Mientras los cimientos del capitalismo financiero se resquebrajan, el mundo entero busca nuevos paradigmas jurídicos que permitan retomar el camino perdido a la prosperidad. Ni los dogmáticos laissez faire ni los tradicionales defensores del intervencionismo estatal parecen encontrar fórmulas apropiadas para superar el presente caos económico.
Las respuestas, aún esquivas, pueden estar escondidas donde menos nos lo esperamos. Frente a este estado de confusión total, hay quienes han empezado a buscar soluciones en la religión. Así es, durante el último año, diversos expertos han volcado su atención al mundo de las instituciones financieras islámicas, que parecen seguir saludables, casi ajenas a la devastación general. Más aún, un número creciente de gurús bancarios de Nueva York o Washington están buscado consejo en el selecto grupo de juristas que dominan los aspectos financieros del Derecho islámico.
Tal es la repercusión de este nuevo paradigma legal que la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard ha iniciado el Islamic Finance Project. Uno de sus responsables, Frank E. Vogel, en una entrevista realizada por Legaltoday.com, señalaba que el Derecho islámico "es un Derecho de juristas, en el cuál no existen decretos legislativos, estatutos, ni precedente jurisprudenciales: sólo la opinión de los sabios". Apuntó también que cubre una amplia gama de cuestiones humanas, no se limita únicamente a la moral, además regula aspectos económicos, de forma muy minuciosa en ciertos casos, como el de las normas sobre transacciones financieras (Fiqh al-Muamalat), que prohíben el cobro de intereses (riba), por considerarlo pecaminoso, contrario a la moral. La Sharia, señaló el académico estadounidense, es interpretada por una clase especial de juristas, expertos en el Corán, los ulamas. No obstante, hoy son muy pocos los países que basan su legislación en la fe del profeta. Uno de esos raros ejemplos es Arabia Saudí. Por otra parte, hay diversos Estados de tradición musulmana que tienen ordenamientos mixtos y aplican parcialmente los cánones religiosos a su sistema bancario, tal es el caso de Malasia.
Para los juristas mahometanos, "el concepto central es la justicia", apunta Carla Power en Foreign Policy. No se realiza ninguna operación que se considere injusta para la entidad prestataria o para el cliente. "En cualquier aventura financiera, el riesgo debe compartirse". Por ello, los bancos islámicos han soslayado la utilización de intereses mediante el empleo de la figura jurídica conocida como murabaha: "un crédito o venta a el que se añade una comisión al coste de la transacción. Así, cuando un musulmán pide dinero prestado a un banco para comprar algo, firma un contrato por el cual acepta devolver a la entidad el coste del producto más una determinada cantidad de beneficio". En ese marco contractual, la entidad bancaria es concebida como un socio, antes que un mero agente financiero.
Power apunta además que, de acuerdo a los eruditos de la banca islámica, los instrumentos financieros operados al amparo del Corán no han sufrido el descalabro que han sufrido otros porque sus cánones religiosos impiden la inversión directa en instituciones financieras. Por otra parte, debido a la estricta prohibición de los juegos de azar o maysir, las inversiones de riesgo son consideradas pecaminosas, así como las ventas al descubierto (short-selling), dado que no se puede vender lo que no se posee, por lo que también queda proscrita la venta de deudas. Así, los tristemente célebres credit-default swaps, complejos instrumentos financieros que tantos quebraderos de cabeza han causado en la presente debacle económica, simplemente no hubieran sido permitidos por la ley islámica.
Si bien el mercado de valores islámico tiene dimensiones reducidas por el momento, hay quienes opinan que la popularización de los instrumentos "shariah friendly", sumada a la situación de extrema desconfianza en el mundo entero, puede terminar por atraer un gran flujo capitales hacia los banqueros de Mahoma. La publicación Failaka Shariah Report 2008 contiene una lista de los cien ulamas más prestigiosos en el mundo de las finanzas mahometanas, sus perfiles biográficos completos y las instituciones financieras más importantes que aplican la ley de Alá a sus transacciones financieras. Muchos de estos expertos prestan asesoría a los más prestigiosos emporios financieros de Estados Unidos y Europa; cobran por ello altos honorarios. Sus "fetuas" (decretos islámicos) son solicitadas por importantes instituciones del mercado de valores como Dow Jones o HSBC.
Para el profesor de la Universidad de Rice (EEUU) Mahmud El Gamal, autor de Islamic Law, Economics and Practice, detrás de este resurgir de la fe en las finanzas puede esconderse una promoción solapada del fundamentalismo religioso en algunos casos, y de un lucrativo negocio en otros. Puede que también halla Madoffs pululando por las polis financieras de Oriente Medio, esperando su oportunidad. O no. En su blog, http://elgamal.blogspot.com/, este académico advierte, eso sí, que las disposiciones en torno a las prácticas bancarias no son patrimonio exclusivo del islam, también se encuentran en pasajes bíblicos del antiguo testamento, son "prohibiciones y disposiciones ancestrales que reflejan la sabiduría acumulada de milenios de historia humana".
Suena casi inconcebible que hoy los juristas occidentales estén buscando inspiración en los textos religiosos, toda una herejía en un territorio, el del Derecho, únicamente sujeto a los dictados de la razón. Sin embargo, no lo es. En todo caso esta crisis ha puesto al descubierto, una vez más, que siempre se debe mantener la mente abierta. Además, la solución no siempre vendrá precisamente de los grandes centros financieros, ni de su élite profesional y académica. Esta vez, podríamos estar antes una auténtica revolución, un cambio de paradigmas, y quizás muchas de ellas signifiquen volver al pasado, aún cuando ello implique reivindicar la tradición más ancestral.