Ha comenzado a sonar la música del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria. Y a su son, las cajas de ahorros se han abandonado a un frenesí de fusiones, como para luego poder mirar de reojo y responder muy serias “no, yo ya absorbí a tal o cual caja”.
Si su politización les impidió antes tomar la decisión de afrontar proyectos de integración que la pura lógica empresarial recomendaba, en muchos casos con vehemencia, no nos engañemos ahora: es también ella quien las instiga a emprenderlos en este momento.
El Real Decreto-Ley 9/2009, de 26 de junio, sobre reestructuración bancaria y reforzamiento de los recursos propios de las entidades de crédito, basa su regulación, aunque con matices, en la normativa existente. De no ser las propias cajas de ahorros en dificultades las que voluntariamente pongan una solución a sus problemas, acudirán los Fondos de Garantía de Depósitos en su auxilio.
Pero si todo eso falla, cuando se apague la música, algunos perderán su sitio. Porque será entonces el FROB el que tome la batuta, el que diga quiénes se han de fusionar y cómo, y las Comunidades Autónomas sólo podrán asistir a la función como meros espectadores, excluida la necesidad de obtener las normalmente preceptivas autorizaciones administrativas, entre las que se contaría el consentimiento de los gobiernos autonómicos implicados.
Las sillas están contadas y muchas habrá que compartirlas. Por las buenas o por las malas.
