La palabra entusiasmo, que procede del griego enzeos (endiosado) y del latín enthous (inspirado por los dioses), está compuesto por “en” (en) y “Theos” (Dios), etimología que ya nos anuncia el significado de entusiasmo como exaltación o excitación del ánimo provocado por una cosa que nos cautiva, o el fervor, ardor o afán al hacer algo.
Así entendido, ya podemos afirmar que el entusiasmo es un elemento fundamental en el quehacer diario del abogado y muy especialmente en el del abogado litigante, aspecto que a continuación pretendemos examinar.
El entusiasmo del abogado litigante no es más que su absoluta compenetración con la materia objeto de su intervención, afinidad que puede asimilarse a una especie de amor y pasión por la misma, y que viene precedido por su riguroso conocimiento, estudio y preparación en unas condiciones anímicas favorables.
El entusiasmo tiene para el abogado innumerables consecuencias positivas entre las que destacaremos las siguientes:
- Nos sentimos más satisfechos con nuestros conocimientos.
- Disfrutamos cuando trabajamos.
- Estamos más concentramos.
- Nos sentimos con mayor confianza y seguridad.
- Transmitimos y nos comunicamos mucho mejor tanto a través del lenguaje verbal como no verbal.
Pero es que, además, tiene otras consecuencias no menos importantes respecto a quienes nos escuchan:
- Atrae inmediatamente la atención del oyente.
- Motiva y estimula positivamente a quien nos escucha.
- Quien nos escucha retiene con mayor facilidad nuestra argumentación y refutación.
- Se transmite profesionalidad y seguridad.
- Permite generar una reputación de profesional serio y solvente.
- Ante una parte contraria, testigo o perito hostil, las posibilidades de controlar el interrogatorio serán mayores.
Si partimos de la base de que en el proceso el abogado desarrolla una actividad persuasiva no solo a través de la argumentación del informe de conclusiones ( que de forma directa apela al juez o jurado), sino igualmente mediante interacciones discursivas al examinar a las partes, testigos y peritos, habremos de convenir que una intervención realizada con entusiasmo, es decir, con seguridad, confianza, concentración y solvencia, acentuará su carácter persuasivo, pues dispondrá del interés y de la atención del juez.
Enemigos del entusiasmo son la apatía, la desorganización, la falta de preparación y estudio de los asuntos, la sobrecarga de trabajo, la desmotivación profesional o atravesar por circunstancias personales, factores estos que, como podemos observar, tienen una connotación negativa y alejada de las mejores condiciones que debe revestir nuestro trabajo.
Igualmente, no podemos confundir simpatía con entusiasmo, pues simpatía no es la compenetración del abogado con la materia tratada, sino con el ánimo del juez o el testigo, perito, etc., que si bien es un objetivo loable y alcanzable a través del entusiasmo (la llamada simpatía procesal), son cuestiones completamente diferentes, pues podemos ser ariscos, ásperos y toscos mientras interrogamos e informamos, y ello no tiene por qué suponer que no estemos actuando motivados por el entusiasmo a la hora de emplear determinado estilo forense.
Finalmente, señalar que el entusiasmo tiene su equivalente científico en el actuar de las personas. David Goleman, en su ensayo El cerebro y la inteligencia emocional: nuevos descubrimientos, al tratar algunos de los hallazgos sobre las conexiones existentes entre los centros cerebrales y la inteligencia emocional, nos indica que el denominado estado de flujo, es el punto de aprovechamiento máximo de las emociones al servicio del rendimiento, el cual se produce cuando se da un equilibrio entre las exigencias que plantea una situación y la capacidad de la persona para gestionarla. En este estado de rendimiento óptimo, nos encontramos, según Goleman, ante un estado de armonía neuronal en el que las distintas áreas del cerebro se hallan en completa sintonía. De esta forma, el estado de flujo se caracterizará por:
- Una concentración intensa.
- Una capacidad de reacción ágil ante los problemas.
- Rendimiento máximo.
- Sensación de placer por la actividad que estamos desarrollando.
- El nivel global de actividad cerebral desciende (menos esfuerzo).
Espero que con estas breves consideraciones os haya "persuadido" de la importancia de actuar con entusiasmo en nuestro trabajo, aprovechando para despedirme con un pensamiento de Bertrand Russel: "El entusiasmo es el signo más universal y distintivo de los hombres y mujeres felices".
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