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29/03/2024. 05:55:10

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Imaginar ser como Ally McBeal es fácil, pero llevarlo a cabo no

Davinia Sánchez de la Cruz. Socia de Kepler-Karst
Davinia Sánchez de la Cruz

Cuando estaba en la facultad de Derecho, me imaginaba la vida ideal de una abogada: llegar a la oficina siempre perfecta, con mi maletín en una mano y un café en otra, con tiempo libre para ir al teatro y eventos, un escritorio ordenado, una oficina con vistas al parque más grande de la ciudad, y por su puesto un gran sueldo. Porque, ¿quién no se ha creído que llegaría a ser Elle Woods, Diane Lockhart, Jessica Pearson o, más de mi época, Ally Mcbeal? En ese momento, nadie me habló de que, para llegar ahí, había que pasar por jornadas laborales de mucho menos glamour, noches de trabajo después de acostar a mis tres hijos, y ojeras. Muchas ojeras.

Imaginar ser como Elle, Diane o Jessica es fácil, pero llevarlo a cabo no. Todas sabemos que alcanzar el éxito exige esfuerzo y sacrificio, pero nadie te explica cuánto esfuerzo y sacrificio una debe invertir. Lo que no te cuentan en la facultad es que, por ser mujer, te van a juzgar más y, por ende, vas a tener que demostrar continuamente que no solo puedes, sino que te mereces estar ahí pese a, como es mi caso, tener tres hijos, un marido, amigos, familia, varios hobbies… Con contadas excepciones, las mujeres en el mundo legal debemos prepararnos para una dura carrera de fondo si queremos llegar al éxito.

Y esa carrera supone tener que “estar constantemente ahí”, presente en las reuniones fuera de horario, con el teléfono disponible fines de semana, acudir a comidas/cenas de trabajo que no siempre apetecen… supone, al menos en apariencia, un choque frontal con esa palabra maravillosa que tanto me gusta: conciliar.

De hecho, desde que soy socia y cofundadora de mi propio despacho de abogados, una de las preguntas que más me hacen es: ¿cómo lo has hecho? ¿Pero cómo se puede conciliar la vida personal y familiar con una profesión tan demandante, sobre todo para quienes no nos conformamos y buscamos el éxito?

Mi respuesta es simple: un buen equipo. Rodearse de un buen equipo en todos los ámbitos es la clave para alcanzar el equilibrio. Ya sea en la oficina o en casa, sin gente con la que haya confianza mutua y en la que poder apoyarme todo hubiera sido muy difícil, casi imposible.

Ojalá en la facultad, cuando mirábamos con idealismo las series de abogadas, nos hubieran contado que dedicar esfuerzos extra para alcanzar el éxito profesional no tiene por qué suponer dejar de lado la vida personal y familiar, pero sí exige un sacrificio que no todo el mundo está dispuesto a hacer: trabajar de noche, el sábado por la mañana… Y ojalá, a aquellas que estamos dispuestas a hacerlo, nos hubieran ilustrado sobre la importancia de rodearte de un gran equipo para lograr el éxito. O, mejor dicho, dos grandes equipos: el de la familia y el del trabajo.

Porque teniendo ambos, es posible crecer a nivel profesional sin dejar de lado lo personal. Teniendo ambos, se puede ir a la oficina, pasar la tarde con tus hijos, y volver a trabajar de nuevo para terminar la demanda que se había quedado a medias. Pero ese trabajo nocturno y las correspondientes ojeras, hay que reconocer, no son plato de gusto para nadie.

Equipo familia y equipo trabajo

En los comienzos profesionales, una tiene que ser consciente de que la agenda la van a marcan sus superiores. En estos primeros años, el “equipo familia” se vuelve fundamental y debe tomar la delantera en cuestión de apoyo. Ya sea pareja, padres, hermanos, hermanas… todos se vuelven un pilar necesario. Con hijos de por medio, el “equipo familia” cobra importancia trascendental. Sin mi marido, mis padres, mi familia, no hubiera podido “estar ahí” para mi entorno laboral y, por ende, para ascender en mi carrera. Ha sido gracias a ellos que he podido cumplir con las exigencias de la profesión, los horarios a veces locos, las llamadas urgentes un viernes por la tarde, etc. La comprensión, colaboración y corresponsabilidad de tareas en el seno de mi familia han sido y son clave.

Con el paso del tiempo, el propio crecimiento profesional hace que una pueda tomar las riendas de su agenda de forma total –es uno de los grandes beneficios de ser tu propio jefe-. Aunque por suerte la situación está cambiando y la flexibilidad laboral se contempla cada vez más como algo básico carente de género, a muchas nos ha tocado llegar a ese estadio de jefatura gracias a muchos, a veces demasiados, sacrificios previos.  Y es precisamente este punto el que es clave y no siempre se cuenta: llegar alto en esta profesión requiere de una dedicación personal y profesional inimaginable. Requiere de fuertes compromisos en la oficina y fuera de ella; y por eso es fundamental rodearte de los mejores en todos los ámbitos.

Si en los comienzos el “equipo familia” es la estrella, una vez que se sube la escalera del éxito el “equipo trabajo” se pone a la vanguardia. Poder confiar en las personas con las que trabajas, desde compañeros socios hasta las personas asociadas y el staff, es indispensable. Saber que están ahí para cubrir las necesidades que surjan mientras disfrutas de tu cumpleaños en familia es el alivio necesario para alcanzar el equilibrio. Menos mal que estamos viviendo un momento en el que se está demostrando que esta flexibilidad es siempre necesaria, sea cual sea el cargo que una ocupe.

Conciliar supone poder desarrollar la carrera profesional sin perjuicio de la vida personal y familiar. Esta definición puede interpretarse de maneras distintas, pero yo tengo claro que, para las mujeres del sector legal que buscan el éxito empresarial, conciliar significa poder organizarse y apoyarse en la gente que te rodea para alcanzar el equilibrio entre esos dos mundos. Este equilibrio, sumado al esfuerzo y sacrificio, es lo que me ha dado la posibilidad de llegar donde estoy. Ese equilibrio y el trabajo en equipo es el que me permite que, mientras mi marido recoge la cena, yo termine estas líneas y después tal vez mande unos emails. Mañana, ojeras.

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