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19/03/2024. 12:28:40

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¿Debemos los abogados defender a familiares?

Abogado. Experto en habilidades profesionales
@oscarleon_abog
Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla

Los abogados, especialmente los más jóvenes, saben lo que es asesorar a familiares. Cuando empiezas a ejercer, como si de un imán se tratara, nos llegan casos de nuestros parientes y, ¡no cabe otra!, nos vemos obligados a satisfacer sus demandas a base de consejos y alguna que otra gestión puntual. Ello es natural, pues cuando alguien tiene un problema que requiere una solución legal, es lógico otear el horizonte y aferrarnos a lo más cercano, es decir, a la familia, que es lo mismo que ocurre cuando estas aquejado de alguna dolencia y llamas a tu cuñado Pedro que es médico o si te duele la espalda a tu primo Raúl el fisioterapeuta.

Abogada en su mesa de trabajo

Hasta ahí todo es normal; sin embargo, en ocasiones el encargo que nos llega reviste cierta gravedad e importancia y, además, quien nos provee del mismo es un familiar muy cercano (padres, hermanos o hijos)

En tal caso, ¿qué debemos hacer?

A pesar que lo normal es que nos encargáramos personalmente de dichos asuntos, la experiencia nos aconseja todo lo contrario, es decir, que se encargue del caso otro compañero.

La razón de tal conclusión reside en que la defensa de un familiar muy cercano se aparta del escenario ideal para el abogado que no es que la intervención en nombre de cualquier cliente con el que no tenemos vínculos afectivos, ya que a resultas de dicha afectividad, somos más emocionales y nuestra defensa adquiere tintes subjetivos y pasionales que van en merma de la objetividad, serenidad, calma y prudencia que requiere toda defensa. Dicho de otro modo: el abogado al defender a un familiar muy cercano, pierde la parcialidad objetiva que le caracteriza y pasa a una parcialidad subjetiva, mudando de abogado a cliente, lo que probablemente le arrastrará a un carrusel de emociones que, contrariamente a lo esperado, irán en perjuicio de la defensa. Por poner un ejemplo,  ¿os imagináis interrogando a vuestro padre o madre?

Y ello nos lleva igualmente al corazón de la esencia de la abogacía, es decir, a la independencia, y más concretamente a la independencia ante el cliente.

Efectivamente, ello es debido a que la percepción que éste tiene de su problema, es una percepción de un interés subjetivo, que generalmente no coincide con el interés objetivo que a dicha situación le atribuye el ordenamiento jurídico (que es la que el abogado debe considerar para establecer la estrategia). Consecuencia de dicha disociación, el abogado, al que corresponde decidir, organizar y dirigir la defensa según su libre criterio y sin más sometimiento que a las reglas de su profesión y los dictados de su experiencia, debe impedir que el cliente sea el que decida el modo de efectuar la defensa o pretenda dirigirla según sus intereses.

Pues bien, defender a un familiar, precisamente por la existencia de dichos vínculos parentales tan influyentes motivará que se produzcan fisuras en nuestra independencia, pues será fácil, como decía don Ángel Ossorio,  que el litigante deslice sus deseos en la conciencia del abogado y le sugiera polémicas innecesarias o procedimientos incorrectos, convirtiéndole de director en dirigido y envolviéndole en las mallas de la pasión o del interés propio.

Es más, incluso en las ocasiones en las que el abogado, manteniendo su independencia, rechace toda influencia, se verá cuestionado por el familiar, pues si tenemos en consideración que los procedimientos las más veces no acaban al gusto del justiciable, es lógico pensar que al terminar el asunto quede un poso de resentimiento dirigido hacía el abogado de la familia que, o bien no se tomo interés por el caso, carecía de la suficiente experiencia, o como no cobró honorarios no estaba motivado… En definitiva, si hay una máxima que dice que "los casos los gana el cliente pero los pierde el abogado" ya podéis imaginar… Y estos resentimientos, que no os quepa duda,  durarán toda la vida.

Para colmo, estas situaciones, por si fuera poco,  generan un desgaste físico y psíquico muy importante del abogado, y dan fe de ello los compañeros que han pasado por esta experiencia.

Por todo ello, lo más recomendable es, de darse el caso,  exponer claramente al familiar nuestra postura y recomendarle a un compañero que pueda realizar una defensa más objetiva y, sin duda eficaz.

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