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23/04/2024. 09:03:16

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El miedo es libre

Director Gerente de Áurea Soluciones Dinámicas

Escribo este nuevo artículo desde la incertidumbre de la situación actual provocada por el Coronavirus tanto a nivel de salud como económico. Soy consciente de que he tenido que ir modificando mi texto varias veces en estos días dada la velocidad con la que van cambiando las cosas y no a mejor…

Coronavirus

Parece obvio ya, que nuestro mejor escenario es que la cosa se quede en una epidemia controlada que permita a los servicios médicos atender a los enfermos y que esto vaya acompañado de cierta paralización económica con su correspondiente impacto a nivel empresarial. Este sería un escenario que firmaríamos cualquiera de nosotros ahora mismo, pero es obvio que tenemos encima una gran "incertidumbre". 

La incertidumbre no es más que la sensación de riesgo que tenemos, riesgo de salud y desde el punto de vista de la empresa, riesgo por el posible parón económico que parece que se avecina. No todos, como es obvio, toleramos el riesgo de la misma forma.  

El mundo de la empresa es riesgo por definición y no puede ser de otra manera, porque el premio a obtener por ese riesgo es el beneficio. Desde siempre se ha dicho y es sabido, que ser empresario, además de muchas otras cosas, necesitaba de dosis de arrojo y valentía, de cierta "inconsciencia", es decir de tolerancia al riesgo y por tanto a la incertidumbre. A veces pienso que si de verdad todos los que hemos emprendido una aventura empresarial valoráramos todos los riesgos que asumimos creo que habría bastantes menos empresarios, o no…  

Quizá la naturaleza del empresario es nacer y morir con "las botas puestas", lo que conlleva estar asumiendo riesgos que la mayoría de los mortales no están dispuestos a correr. El "rara avis" de la sociedad.

La actividad empresarial conlleva la gestión y control de riesgos, y por qué no, de algo de azar en muchas ocasiones. ¡Cuántas empresas con un buen negocio y equipo detrás no han sobrevivido a una crisis a pesar de todo! Hay veces que luchamos contra un tsunami que nos arrastra sin prácticamente distinguir entre buenos y malos. Eso es una realidad, pero también lo es que todos preferimos a un buen capitán al mando de un barco en aguas revueltas. Esto es aplicable a nuestros gobernantes a los que hay que exigir liderazgo y prudencia.

Ahora bien, que asumamos como empresarios y directivos que tenemos que lidiar con situaciones de incertidumbre no quiere decir que el riesgo no se pueda gestionar y minimizar.

Riesgos hay de muchos tipos, unos más evitables que otros, unos más intrínsecos a nuestro negocio que otros.  Los seguros, el control y la diversificación son herramientas habituales de gestión del riesgo. De hecho, el mundo de los seguros existe por nuestra natural aversión al riesgo, porque desde un punto de vista económico tener seguros no es rentable, pero nos elimina riesgo y estamos dispuestos a pagar por ello.

El problema es cuando estás situaciones de incertidumbre se elevan por factores desconocidos e incontrolables y es cuando en vez de decir incertidumbre quizás hablemos de "miedos". De hecho, he titulado mi texto con el nombre de "el miedo es libre", referencia que hago a la libertad que tenemos de gestionar nuestros miedos, pero obviamente cuando se dirigen organizaciones esa gestión del miedo tiene impacto directo sobre el resto. 

Hoy quiero revindicar la prudencia como herramienta de dirección en momentos de zozobra. El Empresario prudente, en definitiva. Cuando a mucha gente le hablas de prudencia, inmediatamente lo asocian a cobardía o inacción y nada más lejos de la realidad, es mucho más complicado tener un análisis propio de la situación y ser capaz de no dejarse llevar por la histeria colectiva que actuar impulsivamente.    

La última crisis económica poco a poco va quedando atrás, pero los que estuvimos allí y vimos lo que vimos y sabemos lo que sabemos que tuvimos que sacrificar para seguir vivos, no olvidamos tan fácilmente y nos hemos vuelto desconfiados. No queremos bajo ningún concepto volver a pasar por aquello y cualquier noticia mala o cualquier decisión digamos "amateur" del gobierno nos hace incomodarnos y ponernos en "alerta". 

En aquellos tiempos el empresario prudente adverso al riesgo y por tanto al endeudamiento, era considerado como "arcaico" y "viejuno" y los "guais" éramos los que apalancábamos nuestras empresas para crecer rápido sin pensar en que podía venir un "tsunami" como el que llegó. "A toro pasado todos Manolete" pero no es menos cierto que los paradigmas del pasado se tornaron falsos en cuanto hubo encarecimiento y restricción de financiación.

Hoy en día soy testigo de que en las escuelas de negocio además del efecto positivo que tiene el apalancamiento financiero sobre la rentabilidad, hacen mucho más hincapié en la "prudencia" del directivo.

Hace unos años leí un estudio sobre el perfil de las empresas que sobrevivieron a la crisis y sin caer en generalidades, muchas de ellas tenían un perfil común; aquellas que entraron en la crisis con poco endeudamiento, bien estructuradas financieramente (deuda largo plazo vs deuda corto plazo) y dirigidas desde la prudencia sin dejarse llevar por "cantos de sirena".

El tema del coronavirus tiene pinta de que va a generar un "shock" a nivel económico mundial que afectará y mucho a España (país de servicios dependiente del turismo), que pondrá una vez más a prueba a nuestras empresas y a nuestros políticos. Tocará tomar medidas que defiendan la supervivencia de muchas Pymes y cuando este tipo de situaciones llegan, el precipitarse o demorar medidas puede ser la diferencia entre estar o no estar. La prudencia como arma.

El miedo es libre y cada uno lo gestiona como puede o quiere.  Lo importante quizás esté en que sepamos distinguir lo que es "miedo irracional" de lo que es incertidumbre a la hora de tomar decisiones y lo hagamos con la mayor prudencia de la que dispongamos, sin dejarnos llevar por el "ruido" ni en el sentido de no pasa nada ni en el sentido de es el "apocalipsis". Esa delgada línea roja que no es fácil de ver.

"Tener la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para distinguir unas de otras".

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