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19/04/2024. 18:59:59

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La regulación en el deporte profesional

Coordinador del Practicum de la Abogacía, Ed. Aranzadi

Alberto Palomar Olmedo

En estos días se han dado a la publicidad un conjunto de estudios que tratan de poner de manifiesto las dificultades del deporte profesional en España. Es evidente que, cuando esta situación se plantea, es necesario realizar una reflexión general sobre la financiación del sistema. Lejos de reflexionar, parece que se ha encontrado la solución: el problema es la gestión y la necesidad de autocontención.

Es perfectamente posible aceptar que ambos factores deben estar presentes en la reflexión, pero no debe olvidarse que el deporte profesional es un mercado fuertemente intervenido en su conformación. Desde la propia declaración de interés general de la Ley de Deporte a las obligaciones informativas, televisivas, de marco tributario, de cesión de activos a otras entidades para su explotación comercial y deportiva, de limitación de la actividad contractual, autorizaciones de todo orden, limitaciones a la ventas de inmovilizado, etc. Las causas de la intervención son históricas y de contexto general, pero existen y no pueden ignorarse sin ignorar a la vez la propia estructura del negocio.

A partir de ahí, es necesario reformular el mercado y, en ese ámbito, la autorregulación que ahora se propone como panacea tiene un amplio papel, pero también la desregulación. No se puede enfrentar al mercado con algunas de sus disfuncionalidades cuando quien las crea, tolera o permite mantiene el mercado regulado en aras de un sedicente interés general que distorsiona en gran parte las reglas del funcionamiento del sistema.

En este esquema, lo que probablemente es necesario en el deporte profesional es repensar cuál es el papel admisible de los poderes públicos y hasta dónde deben estos intervenir, regular y actuar.

Siendo esto así, parece claro que la sociedad puede apostar por que sean los propios agentes los que aseguren la solvencia del sistema. Es una opción legítima y aceptable, como lo era la del control público no ejercido.

Lo que no puede negarse es que algo hay que hacer para conseguir la solvencia del deporte profesional. Desde luego, hay que conseguir que los mecanismos habituales de responsabilidad funcionen: la responsabilidad de los gestores, de las entidades y de los supervisores son elementos necesarios y, desde luego, no muy aplicados en los últimos tiempos. El compromiso de los organizadores por la solvencia y las medidas de ordenación interna son, igualmente, un buen camino y ciertamente muy en la línea de la autorregulación.

En la opción desregular-autorregular, la que debe primar es la de regular, pero de otra forma. Es necesario reconocer que estamos ante una actividad esencialmente económica y que en los mecanismos e intríngulis económicos el mercado del deporte profesional es un mercado profundamente disfuncional, porque sus estructuras están pensadas para una realidad no económica y porque no ha existido un tratamiento específico de las características esenciales del negocio evolucionado al sector más representativo del sector del entretenimiento.

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