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19/05/2024. 03:16:43

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Control de calidad laboral y globalización

Profesor de Investigación del CSIC

A. J. Vázquez Vaamonde

La normalización fue uno de los elementos del progreso tecnológico. Frente al diseño singular de cada artesano la producción industrial la intercambiabilidad de los elementos constructivos produjo un abaratamiento de la producción. De este modo se pasó del diseño ad hoc del artesano al sistema empresarial racional; todo lo necesario se atendió con un menor número de elementos

El siguiente paso en la universalización del comercio que, al producir un gran ahorro  fue imponiendo lo constituyo la aceptación del Sistema Métrico Decimal. Inglaterra, siempre original, cambió el esquema, no sólo el monetario, en los años 90. En los USA todavía se resisten, peso al grave error producido en la carrera espacial cuando unos midieron en millas y otros en kilómetros. Hoy todo ello nos resulta tan natural que casi parece inconcebible que no haya sido así toda la vida. La actividad de sociedades de normalización nacionales, UNE, BS, DIN o internacionales, CEN, ISO, es inmensa; algunos nuevos productos electrónicos están faltos de esa normalización.

La universalidad del comercio trajo otra necesidad: homologar la calidad en la producción. Al realizar el control en origen era más barata que el control de calidad de lo producido, que obligaba a repetirlo a todos y cada uno de los clientes, reiterando el gasto. La homologación otorga una "presunción de calidad" iuris tantum a quien la tiene, que sólo podrá ser destruida por la víctima si, a sus expensas, demuestra la falta de calidad del producto recibido.

La ventaja de este sistema es que no tiene consideración de injerencia interna en la competencia estatal. El país importador tiene que proteger a los usuarios y a los fabricantes que compran, respectivamente, un producto acabado o un elemento del que ellos fabricarán, que tiene la calidad acorde con los niveles propios de consumo o de garantía de calidad de ese país.

Si quiere mantener ese mercado, la opción que tiene el fabricante del país importador, cuyo principal atractivo es el bajo precio del producto en el mercado internacional, es aumentar su control de fabricación de acuerdo con unas normas objetivas que garantice la calidad, iuris tantum, para así poder ser importado. Aunque esta exigencia, inicialmente, produzca un aumento de coste, acaba siendo siempre un beneficio; la exigencia de calidad, al trasladarse a todas las etapas del proceso, incluidas las materias primas, disminuye los rechazos abaratando el precio. Además, al aumentar el mercado – el de los países desarrollados, que son grandes consumidores – ocurre también una reducción en los costes de fabricación, con lo que el beneficio llega a todos.

Uno de los elementos que no se incluye en este control de calidad es el de control de Calidad Laboral. Hace algunos años hubo una denuncia contra algunas multinacionales que vendían sus productos, a coste bien elevado, fabricados por niños, aprovechando la explotación infantil tolerada en países subdesarrollados, en clara violación con las normas de la OIT. Eso ha conducido a que hoy muchos productos diga, y nos lo creemos si más control, que no han sido producidos por explotación de la mano de obra infantil.

Pero no es ésta la única explotación laboral que se comente en estos países corruptos. Está también la discriminación salarial, la insanidad de las condiciones de trabajo; la menor seguridad en el puesto de trabajo; el menor control medioambiental del proceso; la ausencia de protección a la maternidad, seguridad social, vacaciones, etc. Todos estos elementos de explotación producen el menor coste de los productos, en adición a un salario muy bajo porque el nivel de vida del país es muy bajo.

Mientras no incluyamos este control de calidad laboral mínima dentro de las exigencias para autorizar la importación de productos, estaremos retrasando el progreso que se puede deducir de la globalización de la economía de un modo hipócrita y perjudicando al empresario leal.

Tras descubrir un sótano en España donde se explota a chinos que trabajan 14 h/día en condiciones infrahumanas, cae sobre ellos todo el peso de la ley: ilegalidad de la empresa, atropello del derecho de los trabajadores, inmigración ilegal, competencia desleal, etc.

Sin embargo, si esa empresa hiciera lo mismo en China también prohibida allí por las leyes, gracias a la corrupción que tolera esa explotación, les dejaríamos exportarlo. Aunque todo fuera igual de ilegal no se consideraría competencia desleal, ¡pero lo es!.

Hay competencia desleal porque si a un empresario se le permitieran esos mismos atropellos aquí él podría producir esos productos a un precio aun menor. Pero no se le deja. Por tanto, consideraciones humanas aparte, "ojos que no ven, corazón que no siente", al autorizar esa importación fomentamos la competencia desleal con nuestros empresarios.

En estas condiciones, los países desarrollados, al menos la Unión Europea, deberían plantearse la exigencia de una Homologación de Calidad Laboral de la Producción. La vía es fácil: negar licencias de importación a las empresas sin homologación del sistema laboral de producción de acuerdo con unos mínimos niveles de calidad laboral; que cabría pactar según el desarrollo del país exportador. Esa Homologación sería controlada por Agencias del país importador, como controla la calidad tecnológica, no del país exportador.

El trato que se aplicaría a países desarrollados, no aplicable a los subdesarrollados, sería el de compensar la competencia desleal que sufren nuestros empresarios por la excesiva duración  jornada laboral legal, es el caso de los USA, que no tienen la disculpa por no ser subdesarrollados.

Y como este trato no puede ser discriminatorio, sería igualmente exigible a las empresas en el mercado interno. Como se deduce de estas redadas, compran a empresas ilegales existentes en nuestro país, con lo que están cometiendo un delito de competencia desleal.

El resultado sería un aumento del empleo en las Agencias de Homologación Laboral y una mayor facilidad y eficacia de las Inspecciones de Trabajo. El vendedor final certificaría, a través de esas Agencias, la homologación de sus suministradores. Si carecen de ella, no podrían seguir siendo sus suministradores

Este control aumentaría la calidad de la actividad laboral y todos obtendrían beneficios. En primer lugar en los países exportadores se verían beneficiados: los trabajadores mejorarían su nivel de vida laboral; el país  exportador vería aumentado su empleo al no permitirse jornadas laborales excesivas, por ilegales y aumentaría la importación de tecnología al encarecerse el costo de la mano de obra barata a la que ya no podría explotar.

En segundo lugar, en los países importadores se verían beneficiados: los trabajadores, que verían mejorado su nivel de vida laboral, porque es una realidad que no queremos ver la existencia de jornadas laborales excesivas y la existencia de trabajadores inmigrantes ilegalmente contratados; los propios empresarios europeos, al ver aliviada su competencia; el país importador que vería aumentado su empleo: al eliminarse la competencia de algunos productos importados, los de los exportadores que no tuvieran Homologación Laboral, porque ahora se producirían en el mercado propio, y por la creación de las Agencias de Homologación Laboral, y al aumentar la exportación de procesos tecnológicamente avanzados.

Las Agencias aliviarían la tarea de la Inspección de Trabajo haciéndola más eficaz, ya que al centrarse en la verificación de las homologaciones disminuiría la magnitud de su actividad siendo más eficaz. La realización de su tarea clásica serviría de control de calidad de las propias Agencias. En una segunda etapa, en el propio mercado y el de exportación a él, esta exigencia de control de las Agencias se trasladaría al segundo nivel. El vendedor final debería acreditar que sus suministradores tienen suministradores acreditados. Y así sucesivamente.

El resultado es evidente: un saneamiento de la actividad laboral que acabe con la explotación de los trabajadores, incluso en los terceros países, sin que ninguno de ellos pueda quejarse de que se trata de un "injerencia en asuntos internos". Las Agencias de Homologación Laboral acreditan a los importadores, porque es un asunto interno suyo propio.

La calidad laboral en el mercado mundial mejoraría. Se reduciría la oferta laboral al reducirse el número de explotados en jornadas ilegales y el trabajo infantil. Ello aumentaría los salarios y el nivel de vida. Los niños podrían ir a la escuela. Eso mejoraría la formación futura de esa sociedad. Así podrían salir del subdesarrollo. ¡Y los precios disminuirían!

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