
La iniciativa de la Fundación Aranzadi LA LEY Mujeres por Derecho te ofrece con motivo del Día de la Mujer una selección de artículos de mujeres juristas con un eje común: el cumplimiento de la igualdad supone una forma de enriquecer y democratizar la sociedad. Desde su lanzamiento en abril de 2021 Mujeres por Derecho ha contado con la participación de más de 300 juristas, lo que le convierte en el foro de referencia para el debate sobre el pasado, presente y futuro del papel de las mujeres en la profesión jurídica.
Buscando inspiración para este artículo, con ocasión de la celebración del Día de la Mujer Trabajadora, me encontré con una interesante reseña biográfica, realizada por José Luis Monereo Pérez, Manuel J. Peláez y Carolina Serrano Falcón, acerca de una jurista pionera de principios del siglo XX, nacida en 1910, la madrileña María Palancar Moreno. Esta ilustre laboralista y especialista en Seguridad Social, en una época en que el incipiente Derecho del Trabajo todavía hundía sus raíces en el Derecho Administrativo, realizó una labor científica encomiable, mostrando una gran preocupación e interés por los aspectos socio laborales, profundizando en cuestiones tales como los accidentes de trabajo y su prevención, la posición de la mujer en el mundo laboral, el desempleo, o la relación entre el Derecho del Trabajo y el Derecho Natural.
Si bien María Palancar Moreno llevó a cabo algunos de sus estudios y trabajos en solitario, destacando con luz propia por la relevancia que posteriormente se ha reconocido a su obra, la mayor parte de su carrera profesional discurrió de la mano de su marido, el profesor Eugenio Pérez Botija, con quien publicó un número extenso de trabajos e incluso llegaron a fundar conjuntamente La Revista de Derecho del Trabajo, de gran importancia y difusión. La reseña finaliza con una reflexión acerca de cómo la labor de esta jurista fue ensalzada en su época más como compañera, ayudante, y auxiliar de su ilustre esposo catedrático, que por la brillantez de lo que algún coetáneo denominó sus “estudios esporádicos”, quedando diluida finalmente su carrera profesional en el ámbito familiar y doméstico.
La figura de esta ilustre compañera laboralista, que falleció en 1970, me ha hecho recapacitar, en primer lugar, en cómo hemos evolucionado las mujeres que nos dedicamos al Derecho en poco más de medio siglo, habiéndonos convertido, por derecho propio, en referentes en cualquiera de sus ámbitos: docente, judicial, abogacía etc. Y, en segundo lugar, me ha hecho reflexionar acerca de mi propia trayectoria profesional de una forma en la que nunca lo había hecho, y hoy, quiero compartir. Obviamente, yo no soy una jurista científica de relevancia como María Palancar. Soy abogada laboralista de toga y barro. Me colegié en 1991 y empecé a ejercer nada más terminar la carrera. Mi especialidad ha sido, prácticamente desde entonces, el Derecho del Trabajo.
Hay un recuerdo que siempre me viene a la cabeza cuando pienso en mis inicios, y siempre me saca una sonrisa. Mi hija nació el día en que, por la mañana, me había examinado de la asignatura de Derecho del Trabajo, cursando 4ª Curso de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, yo tenía 21 años. Concentrada como estaba en aprobar (saqué un 8 finalmente), no me di cuenta de que mis compañeros estaban aterrorizados por si me ponía de parto durante el examen pues, además, ese día había salido de cuentas. Terminé la carrera por curso, en junio de 1991, y hoy, mi hija, además de ser una mujer maravillosa, es también abogada. Y, como si el destino todo lo tuviera preparado para ambas, yo me convertí en abogada laboralista.
Desde entonces, han pasado 35 años, y el camino no ha sido fácil. Desde que puedo recordar, he tenido claro que quería ser abogada por encima de todo, y tuve que buscar mi hueco en el proceloso mundo de los abogados con una niña muy pequeña en casa, y en una época en que la conciliación laboral y familiar, en el sentido en que lo conocemos hoy, era un concepto desconocido para todos. “Conciliar”, especialmente en el ámbito de la abogacía, era para las mujeres, y no digamos para los hombres, un tema tabú si querías progresar dentro de una firma. Sin embargo, y pese a las dificultades, tengo que decir que no me he sentido especialmente discriminada en la carrear ni por ser mujer ni por ser madre, aunque no puedo ignorar que para otras mujeres haya sido diferente. Seguramente tenga mucho que agradecer en este aspecto, a los despachos en los que inicié mi andadura profesional, y la calidad humana de quienes lo lideraban. Con los años, incluso fundé mi pequeña boutique laboral hasta que, hace ya 6 años, fui invitada a participar, junto con mi fiel equipo, en el maravilloso proyecto en el que ahora me encuentro, dentro de una firma de ámbito nacional.
Recientemente he tenido el honor y la satisfacción de asumir la Dirección de la oficina de Madrid de mi actual firma. Cuando se hizo público, muchas de mis compañeras me trasladaron lo contentas que estaban porque la elección hubiese recaído en una mujer. Sin embargo, yo no me había detenido antes a pensar en ese detalle; quizá porque pertenezco a esa generación de mujeres que, simplemente, han trabajado y luchado muy duramente en su vida para alcanzar sus objetivos personales y vitales, sin hacer de ello una lucha de género. Sin darnos cuenta, que esa batalla personal era también la de todas las mujeres por conseguir situarse en el mundo laboral y profesional por mérito propio y con todos sus derechos.
Ahora siento más hondo la alegría de esas compañeras, y me emociona profundamente. Pero también me hacer ser consciente de la gran responsabilidad que asumo, no sólo para con ellas, sino para con todas las mujeres que, día a día, siguen esforzándose para alcanzar la excelencia en aquello en lo que creen y en lo que hacen. Cojo el testigo. Se lo debemos a todas esas mujeres trabajadoras que, como María Palancar Moreno, nos han precedido.
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