El Nuevo Real Decreto sobre el sector fotovoltaico ha resultado más positivo que el anterior, aunque no todo lo beneficioso que cabría esperar. Solo queda seguir innovando para ponernos a la cabeza como productores de una energía con un futuro inagotable.
Muchos siglos después de las primeras investigaciones sobre el sol, España quiere, ahora, sacar rendimiento a su condición de país con una elevada cantidad de horas solares para convertirse en el mercado líder mundial de energía fotovoltáica. Con permiso, claro está, de la aventajada Alemania, que, pese a que dispone de menos horas de sol, ya se ocupó en su día de disponer de una legislación que le ha permitido convertirse en el claro referente mundial en esta materia.
Ha tenido que llegar la última semana de septiembre de 2008 para que, en España, el Consejo de Ministros aprobase un real decreto que regula a las instalaciones de energía solar fotovoltaica con el objetivo de que nuestro país esté entre los más fuertes y competitivos en el sector de la generación de fuerza elecromotriz por la acción de la luz del sol.
Es cierto que el real decreto ha establecido un nuevo marco jurídico que permitirá afianzar en pocos años la actividad de la producción de energía eléctrica mediante la tecnología solar fotovoltáica que ya se venía estableciendo últimamente en España. De hecho, la nueva normativa permite la instalación de 1.500 megavatios (MW) de potencia nueva en los próximos tres años hasta alcanzar unos 3.000 MW en 2010 y alrededor de 10.000 MW en 2020.
Sin embargo, el nuevo real decreto, lejos de haber dado a los sectores afectados el calor suficiente propio de una normativa sobre energía solar ha dejado frío a más de uno de ellos. De momento, ya critican que las nuevas modificaciones pueden paralizar la construcción de nuevas instalaciones en suelo al quedarse la tarifa inicial en 32 céntimos de euro por kilovatio (kW) la hora, y en 32 ó 34 para las de techo según sean mayores o menores, respectivamente, de 20 kW.
Por si fuera poco, el registro que fija este real decreto para que se inscriban los proyectos de instalaciones nuevas y antiguas con el objeto de asignarles las retribuciones correspondientes dará prioridad a los planes ya elaborados en claro detrimento de los que empiecen a redactarse con posterioridad.
Estas disposiciones son sólo algunas de las que pueden perjudicar a los productores de esta fuerza electromotriz, que se encontrarán, desde este instante, con menores apoyos retributivos y, en consecuencia, con una importante disminución en cascada de creación de instalaciones, generación de energía solar, inversiones millonarias y empleo.
Por todo ello, el nuevo panorama, más acusado si cabe con la actual crisis económica, lejos de amilanarnos, debe, por el contrario, servirnos para replantearnos la necesidad de innovar y eso, mejor que nadie, saben hacerlo las empresas del sector fotovoltaico. Innovación en sincronía con la certera tecnología a la que nos tienen acostumbrados y con la adecuada sostenibilidad siempre deseada. Y, de esta manera, volverán a ofrecernos una mejora de la calidad de esta energía renovable, una mayor cualificación de los empleos del sector y un aumento de la productividad fotovoltaica. Si el gobierno español entiende este esfuerzo con una decidida voluntad de apoyo, nuestro país puede llegar a codearse entre los más fuertes y competitivos en energía solar, sobre todo, en 2015, que es el año previsto para que el coste real de la producción fotovoltaica sea equivalente al precio de la electricidad.
Tan lejanos de las primeras observaciones astronómicas de Galileo sobre la actividad del sol y de la primera teoría heliocéntrica del sistema solar de Copérnico a partir del mucho más distante modelo de Aristarco de Samos, el siglo XXI puede convertirse en la época de la confirmación definitiva de España como referente mundial de la energía de un futuro demasiado cercano que se está convirtiendo en un presente tangible: la energía solar fotovoltaica como la mayor -por inagotable- fuente energética renovable. Y España, ya se sabe, reúne, gracias a sus elevadas horas de sol, las mejores condiciones para producirla. Entre tanto, a todos nosotros -investigadores, científicos, productores, empresarios, ecologistas y políticos- sólo nos cabe arrimarnos al sol que más calienta: el sentido común de nuestros intereses compartidos.