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29/03/2024. 06:54:23

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De la nueva normalidad o de la anormalidad jurídica

Magistrado. Doctor en Derecho

La crisis sanitaria nos ha llevado a una situación desconocida en la que hemos descubierto la existencia de previsiones normativas con una capa de polvo de dos dedos, así como enriquecer nuestro lenguaje con nuevas expresiones.

  1. Descubrimos los ERTEs y el matiz que este acrónimo suponía con respecto a los EREs. Esa temporalidad que abría un nuevo espacio de incertidumbre para millones de trabajadores que no sabían muy bien en dónde estaban. Un limbo jurídico que, en muchos casos, seguimos sin desentrañar. Y ahí seguimos, sin saber muy bien dónde empieza y dónde acaba esa temporalidad en la regulación del empleo (o del desempleo).
  2. Otros han tenido más suerte, o eso parece, y han pasado a prestar sus servicios a la empresa para la que trabajan mediante el teletrabajo. A trabajar desde casa. Un gran avance, como medida de conciliación, repleto de trampas en esta situación. Los límites entre vida laboral y vida personal se diluyen, y lo hacen en tiempos en los que se reivindican la limitación horaria al trabajo y el derecho a la desconexión. Pero hay más. Lo que aplicado de manera parcial puede ser un avance puede convertirse, en caso de ser la forma normal de trabajar, en un incentivo para deslocalizar trabajadores y sustituir a los actuales por otros que resulten más baratos.
  3. Por otra parte, está el asunto del ocio (que, para muchos, es su negocio). Bares y restaurantes trabajando no se sabe muy bien con qué limitaciones y porcentajes. Dentro no, fuera sí, pero un 30 %, un 60 %, ahora dentro sí, pero la barra no, la mascarilla si, bueno, te la puedes quitar, pero voy al baño… Y están los cines y teatros con su aforo (era del 30 % ¿no?). De las discotecas ni hablamos. Pero, eso sí, del botellón no queremos ni oír ni hablar.
  4. Y qué decir del verano, los pueblos y sus fiestas patronales. Festejos, lo que se dice fiestas organizadas, parece que no va a haber. Ni programas municipales, ni música en la plaza del pueblo, ni festejos taurinos… otra cosa será lo de convencer a la gente, a los vecinos, oriundos y forasteros, y que no celebren a su manera esos días, los que tradicionalmente han sido festivos.
  5. Está lo de viajar. El que se quiere ir unos días a su segunda residencia, en la playa, el pueblo o la montaña. En la misma Comunidad Autónoma, en distinta o ir al extranjero. Las normas de mi lugar de procedencia y su correspondencia, o no, con las del lugar al que me quiero mover. Y qué pasa si cambian las circunstancias y hay un brote o rebrote en ese lugar en el que estoy pasando unos días. En un hotel, en una casa que he alquilado o en mi apartamento.
  6. Y está el asunto del turismo. De los que quieren venir a disfrutar de nuestro clima, de nuestra gastronomía, de nuestro patrimonio cultural… Turistas que a saber de dónde vienen. Porque, claro, no van a venir para que les digamos que se queden encerrados quince días sin salir del hotel. Habrá que hacer controles a su llegada que serán, o no serán, recíprocos y equivalentes con los que se nos exijan a nosotros en los países de procedencia de esos turistas. Controles sí. Pero ¿qué controles? ¿dónde? ¿cuándo? ¿cómo? (véase, en cuanto al control sanitario de los pasajeros internacionales, la disposición adicional sexta del Real Decreto-ley 23/2020, de 23 de junio, por el que se aprueban medidas en materia de energía y en otros ámbitos para la reactivación económica).
  7. Se habla de nueva normalidad. Término acuñado por el Consejo de Ministros en su reunión del 28 de abril al aprobar el Plan para la transición a una nueva normalidad y que en un par de meses ha pasado a cientos de normas (estatales y autonómicas). Y, de ahí, a integrarse en las conversaciones cotidianas. Nueva normalidad que, como expresión, puede tener (o aparentar) cierto empaque, aunque no pase de un vulgar eufemismo para referirse a unos cambios cuyo alcance y permanencia desconocemos y que más bien se corresponden con una inédita anormalidad.

Así la Orden del Ministerio de Sanidad de 3 de mayo de 2020 señala, en cuanto al Plan para la transición a una nueva normalidad, que es en el que se establecen los principales parámetros e instrumentos para la adaptación del conjunto de la sociedad a la nueva normalidad, con las máximas garantías de seguridad sanitaria y recuperando progresivamente los niveles de bienestar social y económico anteriores al inicio de esta crisis.

  1. Y todo ello a través de escaladas y desescaladas. Que en principio no eran más que un camino unidireccional. Hemos subido la montaña de la crisis sanitaria y ahora toca bajar. Pero nadie explicó que, aun bajando, pueden aparecer repechos, y que esto se ha convertido en el juego de la oca. Un plan de fases que puede cambiar varias veces al día, que cuenta con incontables versiones y adaptaciones, en el que algunos van muy deprisa (de oca a oca) en tanto que en ocasiones se retrocede (como cuando caes en las casillas de la posada, el pozo, el laberinto o la cárcel, sin mencionar la muerte). Hoy estás en una fase y mañana… ya veremos. Ya veremos en qué fase, circunstancias y condiciones.
  2. Con la adopción de medidas sanitarias que pueden suponer la limitación de derechos fundamentales. Tanto el confinamiento colectivo como el aislamiento individual. Cosa para la que algunos no se encuentran preparados. Tal vez por no entender (o no querer entender) que es aquello del bien común.
  3. Y, como no, el apasionante tema de las sanciones por incumplir las normas establecidas en esas fases de confinamiento. Que van a dar mucho juego (y mucho trabajo) a agentes de la autoridad, letrados de Administraciones Públicas, abogados y tribunales. Que si principio de legalidad, que si principio de tipicidad, que si cobertura normativa, que si se cumplen los requisitos para su imposición… suena a Tribunal Constitucional.

Y todo con el dichoso bicho a cuestas, moviéndose de un lado a otro con nosotros. Acompañándonos en nuestras andanzas. En casa, en el trabajo, en la terraza del bar, en el chiringuito de la playa, en la casa rural, en la estación de servicio o en cualquier tertulia estival con los amigos.

Nueva normalidad que, convertida en miles de normas y normitas, evoca anormalidad jurídica, fruto de la improvisación jurídica y que tiene como resultado una absoluta inseguridad jurídica.

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