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26/04/2024. 15:40:25

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Al habla con “el otro”

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Tenemos un caso. Caso no es cosa: hay personas. Es decir, el abogado no debe perder nunca de vista que, a pesar de las peculiaridades que rodean al ser humano de por sí, no tratamos con papeles inertes; porque detrás de cada línea de los escritos, de las comunicaciones y de los faxes, hay una historia personal, un conflicto de intereses, una familia enfrentada, deudas o lesiones, como mínimo. Y, además, afortunadamente hay otro abogado. Que, aunque sea “el otro”, al menos hablamos de lo mismo. El boxeo -o la esgrima, si queremos refinar la metáfora del enfrentamiento- dejémoslos para los aficionados. Hablar no nos hace más débiles, nos dignifica. Y, sobre todo, nos puede dar pistas.

Al habla con “el otro”

Aunque parezca Perogrullo, y todos lo tengamos claro, conviene poner un punto firme en los casos: hay dos partes. A veces la contraparte es la poderosa Administración, o sin más la vecina de arriba, que ha tirado lejía a la ropa tendida a secar; pero en todo caso hay partes.

Ya hemos dicho que, con todos los respetos, no hay que hacer caso siempre al pie de la letra a los deseos del cliente. El cliente, a veces, quiere ver a toda costa a su "enemigo" delante de un juez, pero no cae en que entrar en ese orden de cosas encarece la minuta, dificulta muchas veces una solución positiva, y supone una indefinición de los resultados.

Cuando el abogado de la otra parte mantiene relación con nosotros (cosa que cubre el art. 14 del Código Deontológico de la Abogacía: "El Abogado ha de abstenerse de toda relación y comunicación con la parte contraria cuando le conste que está representada o asistida por otro Abogado, manteniendo siempre con éste la relación derivada del asunto, a menos que el compañero autorice expresamente el contacto con su cliente") el terreno está allanado; pero, ¿qué ocurre si ponerse al habla con "el otro" en realidad se convierte en una carrera de obstáculos?. Pues que hay que ir con capote. Y ya sabe usted que el capote no es un arma de destrucción masiva, sino, y sobre todo en la tauromaquia portuguesa, un arma de reducción; una ayuda para un juego de fuerza elegante y pintoresco.

¿Y qué puede ser nuestro capote? saber más que el contrario. Saber más no es haber tenido mejores notas en la carrera, sino contar con más información en cada caso. No se trata de conocer la jurisprudencia al dedillo, ni manejar las bases de datos a cuatro manos; sino saber cómo piensa el abogado de la parte contraria, para cubrir la retaguardia.

Ya puestos en esta situación, imagínese qué ventajoso sería poder llegar a saber -aproximadamente- qué peso jurisprudencial, a favor y en contra, hay al respecto de lo que nos va diciendo "el otro".

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