Hace años, vivíamos en una sociedad de “pose”. La imagen que se proyectaba de uno mismo estribaba –para algunos, no para todos- en la imagen, los viajes y los clientes de alto standing. De un tiempo a esta parte, la caída de grandes torres –recuerde usted el dicho de “torres más altas se han visto caer”- como la quiebra de Lehman Brothers, el encarcelamiento de Madoff, la caída de precios generalizada, la casi desaparición de bonus en los trabajos y la drástica redacción de eventos y merchandising hace pensar que lo que sirve en la vida profesional es el trabajo hecho y cobrado. Lo demás, por añadidura.
¿A través de qué mecanismos un abogado logra hacerse un buen nombre? No hay respuesta unívoca. Es una combinación de capacidad de trabajo, suerte y habilidades sociales.
Lo que sí debería ya estar muy claro es que tiene poco que ver con la pose y los faroles que hace un tiempo tan de moda estaban. No se trata de dar una imagen grave, de hombre tremendamente preocupado, sino de estar dispuesto y abierto a asumir el trabajo que venga.
Hace un tiempo hablamos de los mailings, y la delgada línea que los separa del spam. Hoy queremos ir un poco más allá para matizar la cuestión del crecimiento.
Como usted bien sabe, la cuenta final -de mes, del trimestre, del año, o como suela llevarlo usted- depende de la diferencia entre ingresos y gastos. El crecimiento implica que habrá un lapso en que tendremos un pie en el aire: si al posarlo en el suelo nos rompemos el tobillo o por el contrario pisamos firme depende de variables que no son en su totalidad controladas por nosotros mismos. O, si no, piense en lo complicado que, aún hoy, está obtener un crédito.
Por ello cabe preguntarse si obligatoriamente hay que crecer. O, dicho de otro modo, si no cabe sin más fidelizar -otra palabra de moda- nuestra clientela, o nuestro tipo de clientela, y hacer un ejercicio de la profesión más sereno.
Todo esto depende también de su estilo personal. Ahora bien, lo que es imprescindible es ubicarnos a nosotros mismos para delinear un modo de hacer, centrar nuestra personalidad: estrategia, dicen los modernos.