El profesional debe crear la relación de ayuda, nos dice C. Rogers, al referirse al apoyo terapéutico a una persona, y también a todo tipo de ayuda que se pueda dar de padre al hijo, del maestro al alumno y del profesional al cliente.
Ahora bien: ¿Qué significa para este autor crear la relación de ayuda?. Si trasladamos al campo de la abogacía los principios de Rogers al respecto, podríamos decir que la asistencia jurídica y humana que el abogado debería dar al cliente no podría, solamente, generarse a partir de cualidades profesionales del letrado tales como sus conocimientos jurídicos, la oratoria que posea y también su elegante despacho para brindar una esmerada atención. El abogado tendría que crear un ¨ marco de entrevista profesional ¨ que se caracterice por ser auténtico, para lo cual hay que ser una persona ¨ psicológicamente madura. Esto debe ser percibido por el cliente.
Para lograr este ¨ estado ideal ¨ de persona auténtica y sentar así las condiciones necesarias y suficientes para una buena relación de ayuda, Rogers se hacía una serie de preguntas, que iremos analizando adaptadas a nuestra profesión de abogados. Un primer interrogante es: ¿Cómo ¨ puedo ser ¨ Yo abogado, para que el Otro (cliente) me perciba como una persona digna de fe, coherente y segura, en sentido profundo? Rogers pensaba que en su relación de ayuda como terapeuta, si cumplía con las condiciones externas de la confiabilidad – respetar horarios, la naturaleza confidencial de la entrevistas, etc.- lograría ese objetivo. Entiendo que así razonamos los abogados muchas veces. Creemos que la mostración de las cualidades profesionales – como ya anticipo- mediante los títulos enmarcados colgados en el despacho, la vestimenta acorde a la profesión (más bien formal ) y el manejo de una retórica atildada son elementos bastante, para trasmitir al cliente ¨ suficiente profesionalismo ¨. Pero esto según Rogers no es todo, ya que la experiencia le demostró que cuando una actitud externa incondicional está acompañada por sentimientos (ya estamos en el interior de uno) de aburrimiento, escepticismo o rechazo (al cliente), al cabo de un tiempo es percibida por el entrevistado (cliente) como una personalidad inconsecuente o poco merecedora de confianza. ¿No le ha pasado a usted colega?
Por ello dice nuestro autor, he llegado a comprender que ganar la confianza del Otro no requiere una rígida estabilidad, sino que supone ser sincero y auténtico. Esto es ser uno coherente. El Otro advierte cuando uno no es una persona integrada y unificada (estar hablando de una manera y sintiendo de otra). Uno debe ser tal como es en lo profundo de si mismo. Esta es la realidad que inspira confianza en los demás. El rol de abogado no debería desprenderse de lo que esencialmente somos. Pero muchas veces por querer impresionar acentuamos aspectos de la personalidad de tal manera que nos hace ser distinto a lo cotidiano. Es un falso self. Pero esto no sirve. Por el contrario nos estamos haciendo más vulnerables ante el cliente.
Otra pregunta que impone el tema es: ¿Puedo Yo abogado, ser lo suficientemente expresivo, como persona, de manera tal que pueda comunicarme lo que soy sin ambigüedades? La experiencia rogeriana cuenta que cuando uno experimenta un sentimiento de aburrimiento o fastidio hacia otra persona sin advertirlo, su comunicación contiene mensajes contradictorios. La palabra de uno trasmiten un mensaje, pero por vías más sutiles comunico el fastidio que siento; esto confunde a la otra persona y le inspira desconfianza, aunque ella tampoco advierte el origen de la dificultad. Cuando como padre, terapeuta, abogado, uno no logra percibir lo que ocurre en uno mismo a causa de una actitud defensiva, no consigue hacer consciente sus propios sentimientos y sobreviene así el fracaso en la relación con el Otro. Por eso la enseñanza fundamental que queda de lo expuesto es que uno en una relación de ayuda debe ser auténtico. Si en una relación profesional, Yo abogado, soy coherente en una medida razonable, si ni Yo ni el Otro ocultamos sentimientos importantes para la relación, no cabe duda de que podremos establecer una adecuada relación de ayuda.
Aceptarse y mostrarse a la otra persona tal como uno es, implica una de las tareas más difíciles – no es sencillo aceptarse a uno mismo-, que casi nunca puede lograrse por completo.
Otra pregunta para lograr un marco adecuado de relación de ayuda es: ¿Puedo permitirme experimentar actitudes positivas hacia la otra persona: actitudes de calidez, cuidado, agrado, interés, respeto? Sucede que uno teme que si se permite experimentar tales sentimientos hacia el Otro (cliente), podría estar evidenciando aspectos de la personalidad que posibiliten que aquél nos ¨ atrape ¨ . En consecuencia uno reacciona tratando de poner distancia entre uno y el Otro. Se genera así un alejamiento. Una postura profesional. Los profesionales sentimos que si no hay ¨ distancia ¨ con el cliente perdemos neutralidad. Así el Otro pasa a ser un ¨ objeto profesional ¨ . Parecería preferible que no nos reconociéramos con el Otro en una relación entre dos personas. No obstante, Rogers sostiene que: uno se siente realmente satisfecho cuando descubre, en la relación profesional, que sentir y vincularse con el Otro como persona, hacia la que experimenta sentimientos positivos, no es perjudicial.
Pero hay más preguntas para la creación de relación de ayuda. ¿Puedo ser suficientemente fuerte como persona para distinguirme del Otro? ¿Puedo respetar con firmeza mis propios sentimientos y necesidades, tanto como los del Otro?. La experiencia rogeriana dice que cuando uno logra sentir con la libertad de ser una persona independiente, se descubre que uno puede comprender y aceptar al Otro con mayor profundidad, porque uno no teme perder su mismidad.
Lo expuesto lleva a preguntarnos: ¿Yo abogado estoy suficientemente seguro de mi mismo como para admitir la individualidad del Otro (cliente)? ¿Puedo permitirle al Otro (cliente) ser lo que es: honesto o falso, infantil o adulto? ¿Puedo otorgarle al Otro la libertad de ser? ¿O siento que el Otro debería seguir al consejo de uno como profesional, depender de mí en alguna medida o bien tomarme como modelo? Para dar respuesta a estos planteos Rogers toma un estudio de R. E. Farson, mediante el cual se demostró que el asesor menos capacitado tiende a inducir una adecuación a su propia personalidad y procura que los clientes lo tomen como modelo. En cambio el asesor más competente y confiado en si mismo, puede interactuar con su cliente la veces que quiera sin interferir la libertad del cliente a desarrollar una personalidad distinta a la del profesional.
Otra pregunta sobre el tema es: ¿Puede el profesional entrar en el mundo de los sentimientos del Otro (cliente) y verlos tal como el los ve? Esto es empatizar con el Otro. Es como ponerse en sus ¨ zapatos ¨ de los sentimientos. Rogers dice tener un mínimo grado de comprensión empática puede significar de gran ayuda en la relación profesional con el Otro
También en la relación de ayuda hay que preguntarse sobre la capacidad de aceptar cada uno de los aspectos que el Otro me presenta. Por eso los interrogantes: ¿Puedo aceptarlo al otro tal cual es? ¿Puedo comunicarle que esta será mi actitud? ¿O puedo recibirlo sólo de manera condicional, aceptando algunos de sus aspectos de sus sentimientos y rechazando otros abierta y disimuladamente? La experiencia demuestra que cuando la actitud de uno es condicional, la otra persona en la relación de ayuda (cliente) no puede cambiar o desarrollarse en los aspectos que uno no es capaz de aceptarle. Esto de condicionar al Otro se debe a que los sentimientos de este, me han amenazado a mi, me han condicionado a mi profesional. Es decir no he sido incondicional con mi cliente – por ende no puedo empatizar – porque imperceptiblemente algo de él me condicionaba a mí. Yo debería trabajar esto, para que puede aceptar al Otro tal como es en la relación de ayuda profesional.
Téngame paciencia colega. Dos preguntas más y terminamos el razonamiento.
¿Uno abogado puede comportarse en la relación con el Otro, con la delicadeza necesaria como para que mi conducta no sea sentida como amenaza? Hay que pensar que el cliente será él en la medida que no esté a la defensiva. Por ello hay que ser cautos a la hora de hablar de una manera más o menos intensa al cliente. Este suele estar hipersensible al momento de la consulta. Una palabra de más del profesional podría alterarlo. Recuerde que el litigio jurídico lesiona derecho y también la psiquis. El cliente puede concurrir a su despacho, angustiado, irritado, frustrado. Esta debilitado, sobre todo en su capacidad de percepción.
Lo expuesto nos lleva a interrogarnos: ¿Puedo liberar al cliente de la amenaza de la evaluación externa? Uno esta formado desde la niñez a los castigos y recompensas. Las conductas en nuestra vida son evaluadas y nosotros evaluamos en forma casi permanente. Salirse de este hábito de evaluar al Otro no es fácil. Rogers dice que estos juicios de valor no benefician a una relación de ayuda. La evaluación al Otro, sea esta positiva o negativa, son amenazadoras para el Otro, puesto decirle que lo hecho es bueno, significa que también se le puede decir que los actuado es malo. En la medida que el Otro se siente libre de juicios del profesional, más fácil resultará un punto en el que pueda comprender que el foco de la evaluación y el centro de la responsabilidad reside en si mismo. Hay que darle la libertad al Otro para que el sea según sus convicciones y si hay que modificar algo, sea por su iniciativa. El profesional no debe ser sentido como un censor por el cliente. Como dijo Miguel de Unamunu: hay que convencer no vencer. La persuasión debería ser la herramienta principal en nuestro despacho.
¿Qué me dice colega de este tema? ¿Crea usted el marco adecuado para una relación de ayuda? Me gustaría contar con su opinión.
Hasta la próxima.