
Una tarjeta revolving es un crédito al consumo que permite aplazar los pagos de las compras realizadas mediante esta tarjeta. Con estos créditos revolving, los consumidores disponen de un límite de crédito determinado que se devuelve periódicamente y que se renueva automáticamente a su vencimiento mensual. Este crédito ofrecido por los bancos disminuye según se realizan los abonos mensuales de las cuotas pero aumenta con el uso de la tarjeta, pues se generan intereses que se financian conjuntamente con la deuda, lo que hace que esta cantidad no disminuye sino que aumenta mes a mes.
El Tribunal Supremo zanjó esta cuestión a principios de 2020 y entró a valorar el modo en el que se han comercializado estas tarjetas y si las entidades lo han hecho con la suficiente transparencia hacia el consumidor o no. Los jueces dictaminaron que los elevados intereses de estas tarjetas deben ser considerados como usura, al estar muy por encima del interés medio aplicado a los créditos, que se sitúa sobre el 20% actualmente.
Según reclamador.es, las cuantías que pueden recuperar los clientes afectados superan los 2.000€ de media, llegando en muchos casos a los 10.000€ tras años de intereses abusivos.
En primer lugar, los consumidores deben pedir al banco, si no se tiene, el contrato firmado para la adquisición de esa tarjeta y el cuadro de amortización.