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26/04/2024. 14:02:08

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La otra cara de los impuestos. Una visión divertida

Doctor en Ciencias Económicas, Catedrático de Derecho Financiero y Tributario de Escuela Universitaria (en excedencia) y Catedrático de Economía Aplicada por la Universidad de Alicante.

Los contrastes en cualquier entorno cuentan con buena acogida. En un medio trágico y hostil triunfa lo cómico y lo amable divierte; y entre las risas suele amplificarse la carga emocional de lo triste. Ambos ingredientes –tragedia y comicidad, tristeza y diversión- suelen concurrir en la vida, y cuanto mayor es el rigor y la crudeza del contexto, mayor es el alivio que proporciona lo gracioso. En ello se basa el éxito de la tragicomedia, se justifica el humor negro o la presencia de las anécdotas y los chistes en los tanatorios, algo que, a primera vista parece inexplicable.

Dibujos de varias monedas

El incontestable desagrado que proporcionan los impuestos es perpetuo. Pensadores como Edmun Burke lo expresaron, "ser feliz pagando impuestos, como amar estando cuerdo no son actitudes propias de la condición humana"-, pero tal vivencia de la carga fiscal no está reñida con su contemplación desde el sarcasmo, la parodia o la ironía, porque, mientras la doctrina se limita a describir los impuestos en forma analítica y exhaustiva, a explicar su aplicación, deseando quebrar el exagerado aserto de Einstein "no hay nada tan difícil como el impuesto sobre la renta", nadie se ha ocupado de hablar de ellos con desenfado e hilaridad, exponiendo lo singular, sorprendente, extravagante y chocante que hay en su mundo.

La otra cara de los impuestos. Una visión divertida, que acaba de publicar Editorial ARANZADI, cubre tal vacío y plantea las facetas lúdicas, divertidas y amenas de los impuestos con el propósito de distraer al lector, mostrar vivencias, anécdotas y curiosidades tributarias del entorno de Hacienda, de sus gestores y de los contribuyentes, que pueden prestar un servicio impagable en la docencia, contra la aridez de la materia, ilustrar la exposición de la maraña normativa, amenizar conferencias o reavivar conversaciones, que le sirven de basamento.

Se estructura en cuatro capítulos, con múltiples títulos que vienen precedidos de una frase apropiada y ocurrente. Tras el análisis de los porqués de su existencia se conduce al lector desde el qué al cuánto, pasando por el cómo, dónde y cuándo de la imposición, y en el divulgativo recorrido se rehúye entrar en tecnicismos, apoyándose en la sencillez expositiva, procurando el bienestar del lector, usando títulos sugestivos, mostrando la improcedencia de los oficiales, porque, pese a estar pontificados por las normas, manifiestan significados confusos y contradictorios.

Tras una leve introducción a la fiscalidad, sin abandonar el sendero trazado, se adentra la obra en el divertimento fiscal, contemplando las "afinidades tributarias". Entre los impuestos y las medicinas: alergias, contraindicaciones, sobredosis, efectos secundarios, etc.; con la muerte, que si bien sólo llega una vez y los impuestos lo hacen a diario, como escribió Voltaire, tienen grandes concomitancias; con el sexo y las drogas, y su particular disfrute del limbo fiscal, pese a los Mandamientos; con las alarmantes notificaciones, la ilusión fiscal de los inocentes; la exclamación ¡con la Iglesia hemos dado¡, al socaire las no pocas exenciones que diezman a las Administraciones públicas. En este entorno, ¿cómo no hablar de la obviedad de contar mentiras con las que propulsan los gobernantes sus reformas o cambios fiscales? ¿Cómo entender la opacidad fiscal en torno a los suministros? ¿Por qué no desternillarse ante la retahíla de erratas, errores y otros sinsabores cometidos, si su pausada lectura conducirá al lector a la sorpresa y la sonrisa más que a la condena?

Bajo el título "providencia fiscal", se cuestiona si Hacienda somos todos, se narra la emoción indescriptible del contribuyente al autoliquidarse como un kamikaze, el uso laico del nombre del PADRE, el asombroso empleo del "patrimonio de conveniencia", la presión y la impresión fiscal, la aflicción ministerial y otras sugestivas propuestas más, que partiendo de la señal de la cruz en el IRPF, conducen hasta a la exoneración de la plusvalía del muerto. Se afrontan también aspectos tales como la sustracción masIVA, el cariño de Hacienda a la inflación, la fe en el Catastro causante de tanta catástrofe, el gastómetro como indicador de rentas, los inexpugnables restos del ladrillazo, y se adentra entre las cavilaciones de un defraudador defraudado, sin omitir que las amnistías debieran obedecer al "más vale nunca que tarde", mientras se contemplan con jocosidad las concordancias entre los deportes nacionales: toros, futbol y fraude fiscal.

El compendio de fiscalidad incorpora la exposición de muchos de los sorprendentes impuestos exigidos a lo largo de la historia, respondiendo a las extravagancias de los gobernantes: a las barbas, la gordura, la belleza, los sombreros y tatuajes; en la aprobación de impuestos escatológicos: sobre la orina, excrementos y otras pestilencias. Que la aversión al clero llevó a fijar impuestos al toque de campanas y a los curas por la soltería, sin olvidar que los naipes, las drogas y el alcohol han dado pie a una alta fiscalidad, y que se ha sometido con relativa fruición a gravamen no solo a los curas, sino también a los nobles y las brujas. Nada ni nadie se ha salvado de la voracidad fiscal de los gobernantes que llegaron a cargar sus impuestos sobre los propietarios de edificios según el número de puertas, ventanas y chimeneas, obligando a los ocupantes a vivir en la oscuridad y a arrastrarse para acceder al interior de sus viviendas. Quién no ha exclamado alguna vez ¡nos cobrarán impuestos hasta por respirar¡ Pues tal premonición se ha hecho realidad este mismo año en Venezuela.             

  En este poliedro o calidoscopio alrededor a los impuestos, no faltan leves pinceladas históricas: a los temibles recaudadores, entre los que alcanzaron fama Confucio, San Mateo, El Cid Campeador, Cervantes… También se contemplan ciertos mitos y leyendas que contienen remembranzas tributarias: ¿cómo no calificar de primera defensora de los contribuyentes a Lady Godiva? ¿Acaso el laberinto de Creta no es un paradigma del intrincado mundo fiscal? ¿No se adelantaron Colbert y Mazarino en la conveniencia  del asedio fiscal a la clase media? ¿No es el tributo de la moneda una forma magistral de proveerse de fondos para pagar los tributos? ¿Y qué decir del papel redistributivo jugado por Robín Hood, de la torpeza de la Lechera al olvidarse de los impuestos antes de caer en la ensoñación, y de la maravilla que sería un Reino de Jauja sin impuestos, como creyó el inocente Mendrugo?

En el último capítulo se compila un buen número de frases sobre los impuestos y Hacienda, expresadas por conocidos personajes, y se acompañan de refranes y dichos jurídicos circunscritos al mundo de la fiscalidad. En el esfuerzo por llevar al lector el entretenimiento, la ironía y la broma, se emplea la paráfrasis y se sugieren refranes, nacidos de la inventiva del autor, que no desdicen en tan excepcional mundo con la esperanza de que nadie se sienta ofendido. Con tales  ingredientes se pretende atrapar al lector, provocarle un gozo especial: el que conlleva maridar los impuestos con el humor, lograr que disfrute con el placer de la lectura de un libro que se ofrece como "un tributo que el autor se ha impuesto para contribuir a la satisfacción de los contribuyentes".

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