El marketing y el branding han cambiado mucho con la llegada de Internet. Pero lo han hecho sobre todo en la última década, a raíz de que se han superado los miedos a la red y aquello de que no todos los negocios se podrían hacer online. Hoy, el que más y el que menos recurre a los buscadores antes de realizar una compra. No todas se hacen en Internet, pero la información previa a la toma de decisiones sí que se consulta en prácticamente la totalidad de ocasiones.
En ese sentido, no solamente es suficiente con tener una reputación ya consolidada en el mundo offline, sino que para conseguir captar en la red entran en juego factores que tienen que ver con el branding, e incluso con el propio nombre del despacho de abogados. ¿Te acuerdas de aquel momento en el que muchas marcas recién creadas renunciaban a tener un nombre comercial para ser más fácilmente posicionadas? Me refiero por ejemplo a tienda-moda.es en lugar de un nombre como Mango.
Si bien el posicionamiento online ha cambiado mucho en los últimos años, y cada vez (por suerte) los buscadores le dan mayor relevancia al contenido, y no tanto a criterios básicos como la nomenclatura o el nombre del dominio, esta sigue siendo una cuestión de la que se ocupan las consultorías de marketing legal. Obviamente, no resulta lógico cambiar el nombre de un despacho que ya es conocido. Porque los contras superan a los pros. Pero, ¿qué pasa con una nueva marca?
Sin lugar a dudas, todo dependerá en gran medida del peso que se quiera tener en la red, si en la misma se va a invertir como un canal prioritario, y se se va a contar con un asesoramiento de especialistas. Sin embargo, si se pretende llegar a lo más alto sin ayuda, y sin que el dominio y los parámetros base de etiquetas y contenido respondan realmente al servicio que se ofrece, por muy poco que esté haciendo la competencia directa, será difícil siquiera aparecer. Y no es porque en Internet no se puedan conseguir clientes para despachos de abogados. Sino porque el enfoque es totalmente erróneo.