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29/03/2024. 06:28:27

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De San Felipe al proceso de Kafka: puntos cardinales de la abogacía

Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid

Desde hace unos días, el número 1 de la calle Mayor de Madrid luce una placa conmemorativa del momento fundacional de la Congregación de los Abogados de la Corte, germen del actual Colegio de la Abogacía de Madrid. Reunidos en la sacristía del desaparecido convento de San Felipe el Real, los 37 abogados que iniciaron esta andadura se convirtieron en los primeros responsables del nombramiento de los abogados de pobres, una de sus principales actividades, sentando las bases de lo que conocemos hoy como turno de oficio y asistencia jurídica gratuita.

Superados ya los actos conmemorativos del 425 aniversario del ICAM, el foco de la abogacía madrileña se sitúa ahora sobre el colectivo que cada 12 de julio se convierte en el centro de atención del mundo jurídico. Algo más de 6.000 abogados y abogadas que desde el turno de oficio dedican la mayor parte de su tiempo a prestar asistencia jurídica gratuita a quienes carecen de recursos.

Compañeras y compañeros que, pese a estar infrarremunerados por las distintas Administraciones, atienden a esos ciudadanos y ciudadanas con absoluta dedicación, compromiso y máximos estándares de calidad.

Su labor, no suficientemente reconocida por la Sociedad y por los Poderes Públicos, ha sido especialmente relevante durante la pandemia, resultando muchos de ellos contagiados por el COVID, llegando algunos a perder incluso la vida, al asistir a los ciudadanos en comisarías y cuarteles de la Guardia Civil y Juzgados, pese a no contar con las más elementales medidas de protección.

A todos ellos, y en representación de los más de 76.000 profesionales colegiados en Madrid, traslado el reconocimiento y la gratitud que sin duda merecen. Su labor, como la del resto de la abogacía, es esencial para el normal funcionamiento de la sociedad.

Porque sin abogadas y abogados no habría seguridad jurídica, simplemente viviríamos en el caos. ¿Quién defendería los derechos de los ciudadanos? ¿Quién lucharía contra el abuso o las arbitrariedades de los poderes públicos? Sin ninguna duda, viviríamos en un mundo que se aproximaría mucho al “proceso” de Kafka.

Por este elemental motivo, siempre me he negado a aceptar el calificativo que se nos da de “meros colaboradores” de la Administración de Justicia. No somos colaboradores. Somos parte integrante de la Administración de Justicia, como los Jueces, los Fiscales, los Letrados de la Administración de Justicia o los Procuradores de los Tribunales.

Como tales, debemos participar en el gobierno y en la organización de la Administración de Justicia, respetando siempre la función jurisdiccional que, naturalmente, corresponde con carácter exclusivo a los Jueces, a quienes profesamos el máximo respeto y apoyo.

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