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25/04/2024. 04:23:39

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El debate de los Derechos Humanos en el siglo XX

Jorge Ramos

Nosotros los pueblos de las naciones unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en 1a dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad, y con tales finalidades, a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos, a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará; la fuerza armada sino en servicio del interés común, y a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todas los pueblos, hemos decidido unir nuestros esfuerzos para realizar estos designios.

Por lo tanto, nuestros respectivos Gobiernos, por medio de representantes reunidos en la ciudad de San Francisco que han exhibido sus plenos poderes, encontrados en buena y debida forma, han convenido en la presente Carta de las Naciones Unidas, y por este acto establecen una organización internacional que se denominará las Naciones Unidas

Fue tras la barbarie de la Segunda Guerra Mundial cuando la humanidad verdaderamente se dio cuenta de lo bajo que había caído. Surgieron entonces deseos de cambio profundo en las sociedades occidentales, muy especialmente en la Europa arrasada. Esto nos llevó a empezar a pensar en diversas iniciativas como la unificación de los pueblos de Europa y la unificación mundial. Pronto estas y otras iniciativas empezaron a contaminarse de esa hipocresía que caracteriza la historia de la humanidad y el resultado fue que en vez de echarle valor, nos quedamos a mitad de camino. Así tenemos hoy instituciones de las que no todo el mundo tiene claro su razón de ser, como la ONU o la UE

Aparejadas a estas organizaciones internacionales surgió la doctrina de los Derechos Humanos. Tras la catástrofe de la última Guerra Mundial, se hizo necesaria la adopción de una carta de derechos fundamentales del hombre, que delimitase los inquebrantables mínimos para garantizar la dignidad de la persona más allá de toda duda. Desde 1945, el lenguaje de los derechos humanos se ha convertido en una fuente de poder y autoridad

Sin embargo, el poder trae consigo una consecuencia ineludible: el desafío a ese poder. La doctrina de los derechos humanos se ha convertido en algo tan sumamente importante, que en su proclamación de universalidad se ha expuesto a un ataque intelectual muy intenso, del que precisamente hablaremos a continuación.

Tres ataques: Dos desde fuera y uno desde dentro

El ataque a los derechos humanos proviene de tres fuentes culturales, tal como opina Michael Ignatieff. Por un lado, las críticas provienen del Islam, por otro del propio Occidente y por último del Este Asiático. Cada uno de estos desafíos o críticas es distinto. No obstante, poseen una pauta común al cuestionar la eficacia multicultural – y por ende la legitimidad – de las normas que forman los derechos humanos.

La reticencia islamista ha estado ahí desde el principio. Recordemos que la delegación de Arabia Saudí se negó a firmar el documento en 1947 por los artículos 16 y 18. El primero de los dos hacía referencia a la libertad de elección matrimonial y el 18 a la libertad religiosa. Los argumentos esgrimidos por la delegación saudita han resonado desde entonces. En ella dicen que para la preparación del texto solamente se han tenido en cuenta los valores occidentales y se han omitido deliberadamente otras aproximaciones al tema de culturas mucho más antiguas y que han demostrado a lo largo de los siglos su sabiduría. Según la delegación, ese comité no podía proclamar la superioridad de una civilización sobre todas las demás o en su defecto imponer valores uniformes sobre cuestiones conflictivas para todos los países del planeta.

Desde 1970 la situación entre derechos humanos y el mundo islámico ha empeorado considerablemente. Fue desde la revolución contra el Sha de Persia (hoy en día Irán) cuando los islamistas han discutido con mayor fiereza la supuesta universalidad de los derechos humanos. Han puntualizado diferencias profundas, como puede ser la separación occidental entre Iglesia y Estado. Este hecho es completamente contrario a su legislación, donde el papel de la religión juega un papel fundamental. Y tienen razón. Las libertades articuladas en la Declaración de los Derechos Humanos no tienen ni un ápice de sentido cuando estamos ante los modelos teocráticos políticos islamistas. Simplemente, la libertad individual con respecto a ciertos temas no está permitida por el Corán, que aparte de norma religiosa es la principal fuente de legislación.

Frente a estos argumentos, la respuesta occidental no es la adecuada. En Occidente hemos tendido a asemejar islamismo con fundamentalismo. Esto es un grandísimo error que nos ha costado muy caro. El Islam, como todo, tiene muchas perspectivas, muchas voces, muchos matices, que apuntan inequívocamente hacia la modernidad. Así, países islámicos como Egipto y Turquía se están desviando, poco a poco, de sus posturas más extremas de manera que los derechos humanos puedan emerger y finalmente formar parte de la legislación nacional. El proceso está siendo lento, pues hay que tener gran tacto a la hora de tratar cuestiones tan tradicionales como la negación al divorcio, etcétera.

La segunda fuente de críticas a los derechos humanos proviene del propio Occidente. Por un lado establecen la crítica que anteriormente hemos considerado común: La construcción occidental no es aplicable a culturas que no comparten la matriz del individualismo liberal.

Por otro lado, existe otra teoría que establece que la llamada hegemonía intelectual occidental expresada en los derechos humanos es otra maniobra imperialista para dominar a los demás: No siendo capaces de dominar el mundo a través de un poder directo y colonial, Occidente enmascara sus verdaderos propósitos con el lenguaje universal de los derechos humanos. Esta idea ha cuajado de manera especial en los campus universitarios, donde la idea de que los derechos humanos son una falacia y que en realidad lo que se pretende es una globalización capitalista para seguir explotando al Tercer Mundo.

Estas críticas son acompañadas por la tercera fuente, la asiática. Al contrario que los países islámicos, los asiáticos poseen las economías más prometedoras del momento y son plenamente conscientes de ello. Consecuentemente, pueden desechar tranquilamente la idea de necesitar los derechos humanos para mejorar su bienestar.

Consecuencias y aclaraciones

Las críticas antes mencionadas han tenido un impacto importante en la concepción de los derechos humanos. Muchos pensadores han tenido que revisar sus más firmes creencias ante la evidencia y el peso de las críticas. Sin embargo, no todo lo esgrimido anteriormente goza, en mi opinión, de toda la razón. Podemos empezar por el punto que sostienen las tres críticas y que, básicamente, constituye el epicentro del problema al que se enfrentan estos derechos: su carácter universal.

Occidente no impuso sus valores de manera "imperialista pero disimulada", como se ha expuesto antes. Y no lo hizo por dos razones que se extraen del texto. La primera es que el propósito de este comité no era la ratificación de unos valores propugnados única y exclusivamente por Occidente sino más bien encontrar el consenso y conseguir delimitar un marco común de derechos entre concepciones políticas, éticas y morales muy distintas entre sí. De lograrlo, se podría hablar de unas normas comunes a toda la humanidad. Es innegable que el peso del comité lo llevaba Occidente, pero no obstante, se hicieron concesiones muy importantes en la elaboración del texto. Una muestra de ello es que no podemos encontrar una referencia explícita que nombre a Dios en el preámbulo. Tal referencia hubiese significado el inmediato veto por parte de las delegaciones comunistas y las tradiciones religiosas hubiesen sido incapaces de ponerse de acuerdo en la naturaleza y alcance de la referencia a Dios.

En segundo lugar, el concepto del imperialismo camuflado se queda en nada por la evidencia de los hechos. Occidente era totalmente consciente de que la descolonización estaba a la vuelta de la esquina y la declaración no hace más que propugnar derechos de autodeterminación de los pueblos y de fijar normas respecto detalles de tal magnitud (como la asignación de recursos) que pensar que todo era una astuta maniobra occidental para conseguir mas poder es una estupidez.

Finalmente, la declaración está escrita con total consciencia de Auschwitz. En este caso, esta declaración no es un panfleto demostrando a las civilizaciones inferiores la superioridad del pensamiento europeo. Más bien es un aviso, por parte de los europeos al mundo, de que no cometan sus mismos errores. El error más grave en el que incurrió Europa fue idolatrar el estado nación hasta el punto de olvidarse de los derechos individuales. Fue esto lo que pasó en Alemania, que un positivismo jurídico radical y exacerbado desembocó en que los jueces aplicaban decisiones del todo injustas. De hecho, muchos autores han considerado que esta declaración era un intento de hacer resurgir el naturalismo jurídico para salvaguardar las libertades individuales contra los abusos del estado totalitario.

Conclusión

Los derechos solamente merecen la pena si otorgan protección y medios de reclamación contra los poderosos. Estos "poderosos" son la familia, la religión y el Estado. Esta declaración no es conveniente para Arabia Saudí no porque tenga una concepción de la familia diferente, sino porque si la declaración es aprobada, puede tener a un grupo de mujeres hartas chillando por la calle, produciendo escándalos indeseables, etcétera. Esa es la razón de que los derechos humanos se hayan convertido en una causa global. Por fin la lucha de los movimientos revolucionarios (no en el sentido militar) en esos países están legitimados. Al fin alguien les echa una mano. Cuando nos dicen que los países islámicos llevan cien años de atraso, ¿significa que nosotros debemos quedarnos de brazos cruzados mientras tardan en civilizarse un siglo? ¿Y si podemos reducir el tiempo de abusos contra la persona humana?

Indudablemente, individualismo y colectivismo entran en conflicto. La doctrina referente a los derechos humanos siempre ha puesto énfasis en que tiene en cuenta este choque. Y este choque es importante, pero por ello los derechos humanos constituyen el límite irreducible que deben respetar las posiciones colectivas (concepciones de la familia, por ejemplo) y así no pisotear la libertad individual de cada cual, por mucho que pertenezca a su órgano colectivo.

Por ello nunca habrá universalidad. No la habrá porque en un mundo desigual, los únicos acuerdos entre aquellos que tienen el poder y los que no lo tienen se reducirán a meras formalidades. Aquellos que poseen el poder, seguirán escudándose en cosas como la concepción tradicional musulmana de la familia, el Corán, etcétera…

Los derechos son universales porque definen los intereses universales de aquellos sin poder. Tan simple y llanamente como eso

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