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27/04/2024. 00:53:52

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Sobre Fracasar y Aprender

abogado de Barcelona dedicado al Derecho de Familia

Oscar Cano Fuentes

Me ha costado, la verdad. Pero creo que al final, y a fuerza de leer y escuchar a mucha gente que sabe mucho más que yo de todo esto, he conseguido impregnarme de esa filosofía que se resume y sintetiza en frases como que “el fracaso es nuestro maestro y no nuestro final”, o que “si me estoy equivocando mucho quiere decir que estoy aprendiendo mucho”.

Además, pienso que un gran número de errores o fracasos que tenemos no lo son en si mismo, sino que son situaciones en las que salimos malparados o quedamos en mal lugar por no haberlas sabido afrontar del modo adecuado, pero que no volverán a repetirse si aprendemos la lección.

A mi como abogado, no sé si a algún compañero le habrá sucedido alguna vez, me ha pasado a veces que después de mirar y remirar un asunto de arriba abajo y no verle posibilidades, lo he ido dejando en el cajón por si algún día me venía la inspiración o qué se yo. Quizás haya sido la pereza de llamar al cliente y afrontar la realidad de decirle "yo no lo veo, consulta si quieres a otro compañero", dando pie el no hacer eso a que un día, enfadado, el señor nos haya pedido los papeles para ir a otro letrado ya que nosotros no le solucionábamos nada. Una situación como esta la podemos tomar como la dramática pérdida de un cliente cuando en si no es tal, sino que sólo ha sido una relación mal conducida.

Si la filosofía de las frases en negrita nos la creemos de verdad. Si la asimilamos como parte normal de nuestro día a día, ganamos en seguridad porque perdemos el miedo y la presión a equivocarnos. No nos hundimos, sino que a cada error, a cada equivocación, nos sentimos más fuertes y más válidos porque tenemos más experiencia, más bagaje y más valor en el mercado como abogados, emprendedores, empresarios, profesionales o trabajadores.

Cuando volvemos de un juicio, una audiencia previa o cualquier vista, siempre pensamos que podríamos haberlo hecho mejor. Uno siempre se acuerda de lo que debería haber dicho y no dijo y de lo que dijo de más. De si se le entendió bien o mal, de si todo fue un desastre y de si se tendría que dedicar a otra cosa. A la larga sabemos que lo mejor es dejar pasar unas horas. Que todo se enfríe. Y una vez tranquilos ver realmente los errores que hemos cometido. Tomar nota de ellos.  Aprender para que no se repitan. Y pasar página sin anclarse ni perpetuarse en la flagelación por unas consecuencias que ya no son reparables.

El otro día escuchaba que en Estados Unidos los bancos tienen en cuenta, como un factor muy positivo a considerar a la hora de confiar en las personas para la concesión o no de un crédito, el hecho de que en sus trayectorias figure la tentativa de varios proyectos de  negocio aunque estos no hayan acabado de fructificar como hubiese sido deseable. Se le da mucho valor a ese espíritu emprendedor por la riqueza de experiencia y vivencias con las que ha debido enriquecerse esa persona gracias a la actividad llevada a cabo. Se considera como un activo y potencial del individuo para su futuro. En nuestro país alguien que abre un negocio y lo tiene que cerrar queda marcado de por vida como un fracasado, y poco menos que se le obliga a esconderse bajo las piedras.

Si uno un día tuviese que cerrar su despacho, no significaría necesariamente que nunca más pudiese tener su propio negocio jurídico.

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