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20/04/2024. 10:24:22

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El epílogo del informe oral, la persuasión final

Abogado. Experto en habilidades profesionales
@oscarleon_abog
Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla

  • Ahora sí, llegamos al final -comentó Juan con cierto cansancio-, y qué mejor que hacerlo con el denominado epílogo o peroraratio. A ver Alicia, qué nos puedes decir de la parte final del discurso.
  • Pues el epílogo es la parte con la que se pone fin al informe y en el que se recapitulan los argumentos principales tratados, dando especial énfasis a la pretensión que sustentamos. Es, algo así como la coronación o conclusión del discurso.
  • Muy bien, ¿y cuál es su finalidad?
  • La finalidad del epílogo -respondió Alicia- reside en que a través de este resumen dejaremos huella en la mente del auditorio sobre los fundamentos de nuestra pretensión, facilitando con ello el recuerdo de la esencia de nuestro alegato, ya que, siendo lo último que se escucha de nuestro informe, el epílogo quedará fuertemente grabado en el auditorio. Igualmente, a través de la peroración, el orador, en breves palabras causa una última y profunda impresión en el ánimo de los jueces, que con esta recapitulación final recuerdan mejor los fundamentos de la defensa.
  • Perfecto, se ve que te lo has trabajado. Efectivamente, al igual que el exordio, con el que está íntimamente asociado, el epílogo es una ocasión apropiada para suscitar los afectos del auditorio, pudiendo emplearse argumentos ajenos al aspecto jurídico, lo que nos permitirá atraer la atención del mismo que verá en estas consideraciones materia de interés por su excepcionalidad. Si la ocasión lo permite, concluir con una idea impactante que arrope a nuestra recapitulación, puede ser un elemento decisivo, no sólo para que quede la esencia de nuestro informe en la mente del auditorio, sino para que el recuerdo sea bueno.
  • Juan -preguntó Alicia-, ¿cómo debe ser el contenido del epílogo?
  • El contenido de los argumentos del epílogo deberá expresarse de forma diferente a la expuesta durante el resto del informe, pero sin alterar el contenido, con lo que evitaremos que la reiteración pueda hacerse algo pesada al auditorio. De esta forma, esforzándonos por compendiar expresándonos de distinta forma, enriqueceremos aún más el informe. Igualmente, durante la preparación hemos de cuidar que el tono del mismo debe conciliar con el tono empleado a lo largo del discurso. Para ello, deberemos practicar en viva voz y comprobar que el mismo está perfectamente diseñado para cumplir con su objetivo persuasivo.

    Y ahora Alicia -continuó Juan-, ¿cómo debe exponerse el epílogo?

  • Pues, en el epílogo -respondió Ana-, que necesariamente ha de ser breve, el orador podrá usar el más emocional, ya que a través de ella podrán impactar mejor las ideas que tratamos de recapitular. No obstante, este uso dependerá de la materia tratada en el informe.
  • Efectivamente, para ilustrar esa idea tengo aquí una frase de Sainz de Andino que viene al pelo: «en las cuestiones de derecho, en las controversias sobre intereses pecuniarios, y en las discusiones de rigurosa dialéctica, la peroración no debe ser más que la recapitulación sencilla de los medios de la defensa; pero en las causas que interesan a la integridad de las costumbres, los derechos sociales, las regalías del soberano, el bien general de Estado o el decoro de la religión, tienen lugar muy oportuno en el final del informe los movimientos oratorios».

Para concluir, dos ideas -apuntó Juan-: la primera es que para su preparación se recomienda redactarlo con sosiego y reposo, una vez concluido el texto completo del informe (excepto el exordio), sintetizando en ideas breves y concisas los argumentos fundamentales del discurso. Por otro lado, y siguiendo a Majada al tratar la fraseología introductoria del epílogo, es conveniente evitar frases como «termino ya, pues creo haber expuesto todo lo necesario a la defensa» o «voy a concluir y no quiero cansar más la respetable atención del Tribunal», etc. También es ocioso señalar -continúa el autor- el punto final del informe con frases hechas como «he dicho», «he terminado» o «nada más, señores». La mejor forma de concluir es suavemente, sin presentación del epílogo, permitiendo que la transición se produzca por sí sola, de modo que el auditorio se percate de nuestra peroración final, sin otra ayuda que el contenido del mensaje y el tono de voz y nuestros gestos, verdaderos heraldos del final del informe.

  • Pero, Juan -interrumpió Alicia-, ¿y si no es posible hacer esa transición?
  • En tales casos, lo más recomendable es emplear los términos «Finalmente», «Por último», que lo que hacen es situar al juez en la parte final de la estructura facilitando su ubicación en el discurso.

Había sido una jornada muy intensa y ambos lo sabían. Juan cerró con parsimonia la carpeta y deslizó a Alicia una hoja en el que, manuscritos, se encontraban los puntos a tratar en la próxima clase sobre la elocución: La elocución en el informe oral.

El texto del post constituye la transcripción de uno de los apartados de la última obra del autor, editada por Aranzadi, Arte y Técnica del Alegato.

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