La corrupción es uno de los fenómenos más peligrosos para el Estado de derecho, el desarrollo económico y democrático a nivel internacional. La razón es bastante sencilla: la corrupción ataca desde dentro y con frecuencia la facilitan las mismas personas en quien se confía la creación de las condiciones adecuadas para eliminarla. La corrupción es un enemigo temible, pero demasiado a menudo sólo se lo combate con la boca pequeña.
Al luchar contra la corrupción, el desarrollo de textos legales ha resultado ser la parte más fácil de la tarea. Sin duda, en este ámbito, Europa ha superado a otros continentes; los convenios europeos contra la corrupción establecen un complejo sistema de normas que debería, al menos, prevenir la comisión de delitos de corrupción. Otras iniciativas anti-corrupción, tales como asegurar la transparencia en la financiación de los partidos políticos y las campañas electorales, aún no se han formulado en un texto internacional jurídicamente vinculante.
La correcta aplicación de las normas internacionales sólo puede garantizarse a través de mecanismos adecuados de control. La primera organización que logró crear un mecanismo de este tipo fue la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, seguida de cerca por el Consejo de Europa con la creación del Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO). A pesar de que las Naciones Unidas se han esforzado desde hace algunos años por establecer un mecanismo de seguimiento de su convención contra la corrupción, por desgracia, parece que su creación no está todavía cercana.
Actualmente el organismo internacional de vigilancia de la aplicación de las normas europeas contra la corrupción con el mayor número de miembros es el GRECO, que cuenta con 46 estados, entre ellos España. Hasta el momento, el GRECO ha evaluado las medidas contra la corrupción en sus estados miembros con respecto al marco jurídico, la labor de organismos especializados de lucha contra la corrupción y los sistemas de inmunidad. Actualmente está supervisando la transparencia de la financiación de los partidos políticos. El GRECO celebra este año su 10º aniversario. En estos diez años ha contribuido a la enmienda de varias constituciones y de normativas de distinto rango, a la creación de organismos especializados en la lucha contra la corrupción,y a la mejora de su rendimiento.
¿Es realmente posible garantizar un enfoque pan europeo a la lucha contra la corrupción, cuando los estados a menudo se limitan a hablar pero no a actuar? Uno puede permitirse cierto grado de optimismo, ya que ha habido una serie de casos en los que se ha combatido con éxito la corrupción, tanto a nivel nacional como internacional. La mayor parte de los países han aprobado y puesto en práctica estrategias específicas de lucha contra la corrupción.
Sin embargo, en Europa la situación no es satisfactoria. Hay una serie de diferencias entre los 15 estados que se integraron primero en la Unión Europea (UE) y otros países europeos, ya que estos últimos se muestran a menudo más dispuestos a luchar contra la corrupción que los primeros. El grado de interés por garantizar el funcionamiento eficaz de las medidas contra la corrupción todavía depende exclusivamente de fuerzas políticas nacionales, mientras que los que luchan contra la corrupción sobre el terreno a menudo están expuestos a amenazas y graves peligros.
En vista de esta situación, la UE está tratando de subsanar las deficiencias, pero lo hace poniendo en peligro los mecanismos que ya están en funcionamiento y, por tanto rompiendo la fuerza de contar con una lucha europea unificada y geográficamente amplia contra la corrupción. Este último podría ocurrir si prosperan los planes de la Comisión Europea para crear un nuevo mecanismo de vigilancia europeo, que sería el cuarto en el continente.
Por otra parte, debido a la influencia de algunos estados cuyo principal objetivo es la auto-promoción, la futura Red Europea de Lucha contra la Corrupción, que tiene el potencial para convertirse en un punto de partida eficaz para luchar contra la corrupción en Europa, podría correr el riesgo de acabar siendo otro foro de debate más. Esta red, en la que se integrarán los organismos nacionales que luchan contra la corrupción sobre el terreno, utilizará las normas del GRECO en su labor.
A pesar de los esfuerzos del Consejo de Europa y otras organizaciones similares, que han tenido cierto éxito, Europa no aprovecha el potencial que tiene para reducir el alcance de la corrupción en sus estados. La situación no cambiará hasta que la Comisión Europea y todos los países europeos sean conscientes de que la corrupción que se produce en cualquiera de ellos les perjudica sobre todo a ellos mismos, pero también a otros; y que los ideales y metas europeos están en peligro, no sólo debido a la existencia de un "Este" o "Sur" corruptos, sino sobre todo debido a la inexplicable ignorancia de los gobernantes sobre la necesidad de desarrollar medidas eficaces contra la corrupción a nivel europeo.