A pesar de que la abogacía es una de las profesiones más metódicas y analíticas que existen, lo cierto es que en el pasado, los abogados nos hemos caracterizado por trabajar a destajo, sin horarios, apagando fuegos y centrados en el día a día casi sin tiempo para planificar y organizarnos. Sin embargo, esta situación está cambiando en los últimos años y los abogados estamos realizando un gran esfuerzo por mejorar estos aspectos y con ello el desarrollo de nuestra vida personal y profesional.

No obstante, como rémora de este pasado, existen muchos abogados que continúan centrándose en el corto plazo, aliviando las tensiones y obteniendo las gratificaciones inmediatas que nos produce la solución de las tareas que nos acucian a diario, pero olvidando la importancia de la perspectiva a largo plazo de nuestras acciones.
Sin embargo, en una profesión como la nuestra, en la que gran parte de nuestro trabajo depende de plazos, vencimientos y señalamientos, una adecuada comprensión y aplicación de una actitud a largo plazo es esencial para nuestro éxito.
La clave de la que parte este planteamiento a largo plazo (expuesto por Brian Tracy en su libro ¡Tráguese ese sapo!) reside en saber predecir, determinar y conocer las consecuencias de hacer o no cualquier tarea con el fin de evaluar la importancia que las mismas van a tener sobre nuestra actividad profesional en el futuro. Esta actitud nos permitirá jugar con diversos factores que, debidamente integrados, nos ayudarán a mejorar exponencialmente.
Efectivamente, si pensamos y reflexionamos a largo plazo sobre nuestra actividad con un horizonte temporal previamente determinado, nuestra conducta se orientará a la toma de mejores decisiones en el corto plazo, pues no olvidemos que las decisiones que tomamos hoy son precisamente las que construyen nuestro futuro.
Un abogado que dedica su tiempo a reflexionar sobre su futuro personal y profesional estableciendo sus objetivos y metas, incluso adoptando periodos de tiempo elevados (hablamos de años, lustros o decenios), sabrá y tendrá una idea clara de lo que es importante para su profesión y especialidad o para el desarrollo de sus talentos, lo que le permitirá adoptar decisiones más eficaces centrándose en lo verdaderamente importante del presente porque estará realmente motivado por el futuro que está creando.
Dicho de otra forma la importancia del futuro determina la importancia de las decisiones y acciones actuales.
Por ello, los abogados debemos de analizar permanentemente las consecuencias potenciales de nuestras acciones, si bien, esta práctica puede tener un mayor impacto en el futuro si tenemos claro adonde queremos llegar, es decir, cual es nuestra prioridad futura.
Pongamos unos ejemplos:
- Si quiero ser un abogado especializado en derecho de negocios internacional en cinco años pero mi inglés es pobre ¿Qué tengo que hacer ahora?;
- Si quiero ser un gran abogado litigante con una gran habilidad oratoria, ¿En qué habilidad debo formarme?
- Si quiero destacar como un gran abogado laboralista dentro de tres años ¿Que revistas debo leer, a que cursos deberé de asistir, en que asuntos deberé trabajar?
- Si en cinco años quiero dejar la actividad profesional y centrarme en la dirección y gestión de mi despacho ¿En qué materias ajenas al derecho tendré que especializarme?
Ni que decir tiene, que esta actitud a largo plazo es igualmente esencial para la ejecución de aquellas actividades diarias relacionadas con nuestros "queridos" vencimientos y señalamientos. Todos sabemos que pasarán las semanas, meses y llegará la fecha definitiva de un acto de suma importancia para el abogado (el acto judicial), por lo que tendremos que priorizar y comenzar a desarrollar aquellas tareas que podrán tener en dichas fechas un impacto positivo en nuestro trabajo (lectura de los escritos rectores del pleito, visualización del CD de la audiencia previa, preparación de interrogatorios, etc…)
En definitiva, lo expuesto es una cuestión que merece una verdadera reflexión especialmente para aquellos que carecen de un proyecto profesional claro y deambulan por la profesión viviendo en el corto plazo y sin unos objetivos de futuro, pues considero que su vida cambiará completamente en muchos aspectos cuando decidan adonde quieren llegar en su carrera profesional, y precisamente uno de los aspectos en los que más cambiará será en identificar aquellas tareas actuales que realmente son importantes para nuestro futuro.
Por ello, cuando nos sentemos a establecer las tareas diarias hemos de preguntarnos qué consecuencias va a tener tal o cual actividad para nuestro futuro. Si la respuesta es que va a tener un impacto importante y además es coherente con nuestro futuro ¿A que esperamos?