Javier Barraycoa, autor de "Tribalismo, civilización y neotribalismo en la construcción cultural del tiempo", enumera los motivos sociológicos y los antecedentes históricos del aumento significativo de casos de pederastia, paralelamente a otros fenómenos extendidos de acoso patológico; así como los posibles modos efectivos de modificación de la conducta.
Un nuevo caso de pederastia, el del autodenominado Nanysex, salta a los medios y no será el último. ¿Qué significa la aparición de un fenómeno como Nanysex? ¿Cuál es la causa del aumento de la pederastia en nuestra sociedad? Las respuestas no se dejan esperar pero no siempre son acertadas.
Las tesis psicologistas proponen que la pederastia es una patología, con unas causas determinadas aunque ni psicólogos ni psiquiatras se ponen de acuerdo en ellas. Tampoco es fácil el consenso a la hora de considerar al pederasta un delincuente o un enfermo mental. Estas dudas tienen una incidencia muy especial a la hora de plantear posibles remedios, clínicos o penitenciarios, ante los delitos de pederastia. Muchos autores son los que coinciden en que la prisión es simplemente un remedio de contención y aún así provisional. Un índice significativo es la alta tasa de reincidencia que puede oscilar entre el 50 y el 80%, según estudios. Por eso, los más, apuestan por la castración química como remedio. Bajo estos parámetros la pederastia parece un fenómeno difícil de acotar y contener.
Las causas psicologistas, y las propuestas terapéuticas no pueden explicar las causas de su notable incremento en los últimos años. Por el contrario, deberíamos recurrir al análisis sociológico y político para entender la proliferación de este fenómeno. Mientras que desde la política se busca aplicar medidas penales contra la pedofilia, atacando así el efecto, se olvida de las causas.
Sociológicamente, las causas aceptadas de esta patología son dos, la primera una extensión de una cultura pansexual; y la segunda un relativismo sin límites. A ello se le une en la educación un factor que ha servido de fuelle a una llama que ya estaba preparada, que es la constatación de que, durante decenios, se ha ido inculcando ambas dimensiones culturales como liberadoras del hombre.
Sería absurdo pensar que la capacidad de autocontrol corra paralela a una cultura del poco esfuerzo y sin una definición clara de una moral. La tesis del hombre bueno por naturaleza roussonianio, paradigma de la actual educación, tiene que convivir con el acoso escolar, el incremento de la delincuencia juvenil o el aumento imparable de los delitos sexuales.
En cierta medida estamos pagando los efectos secundarios del mayo sesentayochista. El relativismo se ha incrustrado en nuestra sociedad hasta tal punto que ahora se condena unánimemente la pedofilia, cuando muchos protagonistas de 68 la defendieron en su momento. En 1977, muchos intelectuales franceses firmaron una declaración de exculpación de un caso de pedofilia, en nombre de la libertad sexual. Entre los firmantes estaban: Jean-Paul Sastre, Simon de Bauavoir, Roland Barthes, Francis Ponge, André Gluksmann, François Chatelet, y muchos otros. Uno de los teóricos del 68, Wilhem Reich, se había destacado en sus apologías de la pedofilia. Hoy, se produce la paradoja de que se ha extendido el relativismo incubado en aquella época, pero nos escandalizamos ante los efectos de ese relativismo.
El fenómeno del desdoblamiento que estudió Michel Winock en El siglo de los intelectuales, pone de relieve que, para cimentar su reputación, muchos pensadores recurrieron desmesuradamente a entusiastas apologías de los derechos humanos o a la constante exaltación de la humanidad y los grandes ideales modernos mientras sus vidas discurrían por sendas tortuosas y frecuentemente dañaron a los seres más próximos.. Con los años hemos tenido que reconocer que el más genial de los filósofos del siglo XX, Heidegger, era un nazi convencido y poseía una mente retorcida. Sartre, defensor de las grandes causas de la izquierda francesa, rozó con su comportamiento sexual la promiscuidad salvaje y la pederastia, al igual que Charles Chaplin y tantos otros. Aldous Huxley, autor del inolvidable Un mundo feliz, navegó por las peligrosas aguas del LSD. Otro gran utopista, George Orwell, no se escapó a las bajezas humanas, que también pagaron sus más íntimos.
Tampoco podemos olvidar que ya empiezan a florecer en Europa grupos que reivindican la despenalización de la pederastia. Veremos cuántos de los que ahora se escandalizan, acabarán defendiendo formas laxas de pedofilia.