materia de idiomas, es fundamental para el abogado del siglo XXI el dominio del idioma inglés, al menos para permitirnos comunicarnos con compañeros y clientes extranjeros (de cualquier país), pues ciertamente el inglés está considerado como la lengua de los negocios (aquí y en Pekín). Naturalmente, soy consciente de la gran carencia que en esta materia soporta la sociedad española, pero no queda otra que trabajar el idioma, hacerlo crecer, perfeccionarlo y alcanzar el objetivo, soñado por muchos, de poder mantener una conversación de trabajo en inglés y de ahí a ampliar horizontes en ámbitos internacionales.

Relaciones sociales: Para trabajar,  el abogado necesita clientes y, actualmente, éstos no caen del cielo (como lo hacían en otras épocas). Por lo tanto, el joven abogado debe ser consciente de que, con independencia de las habilidades comerciales y de marketing que tiene que poseer, deberá fortalecer su capacidad de mantener relaciones sociales en todos los niveles, asistiendo a actos sociales, seminarios, incorporándose a asociaciones, fundaciones, etc… Cualquier lugar en el que exista un foco de interés social deberá ser destino del abogado. De esta forma las opciones de captación de clientes aumentarán exponencialmente a nuestra visibilidad. Ver para ser visto, así de sencillo.

Psicología: La profesión de abogado requiere de conocimientos psicológicos, entendiendo por éstos, desde un concepto amplio,  todos aquellos que pueden guardar una relación con el comportamiento humano de las personas con las que interactuamos ya citadas. Efectivamente, el componente humano, aunque a veces se olvide, es un elemento esencial de nuestra actividad que tiene una repercusión constante, consciente o inconsciente, en el devenir de todos y cada uno de nuestros trabajos. Conocer estas habilidades psicológicas es de inestimable ayuda para la interacción diaria con esas otras personas. Los conocimientos psicológicos en nuestra actividad tienen innumerables aplicaciones, tanto para regular nuestra actuación como para la interacción con terceros. Respecto al empleo para el propio abogado podemos destacar la capacidad del pensamiento positivo, la resistencia a la frustración, el emplear las técnicas de la visualización y el empleo de todas las técnicas que nos permitan estar con nosotros mismos, aprender a conocernos y obtener la tan ansiada relajación mental y corporal.  Respecto a los demás, toda técnica que nos ayude a conocer la forma de ser de las personas será bienvenida, destacándose igualmente la empatía, el saber escuchar de forma activa, la atención, etc…

De lo expuesto en este párrafo da fe el magnífico blog de esta revista Blog Psicología para abogados de nuestro compañero Santiago Sinópoli.

Lectura de la prensa diaria: Aquí, tomo prestado este consejo (y a la vez habilidad) que recoge Miquel Roca en su libro "¡Si, abogado Lo que no aprendí en la facultad"

Leer el   periódico todos los días -y no sólo la prensa deportiva– es conocer el mundo en el que nuestros conocimientos jurídicos van a ser aplicados. Es definir el marco de interpretación de la norma. La sociedad evoluciona y con ella el derecho en el que descansa el orden social. No conocer, ni seguir, ni vivir lo que ocurre en nuestro entorno nos aleja del alma del derecho, del espíritu de la norma. Sólo "estando" en el mundo podremos interpretar el derecho en los términos que se corresponden a cada momento histórico….En muchas ocasiones, el "porqué" de la norma se encuentra en los periódicos, no en su exposición de motivos. La voluntad del legislador está profunda e íntimamente vinculada a lo que ocurre y a lo que la prensa refleja. A veces incluso demasiado, en cuanto la razón de ser de la norma puede ser una mera respuesta coyuntural a una situación concreta. El afán electoralista y la tentación populista no son extraños al legislador. Correspondiente al jurista saber valorar esta situación para devolver -si es preciso-al derecho su nobleza.

Concluyendo: el joven abogado debe ser consciente de la importancia que para su devenir profesional va a suponer la adquisición de un "plus" de actividades sobre las que ya, debe ameritar por el mero hecho de ser abogado, y en la medida que siga esa senda de crecimiento sus opciones de evolución y crecimiento estarán aseguradas en un contexto en el que la aportación de valor va a ser esencial.

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