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25/04/2024. 13:31:07

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El tamaño… el tamaño sí importa

Profesor Universitario
Especialista en técnicas de litigación oral

José Luís Vegas

Mucho escribían, mucho redactaban los abogados en otrora cuando se demandaba o cuando se contestaba una demanda, de idéntica manera mucho se trascribía al acusar o al contestar dicha acusación. Y así, se entendía que el abogado que más folios, cuartillas u hojas consignara en el tribunal, era en consecuencia el más preparado, el más capacitado, el más instruido o el de mayor conocimiento jurídico. Los escritos contenían innumerables referencias bibliográficas, así como extractos de sentencias o jurisprudencias, las cuales se ajustaban a las pretensiones del abogado que elaboraba y suscribía dichos escritos.

Sin embargo, los tiempos han cambiado, los paradigmas son otros y en consecuencia, esa manera de litigar, esto es, esa forma de redactar escritos inmensos (parecidos a una  tesis doctoral), ya no es lo más recomendable (si es que acaso algún día lo fue). Hoy lo ajustado es ser puntual, claro, conciso, preciso. Por ello, cada vez que se tenga que redactar algo, cada vez que se tenga que exponer algo, cada vez que se deba alegar algo, o cada vez que sea necesario explanar algo en una sala de audiencias; lo ideal es buscar de ser lo más breve posible, tanto en la redacción de escritos como en las exposiciones verbales. Hay que buscar de decir mucho con poco.

Aun cuando existan muchos caminos o formas para hacerlo, lo que si es cierto, es que cada abogado que defiende una causa  tiene como norte, como objetivo o como fin, el de persuadir al juez o al tribunal. A eso acude a la sala de audiencias. Su trabajo más afanoso es convencer al juzgador de que su tesis es la más fuerte, la más creíble, la más verosímil, la más sólida;  y en consecuencia, es a su favor como debe fallar.

Si hay algo que debe conocer -y manejar a la perfección- el abogado litigante es el tema que tratará; para ello deberá estudiar, investigar y consultar, todo lo relacionado con el asunto que defiende. Una vez que tenga la mayor cantidad de información al respecto, entonces tendrá que forjarse su propia opinión. El tener una opinión personal, le brindará las herramientas necesarias para poder ser más persuasivo al momento de tener que argumentar bien sea de forma escrita o hablada, el punto específico. Esta compresión acentuada, honda, penetrante y recóndita del tema, debe exteriorizarla el abogado litigante con sus propias palabras, para así persuadir desde el conocimiento profundo del tema al juzgador.

Una vez que el togado tenga su propio sentir al respecto, lo ideal es soportar, fundamentar o cimentar el mismo con argumentos llanos, claros, específicos, creíbles, verosímiles y concretos. Los dichos, las exposiciones o los alegatos en sala deben ser deben ser largos y cortos. Tan largos como una minifalda, y tan cortos que permitan crear interés en el juzgador sobre el tema que se está exponiendo en su corte.

La narración debe invitar, incitar, estimular o provocar que los jueces quieran seguir escuchando todo aquello que está narrando el abogado. Así las cosas, se hace necesario crear un ambiente expectante en la sala, hay que despertar interés en el juez. Para ello el litigante debe combinar palabras comunes con especializadas. Para mantener el interés del juez en el discurso, es imprescindible que el abogado pinte imágenes en la mente del juzgador, y eso, -pintar imágenes- se logra haciendo un excelente uso de los volúmenes altos y bajos al hablar; así como las velocidades rápidas y lentas al exponer, utilizando claro está, las palabras adecuadas para ello. El alegato debe despertar en el juez, el mismo interés que mantiene despierto al receptor, cuando alguien le lee un cuento.   

Para que un alegato corto sea eficaz, debe poseer los siguientes ingredientes: Debe ser claro, esto es, sin palabras rebuscadas o excesivamente técnicas, todo ello para que el recado sea fácilmente descifrable, entendible o comprensible. Debe igualmente ser preciso, es decir, que dicho mensaje sea exacto, justo, completo; que se baste por sí mismo, y que no haya necesidad de buscar apoyo en el expediente, fuera de la sala, en un diccionario, o en un libro, para interpretar que fue lo que quiso decir el abogado. El alegato ha de ser objetivo, por ello el mensaje tiene que tratar de ser veraz, creíble, racional, comprobable y auténtico. Así también, el exordio tiene que ser oportuno, esto es, que el mensaje sea lo más preciso y adecuado posible para el fin que se persigue. Un ingrediente que no debe y no puede faltar al exponer en sala, es que la narración sea interesante, ello infiere que el mensaje sea atractivo y motive al receptor a prestar atención. Por último, para ganar definitivamente la atención del juzgador, debes ser breve, y por ello, si puedes utilizar dos o tres palabras para describir algo; jamás, pero jamás, utilices cuatro o cinco.  

En síntesis, si de persuadir se trata; por supuesto que el tamaño, si importa…   

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