
Partiendo de la base de que la preparación de la audiencia previa y el juicio constituye una actividad en la que los factores de tiempo, organización y dedicación se combinan, es recomendable que durante dicho proceso contemplemos la existencia de ciertos riesgos que podrán tener influencia en el resultado final de nuestra intervención.
Con estos antecedentes, vamos a analizar algunos de estos riesgos, proponiendo una serie de recomendaciones que nos servirán de guía para mitigarlos.
En tal sentido, distinguiremos los siguientes:
Imprevistos: Con ello nos referimos a escenarios no contemplados inicialmente que obligan al abogado a modificar el curso de su acción (preparación del acto judicial).
En estos casos se incluyen factores tan heterogéneos como una enfermedad, un repunte en la carga de trabajo, un trance personal que modifique nuestro estado anímico, una acumulación de señalamientos o plazos para presentar escritos judiciales, etc…
En estos casos, si no estamos preparados nuestro proyecto podrá verse afectado, por lo que es muy importante disponer siempre de alternativas previstas para solucionar el imprevisto. Entre las mismas sobresale la posibilidad de delegar trabajos a compañeros o de anticiparse y comenzar a trabajar con plazos más extensos para evitar que cualquier imprevisto pueda afectar seriamente el curso de nuestra acción.
Temor escénico: El temor escénico lo constituyen aquellas situaciones que atraviesa el abogado, gobernadas por una respuesta psicofísica del organismo, generalmente intensa, que surge como consecuencia de pensamientos anticipatorios catastróficos sobre la situación real o imaginaria de hablar en público y que produce sensación de vulnerabilidad y genera mucha tensión física y emocional sobre todo al comienzo del acto, pero que, de no corregirse, afectará a todo el desarrollo del mismo.
Existen diversas técnicas o remedios para eliminar o, al menos mitigar el miedo escénico cuando hace acto de presencia:
1º.- Como es natural, el primer remedio encuentra su fundamento en disponer de un conocimiento profundo de la materia a través de una óptima preparación.
2º.- Concienciarnos de su posible aparición y síntomas, ya que estando concienciados sobre la aparición en determinado contexto, qué duda cabe que seremos más proclives a manejarlo con menos ansiedad, y con más calma y eficacia.
3º.- Conocer y prever las posibles situaciones que tememos y que están originando el estado de nerviosismo. De este modo podremos prever igualmente todo un elenco de actitudes y conductas que podremos emplear en estos casos.
4º.- El conocimiento del objetivo u objetivos que pretendemos alcanzar también es una herramienta de considerable importancia, ya que centrándonos en los objetivos, dirigimos nuestra concentración a un fin determinado, lo que reducirá nuestros nervios.
5º.- Se recomienda, con anterioridad al juicio, realizar respiraciones lentas y profundas con el diafragma (no con el pecho) que nos permitan alcanzar un estado más calmado y relajado, lo que a buen seguro se alcanza a través de la respiración. Igualmente, beber pequeños sorbos de agua es una medida muy adecuada que nos permitirá eliminar la sequedad de la boca propia de estos momentos y, a su vez, generar cierta calma.
La confianza: En ocasiones, el abogado confía en su experiencia y capacidades, y demora el estudio del asunto a fechas próximas al acto judicial. Esta conducta puede tener graves consecuencias. Por lo tanto, deben evitarse situaciones que todos conocemos, en las que el abogado, deja para el último día el estudio del asunto y preparación del informe o incluso solicita a otro compañero, con nulo margen de tiempo, que le supla en la vista. En estos casos, el altísimo riesgo de fracaso se verá multiplicado por el acaecimiento de algún imprevisto, bien profesional o personal, que motive que no dispongamos apenas de tiempo para su preparación.
Falta de estudio y conocimiento del asunto: Como su propio nombre indica, son situaciones en las que el abogado no realiza un estudio sólido y completo del asunto, lo que conllevará a una deficiente argumentación fáctica o jurídica del caso.
Deficiente actuación en cuanto a la prueba (interrogatorio de parte, testifical y pericial): En este supuesto, lo que se observa es una falta de preparación de todos los aspectos relativos a los interrogatorios, en especial el papel que juega cada persona que va a intervenir en el procedimiento y la confección adecuada de aquellos.
Desorganización: La preparación del juicio de forma desorganizada, es decir, sin orden, cogerencia y criterio estará condenada al más absoluto de los fracasos. Sin una adecuada planificación, organización y gestión del tiempo, elementos esenciales de una buena organización, estaremos perdidos.
Excesiva carga de trabajo: En ocasiones, debido a la acumulación de expedientes activos el abogado no puede resolver todas las cuestiones que se producen en su jornada diaria, y que, de no solventarse, puede desembocar en situaciones de falta de eficacia y, con ello, de falta de aprovechamiento del tiempo, bajo rendimiento y productividad, estrés, etc. En estos casos, podemos encontrarnos ante un problema de exceso de carga de trabajo, situación que indudablemente puede influir negativamente en la preparación del acto judicial.
Para solventar tal situación, el único remedio se encuentra en la redistribución adecuada de dicha carga a través de los mecanismos de la reorganización de asignaciones o aplicar la herramienta de la delegación.
A modo de conclusión, señalar que es muy importante que conozcamos estos riesgos y contemos con su posible aparición durante la preparación, ya que de esta forma dispondremos de mayor capacidad de reacción para mitigar al máximo el perjuicio que aquellos pueden causar en nuestra defensa a través de las correspondientes estrategias alternativas para garantizar un resultado eficaz.