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25/04/2024. 06:49:13

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La Santa Iglesia de la Madre Naturaleza

Profesor de Investigación del CSIC

A. J. Vázquez Vaamonde

El fin de año se ha visto coronado por un espectáculo delictivo que uno no sabe si calificar de astracanada o de esperpento valleinclanesco. Me refiero a la actuación del Presidente de Green Peace España.

Últimamente parece que España está dando la nota en cuanto a la actuación, ¿personal o institucional? de algunos presidentes de algunas organizaciones socialmente notorias de muy diversa naturaleza.

Recuerdo que mi mujer, profesora de Física y Química de Bachillerato decía a sus alumnos de último curso, alguno de los cuales ya habían cumplido 18 años. "Sabed que a partir de este momento habéis adquirido toda la responsabilidad civil y penal  y que ya no están vuestros padres al quite, como cuando erais menores de edad". Me comentaba que, año tras años, todos se quedaban perplejos. No se habían dado cuenta de que ya no podían hacer "chiquilladas", porque esa es una disculpa inadmisible en el caso de un adulto.

Fruto quizá de esta situación de educación en la infantilidad perpetua que promueve esta sociedad, lo último que se les  había ocurrido pensar, lo último que ninguno de sus padres, como parte de la formación moral y social que debían haberles dado, les había enseñado era que, además de derechos, al cumplir los 18 años de edad y convertirse en adultos ante la sociedad, es decir, también ante la ley, habían adquirido no sólo derechos, sino también obligaciones y responsabilidades personales y, ahora ya, intransferibles a sus papás.

Esta realidad pone de manifiesto la imperiosa  necesidad de que con urgencia alguien se plantee en serio  la realización de una educación para la ciudadanía entre los jóvenes.

Ciertamente las leyes penales varían de un país a otro. En España, p. ej., está prohibida la pena de muerte que, sin embargo se practica en USA y China, etc.. La posesión de pequeñas cantidad de droga no sólo no acarrea años de cárcel o incluso se castiga con el asesinato legal del portador, sino que ni siquiera tiene la consideración de falta. No obstante, otras muchas leyes, con distinto grado de sanción, son comunes, sobre todo en los países de nuestro entorno.

Nadie discute que la invasión de la propiedad privada ajena es un delito común. Tampoco que la falsificación de documentos públicos, lo que incluye la matrícula de los vehículos, es, asimismo, un delito común.  Común es, también, el delito de suplantación de personalidad y, por supuesto, la alteración del Orden Público, poniendo en riesgo más o menos incontrolado la seguridad de personas es también otro delito común.

Todos ellos, pues, son delitos tan comunes como el hurto o el robo, como la violencia conyugal o el maltrato a los hijos, etc., etc. Todos ellos, por tanto, tienen el mismo tratamiento procesal que los demás presuntos autores de delitos comunes: a los sospechosos de cometerlos o a los hallados en plena comisión de los mismos se les da el mismo trato:  detención policial preventiva el tiempo que establezca la ley, instrucción de las diligencias policiales, el tiempo que establezca la ley y, si finalmente se formula denuncia por la policía, puesta a disposición judicial que podrá prolongar la detención preventiva – en España, según las circunstancias puede durar hasta 4 años – o ponerlo en libertad con o sin cargos y con o sin fianza.

Pese a todo ello, un iluminado ecologista, perdón por la redundancia, sintiéndose entre mesiánico salvador del mundo desde su Santa Iglesia de la Madre Tierra, víctima de los pecados del hombres, en compañía de otros apóstoles de la misma Iglesia redentora, se le ocurrió, la genial idea de darle una lección a todos los Jefes del Estado del mundo, personificación  de "el  mal" que a la sazón estaban reunidos en Copenhague, "para ver si así aprendían a hacer su trabajo" y con la mejor intención del mundo demostrarles lo imbéciles y malvados que eran por no darse cuenta de lo mal que lo estaban haciendo, que para eso estaba él allí.

La tal iglesia redentora, Green Peace, tiene sus Iglesias nacionales dotadas de sus comisiones episcopales locales establecidas en distintos partes del mundo; también en Dinamarca. Nadie ha explicado, sin embargo, por qué el Presidente de una Iglesia Nacional danesa no fue el que participó en esta labor misionera y evangélica de "enseñar al que no sabe" y "corregir al que lo ha menester", y lo tuvo que hacer, sin respeto a su jurisdicción, el Presidente de la Comisión Episcopal española de Green Peace, atropellando las jurisdicciones de las Presidencias episcopales nacionales.

No cabe descartar que, educado en el respeto a los derechos de los demás, lo cual es una tradición en Dinamarca, la Comisión Episcopal danesa de Green Peace, respetuosa con la separación Iglesia-Estado, considerara  poco oportuno delinquir en su propio país, lo que no deja de poner de manifiesto que los daneses están en posesión de una dosis razonable de cordura.

Lo que todavía no se sabe es si esta violación de las jurisdicciones nacionales fue encargada por el Sumo Sacerdote Mundial, o si surgió en un arranque derivada del inflamado espíritu misionero que ha caracterizado a tantos españoles a lo largo de nuestra historia, o si fue para suplir las deficiencias de espíritu de la Iglesia Nacionales danesa de Green Peace. El hecho, sin embargo es que fue  el Presidente de la Comisión Episcopal española de Green Peace acompañado de otros colegas de otras iglesias no danesas, quienes asumieron la tarea  de "dar testimonio de la calidad de su fe, inquebrantable, incorruptible e inarrugable – no como la de los daneses – urbi et orbe".

El numerito lo vimos todos en televisión, que era lo que se pretendía. Por lo tanto, en un análisis de cumplimiento de objetivos ha de reconocerse el éxito de la actividad realizada.

A partir de ese momento, estos adultos, en cuanto a mayoría de edad y responsabilidad civil y penal se refiere, empezaron a demostrar un nivel de infantilismo con sus quejas que dejan en entredicho el mensaje eclesiástico de salvación de la Madre Naturaleza.

En primer lugar se sorprendieron de que, tras haber cometido todos los delitos indicados, quizá el código danés tipifique alguno más, les encarcelaran. Luego, se sintieron más sorprendidos cuando no les dejaron en libertad hasta que dijeran quienes eran los cómplices que habían tenido en la perpetración de los delitos. A continuación se quejaron de que a ellos- Presidentes de la Iglesia encargada de la Salvación de la Madre Naturaleza – les hubieran  metido en el mismo lugar que unos delincuentes comunes, siendo como eran "ecologistas excepcionales".

Para terminar, demostrando que no se habían dado cuenta de lo que habían hecho, manifestaron su sorpresa porque un país donde se respeta la libertad como Dinamarca, que además es un país democrático les hayan metido en la cárcel por ejercer la libertad de opinión desplegando unas pancartas.

Han pasado varios días; los buenos oficios de diversas personas les han permitido salir de la cárcel. Su regreso a España, mereció en algunos periódicos grandes reportajes con alarde fotográfico y tono victimista frente al malvado poder civil danés. La tónica general de los reportajes fue la del escándalo farisaicamente por el maltrato recibido y por tratar como un delincuente común al Presidente de la Comisión Episcopal de La Iglesia española de Green Peace sólo porque cometió un delito común.

En algún periódico, a una sola columna pude leer, sin embargo, las sensatas declaraciones del embajador de España en Dinamarca que decía que teniendo en cuenta el Código Penal danés sólo sucedió lo que tenía que haber sucedido.

Lo más sorprendente, dentro de este alarde de actuaciones y declaraciones incomprensibles, fue la manifestación de sorpresa del autor que dijo: "No sé cómo explicarle esto a mi hijo".

Si tres semanas no dan tiempo suficiente a la reflexión para poder explicar a un hijo lo que hicimos no parece que más tiempo le permita encontrar esa explicación a la que su hijo tiene derecho.

Me permito sugerirle la siguiente: "Hijo mío, tu padre celebró las Navidades y el fin de año en una prisión danesa porque hizo el "pariolo" y se pasó veinte pueblos. Pero alégrate; aquél fue mi particular camino de Damasco que me permitió descubrí que más importante que defender a la Madre Naturaleza, que bien se defiende sola, era defender a los presos comunes del trato carcelario que tanto me disgustó. Por ello he decidido cambiar de religión. En el futuro dedicaré todos mis empeños a cuidar más de las crías de seres humanos y de sus padres, que del abejaruco y sus huevos."

Estoy seguro de que su hijo lo entenderá a la primera.

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