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28/03/2024. 22:24:13

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Bienvenida a los nuevos registradores

registrador de la propiedad y editor de la revista del Colegio de Registradores; articulista habitual en prensa

El autor les da la bienvenida a los cuarenta y ocho aspirantes que tomarán posesión de su primer registro y defiende la labor solitaria de los opositores.

José Antonio Miquel

Han terminado las pruebas de acceso al Cuerpo de Aspirantes a Registrador de la Propiedad. Damos la bienvenida a cuarenta y ocho felices aspirantes. No serán registradores hasta que tomen posesión de su primer registro, pero una vez que lo sean, ya nunca dejarán de serlo aunque se jubilen.

Es tiempo de felicitaciones pero también de recordarles que el camino empieza ahora. Los nuevos aspirantes deben saber que el estatuto profesional y deontológico al que están sometidos es tan riguroso como alta la preparación que han demostrado. Si se les ha exigido tanto no es por capricho, sino porque sirven a la sociedad en un puesto de fundamental relevancia.

Su firma es inmediatamente ejecutiva. No hay recurso de reposición. Las decisiones de un juez pueden ser revisadas antes de llevarse a la práctica, las de un registrador causan estado jurídico de forma inmediata. Y responden de ello con su patrimonio. Pero no deben sentir temor. El Colegio estará ahí para ayudarles: recibirán un curso de formación específico, y se les guiará en sus primeros pasos administrativos. No están solos. Pero también han de saber que el Colegio ejerce y ejercerá las facultades disciplinarias que le corresponden si alguno no sabe o no quiere cumplir con sus obligaciones. Pronto comprobarán que después de la alegría por el aprobado viene el a veces incómodo deber de cumplir con una alta responsabilidad. Y también sabrán que todos somos espejos de todos. 

Allá donde esté, ante los ojos de la sociedad, un registrador siempre representa a los demás. Estos nuevos compañeros son la cara amable de la empresa opositora. Pero hay otra cara que muchas veces no se ve. Son los chicas y chicas que no han logrado aprobar. Como siempre, la mayoría no lo consigue. La realidad es aún más dura para aquellos que han conseguido superar uno o incluso dos de los ejercicios. No hay reserva de nota y el que suspende el tercero tiene que volver a empezar. A veces se han consumido juventudes enteras en el empeño.

Un opositor tiene que dedicar al estudio un tiempo precioso: al menos ocho horas diarias, seis días a la semana y además tiene que hacerlo bajo el escrutinio constante del preparador y el cronómetro. Esto es un deporte solitario en el que no hay forma de esconderse en el grupo cuando un día no apetece entrenar. Pero también están haciendo algo que sus compañeros de generación no pueden hacer con la misma intensidad: están aprendiendo. Por eso los bufetes suelen recibir de buen grado a los ex opositores. Los conocimientos son siempre valiosos y la oposición los proporciona a raudales. Quizá por eso resulte algo inquietante la próxima implantación de dos reformas en marcha. El proceso de Bolonia y la Ley de Acceso a las Profesiones de Abogado y Procurador. Cuando se aplique el sistema previsto, un ex opositor con el título de graduado que hubiera estudiado tres, cuatro o cinco años no podría ejercer como abogado o procurador sin realizar el curso de práctica jurídica con carácter de máster que prestarán universidades y escuelas privadas.

No es un escenario muy halagüeño para quien se plantee la empresa opositora. ¿Es esto lógico? No lo parece si de verdad se persiguen profesionales solventes. No se trata de desmerecer la formación que pueda dar estas escuelas. Seguro que sus alumnos saldrán bien preparados después de superar 60 créditos teórico-prácticos guiados por un abogado o procurador ejerciente. La pregunta es si lo estarán menos quienes estudien en solitario 2.500 horas al año.

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