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25/04/2024. 05:34:51

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Justicia universal y medioambiente global

Profesor de Investigación del CSIC

A. J. Vázquez Vaamonde

El concepto de justicia universal es un progreso en el desarrollo de la convivencia social internacional. Se supera así, con hartas limitaciones, el concepto vigente de "soberanía nacional" utilizado para la tección de delincuentes, sobre todo los institucionales.

Otro concepto,  el de medioambiente global va progresando lentamente. Transcurre siguiendo las mismas etapas que la Comunidad Económica Europea.

La CEE, que empezó como un proyecto político de naturaleza económica en torno al Carbon y el Acero, CECA, y la Energía Atómica, EURATOM.

Hoy es ya un claro proyecto político, aunque su progreso siga siendo lento. Su contenido económico es el lubricante que elimina el "rozamiento" de las voluntades remisas a la unión. Por eso, la globalización recibe los mismos denuestos que recibió la UE.

Los "puros", ¡Dios nos libre de ellos!, se quejaban de que era una "Europa de los mercaderes", con un tonillo despreciativo de ¿superioridad? No comprendían que el mercader, adecuadamente controlado en su egoísmo, nada distinto, por otra parte, del de los compradores, tienen claro algo: cuanto mayor sea el nivel de vida de sus clientes, sus ventas, es decir, sus beneficios, aumentarán.

Así las cosas, procede plantearse la posibilidad de una "justicia universal por daños al medioambiente que trascienden los límites nacionales. Se trata, de nuevo, de superar la impunidad jurídica deriva de la autoridad soberana de los Estados y el principio de no intervención de la Sociedad Internacional de Estados yuxtapuestos.

Pero hacerlo respetando el principio de limitación de responsabilidades, que es el concepto esencial de las Sociedades Anónimas o de Responsabilidad Limitada, que son las que constituyen la inmensa mayor parte del tejido productivo de riqueza.

De los daños nacionales al medioambiente se pasó, por la influencia de los vientos a las lluvias ácidas transfronterizas. Hoy día se han corregido en gran medida gracias a que la legislación reconocía y facilitaba el derecho al resarcimiento de estos daños. Hay una situación que aun escapa al control internacional: los grandes desastres medioambientales nacionales, no menores por sufrirlo sobre todo las personas.

Ante la situación de catástrofes como la de Bophal, en la India, los abogados defensores de las víctimas, más que reclamar el "levantamiento del velo" del limite de las responsabilidades piden que "no se deje caer un telón" más opaco que el de acero.

Existe un concepto que se está introduciendo en la legislación medioambiental: el denominado MTE o MTU, siglas de la Mejor Tecnología Existente, o el más económico, desde el punto de vista empresarial de la Mejor Tecnología Utilizable.

Cada país, dadas sus limitaciones, tiene acceso financiero y tecnológico a las tecnologías que puede adquirir. Por ello estos conceptos, aun siendo universales en su disponibilidad, deben usarse con moderación a la vista de la circunstancia nacional. No cabe exigir a los países económicamente emergentes unas inversiones de capital para adquirir tecnología que son exigibles, son algo ordinario, en países desarrollados. Hacerlo, podría agotar sus recursos escasos o provocar una dependencia tecnológica y financiera que acabara yugulando su mismo desarrollo.

Lo que sí cabe hacer, y creemos que debería hacerse, es establecer leyes que impidan a las multinacionales obtener su beneficio no de su buena gestión sino por lo barato que es el estrago del medio ambiente y de los derechos humanos en otros países.

Debe quedar claro que los seres humanos también somos parte de ese medio ambiente que todos protegen. Los ecologistas debían prestarle más atención a la "cría de humano" que a la cría del abejaruco, a las focas, victimas de matanzas crueles, al lince en peligro de extinción, etc., aunque "la especies humana" no lo esté.

Debe corregirse el abuso de las empresas multinacionales que, con el achaque de la responsabilidad limitada de las empresas filiales, dominadas de facto a través de tejidos más o menos enmarañados, o de las empresas propietarias de plantas cuyas tecnologías son obsoletas e invierten poco en depuración de emisiones, seguridad, etc.

El mero control, aunque las decisiones que cada compañía tome sean autónomas, al estar descentralizada la gestión, debe bastar para atribuir la exigencia del empleo de las MTE más exigentes del país donde tengan una actividad económica similar.

Es aceptable, con matizaciones que exceden estos comentarios, aprovecharse del beneficio los salarios más bajos que produce la descentralización porque el nivel de vida sea más bajo. El país, y sus habitantes, recibe un beneficio más o menos justo: aumento del empleo, de la transferencia de tecnología, del pago de los impuestos.

La situación es análoga a la de los turistas que "deslocalizan" sus vacaciones a los países subdesarrollados porque son más baratos. Pero eso no les autoriza a cometer un delito sexual, aunque las autoridades del país lo toleren ¿o fomenten?, dada su corrupción política. Los turistas pueden ser acusados de ese delito en su propio país; esa es una virtud del concepto de "justicia internacional" y la "globalización de la convivencia". Nihil humanum alienum est mihi, dijo ya Terencio hace muchos siglos.

Mutatis mutandis, lo mismo cabe exigir con las deslocalizaciones industriales. Así, respetando los límites "soberanos" de los países y las legislaciones internas, y la limitación de responsabilidad social, respetaríamos a los ciudadanos de esos países como se merecen la misma que todos.

El objetivo es que no se tolere una acumulación de riesgos, que sería ilegal en el país de donde procede el capital. La desgracia de vivir en un país emergente bajo autoridades que no respetan sus derechos no se debe aumentar exportándoles capital para respetárselos aun menos, procedente de países que sí se los respetan a sí mismos.

El trato debe de ser el mismo que el establecido para los turistas que cometen delitos sexuales. Se castigará a las sociedades aplicándoles la ley personal, la del país de donde proceden, salvo que sea más rigurosa la del país donde se comete el delito.

Sin duda el delito sexual nos parece a todos el summun de lo intolerable, y lo es. Pero el delito derivado de la catástrofe de Bophal, que ha ocasionado gravísimos daños a decenas de miles de personas para todo el resto de su vida, sin posibilidad de superación, ni psicológica ni material, sin duda merece también nuestra atención.

Además, no cabe la más mínima duda que cualquier pequeño accionista como V. o yo, quizá no los mayoritarios, estaríamos dispuestos a recibir un dividendo menor para tener la tranquilidad de que no esté manchado con sangre inocente.

Muchas multinacionales, ante las acusaciones de explotación infantil, cambiaron su gestión en esos centros de producción deslocalizados en terceros países. Ahora dicen las etiquetas de los productos -esperemos que sea cierto- "este producto no ha sido fabricado por niños por debajo de la edad laboral". Ninguna ha quebrado. Más aun, quizá hayan aumentado sus ventas. De nuevo la ética produjo un beneficio para todos.

El concepto de que "el beneficio nace de la explotación ajena" anida aun en el subconsciente, quizá tras demasiados siglos de esclavitud legalizada. Lo cierto es que "el beneficio nace del bienestar ajeno", un concepto que, tercamente, la gente rechaza.

Pero eso es algo que ni aunque lo diga se lo cree nadie. De hecho su hijo lo dijo hace unos dos mil años: "aquellos que dejan sus riquezas y todas las cosas por Él, recibirán el ciento por uno en esta vida, y después la vida eterna" (Mat.29, 19). Y él, según sus indicaciones somos todos los demás: "quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve ". Como ni los más avariciosos pretenden el ciento por uno en esta vida – Hacienda se llevaría mucho –  quizá compartiendo las plusvalías con el hermano al que vemos, que no dejándosela, fuera suficiente para conseguir un 30 % en esta vida y la vida eterna del Dios al que no vemos.

Pero se niega la evidencia de que la mayor prosperidad colectiva aumenta la individual. Ni los argumentos de los creyentes ni los económicos vencen el sentimiento enraizado de la explotación a corto plazo: Más vale ciento en mano que ciento volando.

En los USA, son expertos, un consejo básico en la contratación dice: "que el último dólar lo gane el otro". Ese otro es el ciudadano trabajador que nos ha permitido obtener beneficios, que si es nuestro cliente nos producirá más, pero del que obtendremos menos exprimiéndolo que fomentado antes su desarrollo y así pueda ser nuestro cliente.

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