Ya sabíamos que la salud era lo más importante, pero nunca antes había puesto en jaque la economía mundial con una trascendencia como la actual.
Tras la debacle y casi al unísono del disparo de salida, los países se lanzaron a legislar medidas de contención y reactivación de la economía. Dicen que las comparativas son odiosas, pero a veces son inevitables. Más aún, cuando nos encontramos en una situación sin precedentes en las que todos compartimos la misma problemática a resolver.
Desde Europa, la Comisión Europea fijó criterios estratégicos para que los países de la eurozona legislaran en una misma dirección. Estas medidas afectaban al sistema sanitario, turístico y económico, adoptando: (i) medidas sanitarias de contención y estabilización de nuevos casos con dotación material y personal suficiente del sistema sanitario junto con un sistema de rastreo de contagios (ii) restricciones de viajes no esenciales a la UE hasta el 15 de junio y (iii) medidas de apoyo económico.
Entre otras medidas económicas, se comprometieron a dar 25.000 millones de euros al Banco Europeo de Inversiones (BEI) para financiar a las empresas y pymes con garantías de los Estados miembros de la Unión Europea, cuyo PIB se contrajo un 3,3 % en el primer trimestre de 2020.
Además, se aprobaron medidas de Iniciativa de Inversión de respuesta al Coronavirus; apoyo de la inversión pública para hospitales, pymes, mercados laborales; ampliación del alcance del Fondo de Solidaridad de la UE; incentivos a los bancos a proporcionar liquidez a las PYMEs y empresas de mediana capitalización; moratorias a deudores afectados por la crisis, entre otras.
En este contexto, la Comisión Europea ordenó a los Estados miembros que aplicasen el artículo 107.2.b del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea relativo a las ayudas otorgadas por los Estados, que expresa: “las ayudas destinadas a reparar los perjuicios causados por desastres naturales o por otros acontecimientos de carácter excepcional”, incluyendo medidas en sectores como el turismo, tan importante en nuestro país, dotado con alrededor de 2,5 billones de euros.
Además, se ha ampliado la aplicación del Marco temporal de ayuda estatal a la recapitalización y las medidas de deuda subordinada para apoyar aún más la economía en el contexto del brote de Coronavirus.
Todo esto está muy bien, y como se ha visto, ante la desesperación toda medida era poca. Pero, ¿y ahora qué?
Entre las medidas que se barajan estaría, por un lado, la creación de “un banco malo” que asuma la deuda de impagos de la eurozona, cuya deuda podría alcanzar hasta el billón de euros. Por otro, la participación en el Mecanismo Europeo de Estabilidad que avalase al “banco malo” para proporcionar asistencia económica a las entidades.
Esa asistencia tan necesaria, entre los reproches de quienes han visto denegado la concesión de préstamos, y los que exigen a las entidades financieras más cautela en la previsión de riesgos a la hora de otorgar liquidez. Mientras, el Estado se ampara en el ofrecimiento de su aval que no tranquiliza al sector económico, por algo será.
Sea como fuere, tendremos que ser consecuentes con las propuestas de reactivación de la economía ofrecidas.
Si se dio flexibilidad para conceder préstamos ante la necesidad de liquidez de empresas y pymes, ahora no podemos reprochar que el precio de los intereses no cubrirá las previsibles pérdidas e impagos, porque esto, también se sabía.
