¿Qué tienen en común el presidente de Bolivia, el venezolano Hugo Chávez y el ecuatoriano Rafael Correa, además de su afinidad ideológica y su discurso populista? Que todos ellos tienen el mismo asesor jurídico, un español. Así es. La expansiva revolución bolivariana ha confiado sus proyectos constitucionales a un jurista ibérico. Este arquitecto constitucional del socialismo del siglo XXI se llama Roberto Viciano Pastor y, junto al equipo que lidera como cabeza de la Fundación “Centro de Estudios Políticos y Sociales” (CEPS), se ha convertido en el framer preferido de los nuevos experimentos institucionales suramericanos.
Además de ser catedrático de Derecho constitucional en la Universidad de Valencia, autor de libros como El Sistema Político en la Constitución Bolivariana de Venezuela, y promotor de publicaciones conjuntas como Cataluña y el país valenciano frente a la Revolución Bolivariana, Viciano podría servir también de exitoso ejemplo de management legal. Ha sabido posicionarse en su nicho de mercado (mandatarios populistas latinoamericanos) y se ha hecho con una importante cartera de clientes (Chávez, Evo, Ortega, Correa y Humala). Y es que CEPS no malbarata sus servicios. Faltaba más. Sólo el gobierno ecuatoriano desembolsó más de 120.000 dólares para pago de honorarios y viáticos para estos verdaderos global players, en retribución a su patrocinio intelectual durante la Asamblea Constituyente celebrada durante 2008 en este enclave andino. El producto final fue la carta fundamental más larga del mundo, 444 artículos de la más pura tecnología jurídica, un catálogo detallado con derechos de hasta quincuagésima generación (lo cual resulta paradójico en un país que todavía no cuajan los de la primera generación). Por otra parte, la recientemente promulgada Constitución indigenista de Morales es otra de las acabadas obras de este grupo de Pizarros de la corrección política. No obstante, el corolario de sus esfuerzos puede que sea el reciente triunfo plebiscitario de las reformas constitucionales patrocinadas por el cuasi-monarca venezolano.
Las nuevas cartas fundamentales andinas parecen querer reinventar por enésima vez las cláusulas de un contrato social perennemente incumplido. Las constituciones de Viciano constituyen un complejo, detallado y extenso decálogo de principios económicos. ¿Acertados o no?, ¡quién sabe a ciencia cierta cuál es el camino que nos conducirá al progreso! Puede ser el socialismo reinventado de este siglo o las tesis recalentadas del liberalismo decimonónico. ¡Pero si ambos extremos ya han demostrado hasta el cansancio que no funcionan! ¿Un híbrido mejor? ¿Cuáles son las medidas exactas? Nadie lo sabe. Y es que, en economía, como en muchas otras ciencias sociales, nos podemos equivocar. Como de hecho lo hacemos muy a menudo. A pesar de ello los ingenieros sociales de CEPS parecen tener todas las respuestas, todas las curas a más de 500 años de recurrentes convulsiones sociales.
Los dogmáticos, de izquierda o derecha, son reacios a aceptar que las sociedades son demasiado complejas como para ser abarcadas por posición doctrinal alguna. Un auténtico ejercicio de economía constitucional hubiera comenzado por ahorrar más en superchería ideológica, tanta palabrería. Lo que pasa es que los intelectuales, como el nuevo rico que se gasta con ansiedad para demostrar su fortuna, tienden a experimentar con cualquier parafernalia ideológica que les dicte su vanguardia intelectual. Una vez más, millones de latinoamericanos servirán de conejillos de indias para los cientifismos sociales del momento. Lo malo es que las novelerías constitucionales, como las extravagancias arquitectónicas, pasan muy rápido de moda.