-Ha salido una nueva actualización del sistema operativo- -Esa app no la tengo-
-¿Debería cambiar de antivirus?- -¿Todo el mundo está usando IA menos mi empresa? –
Es tanta la oferta tecnológica que es fácil abrumarse e incluso sentir ansiedad ante la sensación de que nos quedamos obsoletos. Digitalizarnos e implementar soluciones tecnológicas nos hace ser más competitivos y mantenernos en el mercado; esto es una realidad. Hoy en día, estamos muy concienciados; es más que necesario apostar por una infraestructura informática y saber movernos en el entorno online para no quedarnos atrás. Ahora bien, cualquier tipo de decisión en esta materia debe ser previamente analizada y valorada, tanto en coste como en tiempo, y también en términos de seguridad y dependencia. Así que, por mucho que el mercado corra y quiera presionarnos, no nos dejemos llevar con acciones precipitadas.
Las expresiones con las que comenzaba este artículo son las que a menudo escucho en la calle, en reuniones con amigos… Pero también es un tema que me preocupa a raíz de las ayudas a la digitalización, como agentes digitalizadores nos hemos topado con casos en los que las empresas han querido “aprovechar” el bono del kit digital por ejemplo, para tener una tienda online (como su competencia) o implementar un gestor de procesos, sin reparar antes en ciertas cuestiones que conllevan un coste no contemplado para ellos, y no me refiero al económico exclusivamente. Mi más sincera respuesta para todos ellos sería: “Calma”, aunque a sabiendas de que poco serviría, he decidido recopilar cuestiones a las que debemos prestar atención para conseguir la tranquilidad tecnológica:
– El precio de implementación
– La dependencia
– La incertidumbre
– La seguridad
Mi última intención es ayudar a tomar decisiones certeras, sin presiones ni nerviosismo consumista, pensando de verdad en lo que necesitamos y que todo ello sirva además, para desconectar en vacaciones.
Indudablemente, son muchas las ventajas de las prestaciones que aportan los avances tecnológicos y que podemos aprovechar, pero como todo, también hay que hacer previsiones. En primer lugar, el coste que conlleva tanto la adquisición, como la implementación y posterior mantenimiento. En relación con esto último, la tecnología necesita una revisión periódica. De poco sirve el mejor dispositivo del mercado o la web más atractiva de la historia si no nos ocupamos de sus actualizaciones y revisiones. Por esto, hay que tener miras a largo plazo, al igual que con cualquier inversión, debemos ser conscientes de si podemos mantenerlo, cómo hay que hacerlo y qué coste tiene. ¿Necesitarás asistencia de un profesional para sus actualizaciones y/ o mantenimiento? ¿Sabrás ponerlo en marcha o sería bueno solicitar formación?
Con esta previsión tendremos en cuenta los costes fijos y gastos adicionales derivados del uso de una aplicación, un nuevo dispositivo o solución informática. Si se trata de un programa para la empresa, cuenta también con la capacitación del personal y el tiempo necesario para que todos lo comiencen a usar. Aquí es necesario tener en cuenta, además, la posible brecha de conocimiento en tecnología entre los empleados y su nivel de cualificación.
Llegados a este punto, podemos deducir que la tecnología genera dependencia en dos sentidos, por un lado, tanto en cuanto necesitemos de otros profesionales para usarla, actualizarla, implementarla, etc. Y por otro, cuando nos acostumbramos y parece que no podemos pasar sin ella. Esto ocurre con muchas apps que, al igual que suceden con las redes sociales, es necesario controlar y planificar para que su uso no se adueñe de nuestro tiempo y termine controlándonos a nosotros.
Por otro lado, la evolución de la tecnología genera incertidumbre entre los empleados. Por ejemplo, si nos estamos planteando delegar en la Inteligencia Artificial lo que antes hacía una persona o un equipo, afecta a la relación interna. Puede ser muy normal que un programa informático pueda ocuparse de labores que realizan las personas, pero debemos ser conscientes de esto para saber gestionar la aceptación y la adaptación, así no reinará la inseguridad en el despacho. Lo mejor es planificar e informar con precisión a todos los implicados.
En cualquier caso, la tecnología puede agilizar tareas y procurarnos datos, pero las decisiones las deben tomar las personas responsables de las mismas.
En cuanto a la seguridad, raro es el día que los informativos no incluyen en sus programas noticias relacionadas con la ciberdelincuencia, así que todos sabemos que el uso de la tecnología conlleva ciber amenazas. En este sentido, cuando nos decidimos a usar un nuevo programa, compramos un ordenador o incluso, invertimos una nueva web, debemos identificar los riesgos a los que están expuestos para tomar las medidas oportunas y evitar ser saboteados o convertirnos en víctimas de los hackers. Y no solo debemos preocuparnos por no comprometer la seguridad de nuestros datos sino también la de nuestros clientes, de la que somos responsables. Cualquier empresa independientemente de su tamaño puede resultar vulnerable en el entorno digital. Así que junto la decisión de adoptar nuevas soluciones tecnológicas, debemos preparar un plan que incluya protocolos para que su uso sea lo más seguro posible.
Estas cuestiones, aunque las he planteado como auténticos riesgos, no deben generar rechazo, puesto que las tecnologías constituyen una buena forma de adaptarnos a los constantes cambios y son la puerta de la evolución. Lo que sí debemos intentar es mitigarlos abordando su implementación de manera proactiva y con un buen asesoramiento.
En definitiva, no se trata de no arriesgar, sino de hacer un análisis previo para saber qué solucionamos con la herramienta o dispositivo en cuestión, y adoptar las medidas oportunas para que su implementación sea exitosa. No todo es útil para todos ni bajo cualquier circunstancia. “Calma”