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06/10/2024. 06:11:11
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Solidaridad vs. justicia

A. J. Vázquez Vaamonde

Profesor de Investigación del CSIC

A. J. Vázquez Vaamonde

La solidaridad nace como un sentimiento en el que una situación de injusto y flagrante desequilibrio nos hace perder el sentimiento de egoísmo, individual, familiar o nacionalista en el que somos (mal)educados cuando vemos en el otro a un miembro de la comunidad para la que deseamos todos los bienes. Estos pueden ser de naturaleza espiritual, deseamos la felicidad de todos, o material, deseamos que todos tengan, al menos, lo mínimo para vivir decentemente.

No por menos onerosa la primera es más frecuente. El aprecio al otro, el trato respetuoso, muchas veces, simplemente, el trato educado, se regatea, sin que ello signifique ninguna ganancia para el que se lo ahorra, lo que produce una pérdida colectiva. A veces es más fácil desprendernos de algo, sobre todo si nos sobra, que compadecernos, es decir, padecer con el que sufre poniendo en juego nuestros sentimientos. Este sentimiento de incorporación comunitaria puede nacer por una causa altruista, la   reacción es de generosidad dativa con los que "sentimos prójimos" aunque la proximidad, política, cultural, racial, geográfica, etc., sea mínima; también por puro egoísta: la reacción mercantil de un implícito do ut des entre los que "realmente somos prójimos".

La primera cuestión es, pues, la del desequilibrio. Éste puede ser aleatorio y de tipo individual, desgracias personales, enfermedad o fallecimiento de parientes, pérdida de empleo, etc., o colectivo, inundaciones, terremotos, guerras, etc. La empatía nos hace ponernos en el lugar del otro y al sentir al necesidad ante este desequilibrio ser solidario.

A esta situación de desequilibrio se puede sumar el rechazo a la injusticia, que nos hace sentir que "no hay culpa", lo que provoca nuestro sentimiento de reparación ante lo injusto. La empatía es aquí mayor, porque también nosotros podemos ser víctimas de la injusticia. Más generosa es la solidaridad con "el que se lo buscó"; aquí al primer sentimiento elemental de "justicia del daño recibido ante su culpa" se sobrepone el de "presunción de inocencia", pues no ha habido "juicio justo" ya que ignoramos la certeza de la culpa, e incluso la de rechazo del mal objetivo que se sufre "se merezca o no".

La segunda cuestión es la de la comunidad. La solidaridad exige una consideración de identificación de todos como parte de una comunidad; la denominamos altruista cuando la comunidad es "lata", todos somos seres humanos, o más estricta primero los de mi familia, luego los de mi pueblo, mi región, mi país, mi raza, mi religión, etc., en una clasificación que no es axiológica sino descriptiva. Si es increíble "amar al Dios al que no se ve y no amar al prójimo al que se ve", tampoco se puede creer en la ética de la "solidaridad ante la injusticia" que sufre el lejano, mientras contribuimos activamente a la "injusticia que sufre el próximo".

El Estado es una construcción social entre cuyas funciones está el trato justo a sus miembros. Para eliminar esos desequilibrios cuenta, en lo espiritual, con la educación de la comunidad en la Justicia; en lo material, con su aplicación distributiva real, vía impositiva, para lograr la equidad en la distribución de la riqueza, que no es sólo privada, sino muy social.

La conclusión es evidente: la existencia de muchas ONG con objetivos nacionales revela la existencia de un Estado injusto. La existencia de muchas ONG con objetivos transnacionales revela una estructura internacional de los Estados injusta que "respeta el principio de no injerencia en lo político y practica la injerencia en lo económico. Ya Luis Vives. S. XVI, en su "Tratado del Socorro de los Pobres", plantea el origen de las necesidades del ser humano analiza la responsabilidad de los poderes públicos en la atención al necesitado.

Las ONG, aunque laicas y democráticas, sirven para el mismo lavado de conciencia, a nivel institucional, que servían las organizaciones de beneficencia, generalmente de raíz "religiosa": lavar la de los epulones que institucionalizan la entrega de las migas a quienes no dejarían acercarse a sus mesas para recoger las que cayeran.

La ONU, dentro del esquema capitalista de desprecio al trabajo, apoya el papel importante del trabajo sin remuneración del voluntariado disfrazándolo de solidario; vid. Res. 2659/XXV (1970) Creación de un Programa de Voluntariado y en la Res. 5638/LXVI (2001) Recomendaciones de Apoyo al Voluntariado tienen como precedente la Res. 1353 del CES, 1968, Cooperación de la Juventud en la Cooperación Internacional y en la Res 1444 del CES, 1969, Utilización de los voluntarios en los proyectos de desarrollo.

La gratuidad del trabajo individual es una explotación del trabajador voluntario al que no se paga la creación de riqueza de su trabajo. Son esclavos "solidarios" a los que se les paga el sustento, El esquema capitalista no busca atajar la injusticia; le endosa al trabajo que paga con "palmaditas en la espalda por su virtud". Así, la Comunidad de Madrid apoya el voluntariado de ayuda a los mayores solos; mientras, en un país socialista como Finlandia es una prestación social que atienden profesionales pagados ¡hace más de un cuarto de siglo!.

El capitalismo que hizo la Revolución Industrial creo un injusto atropello social; en él florecieron organizaciones voluntarias filantrópicas y religiosas en vez del justo trato: la Organización de la Caridad de Londres, cuyo precedente fue la Organización del Socorro Caritativo y la Represión de la Mendicidad, ¡no se pierdan esta ligazón!, el Salvation Army, etc. Entre sus antecedentes están el Tratado del Socorro de los Pobres de Luis Vives, S. XVI, las Leyes de Pobres, en Inglaterra, S. XVII, o la creación de las Hijas de la Caridad por S. Vicente de Paul. Frente a esta voluntariedad surgen los dos Informes Beveridge: 1942, Report to the Parliament on Social Insurance and Allied Services;1944, Full Employment in a Free Society puesto éste en marcha por el laborista Attlee al terminar la II Guerra Mundial.

La Sociedad Internacional sigue los pasos de la Nacional de los países civilizados. Los programas del voluntariado son un parche, necesario por inmediato, ante una situación de injusticia que mantiene la Sociedad Internacional, como antes la Nacional. Aquella debe darse cuenta, como antes hizo la Sociedad Nacional, que el Voluntariado no es una solución a la injusticia, como no lo eran las organizaciones de beneficencia o de caridad. Es un Sucedáneo de la Justicia; un remiendo temporal del que echa mano una injusta Sociedad Internacional, para que no se le rompa su estructura por las costuras de su injusticia.

En este mundo globalizado, la Injusticia no se resuelve por esta vía sino por la de la Justicia Internacional en el Desarrollo. Se necesita un informe Beveridge a nivel de la Aldea Global. Eso decimos que somos a la hora de la explotación económica de las ventajas diferenciales, pero de la que nos desentendemos, en nombre de la "no injerencia en asuntos internos" a la hora de procurar la justicia. Éste es el alibi tras el que se oculta la injusta realidad: la corrupción existe gracias a la financiación internacional de los países ricos a los gobiernos corruptos; como están de acuerdo, no hay "injerencia en asuntos internos".

A la Sociedad que no progresa en la justicia, le amenaza una revolución social. Suele ir precedida, son sus síntomas, de una represión injusta. Luego, todo el cambio vendrá en un tiempo breve y de un modo más o menos violento. Quizá Abu Graib, las "cárceles ocultas" y Guantánamo son ya el síntoma de esa represión. Acelerar la desaparición del Voluntariado mientras, paradójicamente, lo promocionemos, sería el comienzo del cambio necesario. Eso permitirá crear un futuro por la vía de la evolución y no de la revolución.

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