La preparación del juicio constituye una de las actividades del abogado en la que existe escasa o nula uniformidad en cuanto a los criterios a seguir. Ello es debido a la ausencia de reglas o normas sobre esta materia, probablemente como consecuencia de la autonomía e independencia de que goza cada profesional para llevar a cabo dicha preparación.
Normalmente, el aprendizaje de esta materia se alcanza bien mediante los consejos que el abogado veterano da al joven abogado durante su periodo de formación, bien por propia experiencia a la hora de enfrentarse a los diversos casos que jalonan la actividad procesal de todo abogado, siendo el denominador común de ambas situaciones la generalidad de los consejos recibidos e, insisto, la autonomía de cada abogado para establecer las reglas con las que finalmente se sienta más confortable.
Sin embargo, a pesar de que cada abogado considere que su forma de preparar el juicio es la mejor, lo cierto es que numerosos profesionales, especialmente quienes carecen de suficiente experiencia, se encuentran con verdaderas dificultades a la hora de superar con soltura y eficacia el acto judicial. Si no, que cada uno haga su examen de conciencia y comprobará que siempre, o casi siempre, nos queda un poso de inquietud tras la celebración del juicio "quizás tendría que haber …", " por qué no he previsto….", "al final, con los nervios, no he dicho ….. ", " vaya la que me ha dado el perito contrario…", etc…, muestras evidentes de una defectuosa preparación.
Dicho esto, en el presente post vamos a reflexionar sobre los elementos que intervienen en la preparación del juicio y que hemos de tener en cuenta para llevarla a cabo con plenas garantías de realizar una intervención satisfactoria para los intereses de nuestro cliente.
Para un mejor análisis, lo primero que hemos de considerar son los problemas que habitualmente se producen en el acto del juicio cuando hay una preparación deficiente por parte del abogado. En tal sentido, distinguiremos las siguientes incidencias más habituales:
1º.- Situaciones derivadas de una falta de estudio y conocimiento del asunto: Como su propio nombre indica, son situaciones en las que el abogado realiza una deficiente argumentación fáctica o jurídica del caso como consecuencia de un limitado conocimiento del asunto o de los aspectos legales del mismo.
2º.- Situaciones derivadas de una deficiente actuación en cuanto a la prueba (interrogatorio de parte, testifical y pericial): En este supuesto, lo que se observa es una falta de preparación de todos los aspectos relativos a los interrogatorios, en especial el papel que juega cada persona que va a intervenir en el procedimiento y la confección adecuada de aquellos.
3º.- Contextos de temor escénico: Situaciones que atraviesa el abogado, gobernadas por una respuesta psicofísica del organismo, generalmente intensa, que surge como consecuencia de pensamientos anticipatorios catastróficos sobre la situación real o imaginaria de hablar en público y que produce sensación de vulnerabilidad y genera mucha tensión física y emocional sobre todo al comienzo del acto, pero que, de no corregirse, afectará a todo el desarrollo del mismo.
4º.- Imprevistos: Con ello nos referimos a escenarios que obligan al abogado a hacer algo que no estaba previsto o preparado, llevado de la acción del momento, es decir, un hacer de pronto, sin estudio ni preparación alguna, y haciendo uso de los medios que en ese momento éste tiene a mano.
A la vista de estas cuatro incidencias, la primera conclusión que podemos alcanzar es que la preparación del juicio el abogado debe contemplar al menos cuatro aspectos perfectamente definidos:
Efectivamente, en la medida en la que el abogado lleve cubiertos estos flancos, qué duda cabe que su intervención será mucho más segura y responsable. Ahora bien, asentada esta idea, ¿Qué herramientas podemos emplear para garantizar que durante la preparación del juicio alcancemos dicho objetivo?
En mi opinión, el éxito vendrá dado por el empleo racional de una serie de factores ineludibles para el abogado y que pueden resumirse en el estudio del asunto, la adecuada administración del tiempo, la organización y el conocimiento de las técnicas oratorias aplicables.
El estudio del asunto es el elemento esencial de la preparación del juicio, pues de no estudiarse detenidamente el caso, nuestros interrogatorios e informes serán pura y simple frondosidad verbal repleta de carencias que, dicho sea de paso, constituye un riesgo grave para la defensa de los intereses del cliente y una actuación que además de constituir una falta deontológica, puede tener consecuencias graves a efectos de responsabilidad.
Ello es completamente lógico, ya que si la finalidad de la intervención del abogado es eminentemente persuasiva, qué duda cabe que el conocimiento del asunto integrado por los hechos, su valoración y el derecho aplicable, suponen los pilares sobre los que se va a sostener aquella.
En cuanto al tiempo: El abogado debe disponer del suficiente tiempo para el estudio, o lo que es lo mismo, estudiar el asunto con la suficiente anticipación respecto de la vista oral. De este modo, nos aseguraremos que cuando llegue el momento de la preparación de los interrogatorios, elaboración del informe y su posterior exposición en sala, dispongamos de toda la información necesaria para emprender dichas fases con la suficiente eficacia. Por lo tanto, deben evitarse situaciones que todos conocemos, en las que el abogado deja para el último día el estudio del asunto y preparación del informe o incluso solicitar a otro compañero, con nulo margen de tiempo, que le supla en la vista. En estos casos, el altísimo riesgo de fracaso se verá multiplicado por el acaecimiento de algún imprevisto, bien profesional o personal, que motive que no dispongamos apenas de tiempo para su preparación. Otra situación a evitar es aquella en la que el abogado, al haber defendido temas similares, confía en lo aprendido anteriormente, y deja que con su experiencia se resuelvan las dificultades. Sin embargo, en este caso no solo se olvida que no hay dos casos iguales, sino que los abogados o fiscales contrarios nunca actúan de la misma forma.
Respecto a la organización: En cuanto a la forma de organizar el proceso de estudio del asunto, si bien cada letrado tiene sus propias reglas, acostumbro a preparar un mes (a veces más tiempo) o quince días antes del juicio un plan de trabajo escrito en el que establezco los días, horas y materia que voy a ir estudiando de forma progresiva, con el fin de que el estudio continuado me permita ir repasando a fondo todo el material sobre el que ya he trabajado anteriormente (demanda y contestación; declaraciones de imputados o testificales, otras diligencias, etc..) para, una vez centrada la cuestión jurídica (a la que le dedico algunos días) me permita trabajar sobre los interrogatorios y finalmente el informe oral. Por lo tanto, el estudio previo al informe es una materia sometida a los principios de organización del tiempo y planificación, ya que sin estos difícilmente podremos abarcar todo el material y trasladar nuestros argumentos al informe forense.
Finalmente, respecto de las reglas oratorias, nos estamos refiriendo con ello al dominio de todas las técnicas retóricas y procesales que nos permitan no solo dominar adecuadamente la práctica de los interrogatorios, sino que igualmente nos ayuden a controlar los factores relacionados con la improvisación y el temor escénico a los que está sometido el abogado (especialmente el mas novel). En relación con dichas técnicas pueden consultarse en este blog los post denominados La improvisación y Sufrimos los abogados "temor escénico".
Por lo tanto, a la hora de preparar el juicio, el abogado debe ser consciente que se enfrenta a una labor muy compleja y difícil en la que se entrecruzan diversos factores que hay que conocer y dominar antes de entrar en sala, y para ello tendrá necesariamente que adoptar un cauce de acción con tiempo, de forma organizada, con dominio de las reglas oratorias, todo ello siguiendo una conducta muy disciplinada.
Probablemente, durante el juicio se producirán situaciones que quizás nos perjudiquen o beneficien, pero lo que no hay duda es que una buena preparación es medio juicio ganado.
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