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04/05/2024. 05:54:23

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La culpa es de mi padre

Profesor de Investigación del CSIC

A. J. Vázquez Vaamonde

Como ocurre siempre la causa de mis pecados es la mala educación y malos ejemplos recibidos de mis padres. Yo no soy un caso aparte.

Mi padre me dijo que la razón debía de presidir mis actos y ser la piedra de toque de la valoración del comportamiento ajeno; que era un sujeto de derechos y que era falsa la teoría del origen divino del poder de los Reyes;  y también la de Franco. Aunque las monedas dijeran: "Caudillo de España por la G. de Dios"; la "gracia" fue rebelarse contra la República democrática.

Que debía apreciar lo que era justo, equitativo y saludable, como decía el canon de la misa, y rechazar lo injusto, desequilibrado e insano. Que debía cumplir las leyes justas y, si no podía cambiarlas, soportar las injustas. Que siempre debería ser justo allí donde estuviera, sólo o en compañía. Que para el justo la "Carta Magna" de la Justica es la ética, no el Código Penal, que es la que legitima la injusticia del delincuente.

Yo oía a mis padres pero no siempre les hacía caso, algunas veces porque no entendía el significado de lo que decían. Otra cosa era cuando actuaban

Tenía unos siete u ocho años y esta con él en la cola para sacar los billetes en e irnos de vacaciones. Más gente esperaba, algunos con la urgencia de regresar a su casa. Para irritación general algunas personas entraban por una puerta lateral a la oficina de venta y salían con los billetes. Poco a poco surgió un murmullo de "no hay derecho", "siempre abusando de los mismos", etc.

Al cabo de un rato mi padre se dirigió a un Guardia Civil que estaba en la cola detrás de nosotros y le dijo: "Vd., que es aquí la autoridad, no puede tolerar que se abuse de quienes respetamos la cola. ¡Haga algo!". El pobre Guardia se quedó sorprendido. Se disculpó: "es que no estoy de servicio". "De eso nada – le replicó mi padre – Vd. está de uniforme, por tanto, está de servicio".

La  gente reaccionó y consideró válido el argumento y le forzó a actuar. El pobre Guardia Civil entró, al final, por la puerta lateral de la oficina de venta. No sabemos qué dijo pero al salir anunció: "ya no volverán a dar más billetes". Y así fue, la siguiente persona que intentó conseguirlo por la puerta falsa salió como había entrado: sin billete. Cuando nos tocó el turno sacamos los billetes y al marcharse mi padre se despidió del Guardia Civil: "Muchas gracias por su actuación". Él, aun desconcertado dijo: "Era mi deber".

"¿Por qué te hizo caso sí él manda más que tu?", le pregunté, ya en la calle. "Porque yo tenía la razón y él tiene la autoridad pero como nuestro empleado. Él está al servicio del pueblo, que es de donde nace el poder". "Pero tu en el Instituto – entonces él era su Director – eres el que manda"." Examinar si habéis aprendido es el poder del profesor, pero nosotros trabajamos para vuestro servicio; enseñaros es vuestro derecho a aprender y por eso somos vuestros empleados". Ésta fue una metáfora excesiva para mis siete u ocho años.

Cuando veo hoy a algunas autoridades judiciales pidiendo que "no se les critique" y que "se les respete" recuerdo aquella lección. Tendrán la autoridad, pero son nuestros empleados. Nuestro respeto vendrá no por aplicar la ley – ése es su poder – sino porque impartan justicia – que ése es nuestro derecho.

Por eso declaro mi falta de respeto, entre otros, desgraciadamente muchos, a esos jueces de Valencia que dictaron una reciente sentencia basada en antecedentes judiciales falsos y en otros no aplicables al caso.

Como no les puedo atribuir incompetencia, la sombra de la prevaricación sobrevuela sobre ellos. También sobre quienes, viendo lo mismo que yo, no actúan de oficio pese a ser su obligación. Quizá han "agotado" su diligencia en otras actividades igualmente "non sanctas".

Querido lector, Vd. es unas veces abogado defensor y otras acusador. Adopte su posición en relación con mi culpabilidad por declarar que no respeto lo que no me merece respeto ni a quien no me lo merece.

Y si es juez, condene al más culpable: a mi padre por su enseñanza o a mí por mi aprendizaje. O a los dos ¿por alteración del Orden Público?

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