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Las “Smart Cities”: cuando nuestra ciudad sabe más de nosotros que nosotros mismos

abogada especialista en protección de datos y nuevas tecnologías

¿Te imaginas ir andando por la calle y que cada uno de tus movimientos sea detectado por sensores que emitan información a tiempo real acerca de hacia dónde diriges tus pasos? Pues este hecho puede que, desde hace ya algún tiempo, se haya convertido en una realidad.

Smart city

El crecimiento demográfico de las ciudades aumenta de una forma vertiginosa. Esta afirmación es secundada, año tras año, por diferentes Organizaciones cómo el Banco Mundial o la Organización de Naciones Unidas, entre otras. Estos organismos manejan unas cifras de crecimiento, aproximadas, que van desde los 751 millones en 1950 hasta los 4200 en el año 2018. Cifras que, lejos de detenerse, van camino de aumentar hasta los 7700 millones de personas en 2020 y 9.500 millones en 2050.

Hablemos de porcentajes. En el año 2016, la población urbana alcanzaba el 54,29 % del total mundial. Un porcentaje con una previsión de crecimiento de hasta el 13 % hasta el año 2050. Y los recursos son limitados.

Con estas cifras sobre la mesa, a nadie le extrañará si afirmamos que un aumento tan notorio de la población urbana tiene una repercusión directa en la contaminación, el consumo energético y, por ende, en el cambio climático. En consecuencia, uno de los grandes retos a los que se enfrentan los gobiernos de los diferentes países del mundo, en la actualidad, es lograr mantener la armonía espacial, social y ambiental de las urbes buscando, entre otros propósitos, la sostenibilidad, competitividad, calidad y eficiencia de las mismas.

¿Cómo? A través de diversas iniciativas, que parten de las tecnologías de la información y las comunicaciones cómo base, y que tienen por fin conseguir una mayor optimización de los recursos existentes. Es en este contexto, donde se desarrolla el proyecto de ciudades inteligentes o Smart cities.

Pero ¿qué son realmente y qué buscan las ciudades inteligentes o "Smart Cities"?

Si hay algo en lo que coinciden los numerosos expertos que han investigado y analizado este nuevo concepto de ciudad, es en que no hay una definición global consensuada de lo que significa una ciudad inteligente, sino que dependerá de quién analice dicho término y en qué aspectos centre su estudio. Asimismo, las ciudades inteligentes también podrán ser definidas de maneras distintas si atendemos al nivel de desarrollo y recursos de sus residentes. Este hecho implicaría que, indudablemente, el concepto de Smart City no tendrá la misma connotación en Europa que, por ejemplo, en algunas ciudades asiáticas menos desarrolladas.

No obstante, podemos considerarlas cómo aquel tipo de ciudades que apuestan por mejorar la vida de sus habitantes a través de la implantación de sistemas eficientes que, en su mayoría, se basan en información recolectada, a tiempo real, de los ciudadanos a través de sensores distribuidos por los distintos puntos de la ciudad. Conociendo los "problemas" a tiempo real, podremos aplicar soluciones más eficientes.

En lo que sí coinciden los expertos en la materia es en los objetivos principales que persiguen las ciudades inteligentes:

  • Conseguir una mayor calidad de vida para los ciudadanos.
  • Optimizar los recursos existentes para generar ahorro a ciudadanos, empresas y administraciones públicas.
  • Alcanzar una gestión eficiente de todas las áreas de una ciudad: servicios, transportes, educación, sanidad, infraestructuras…etc.

¿Cómo llega a España este "nuevo" concepto de ciudad?

Si bien es cierto que no contamos con una fecha exacta y unánime de nacimiento de las Smart Cities en España, parece que surgen cómo consecuencia de la evolución de las llamadas ciudades digitales que se instauran en nuestro país hace algo más de una década.

Independientemente de esta cuestión, lo cierto es que España busca ser un referente a nivel mundial en el desarrollo de las ciudades inteligentes; proyecto que se gestiona a través de la Red Española de Ciudades Inteligentes que nace en el año 2012 con la finalidad de llevar a cabo una gestión automática y eficiente de las infraestructuras y los servicios urbanos y que, a día de hoy, se encarga de hacer efectivo el Plan Nacional de Ciudades Inteligentes (elaborado por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo) dotado de un presupuesto de unos 188 millones de inversión en territorios inteligentes.

Nuestros referentes mundiales.

Reflejados en el Global Smart City Performance Índex. Índice, patrocinado por Intel, que se encarga de clasificar a las 20 ciudades más importantes a nivel mundial, en términos de integración y construcción del Internet de las cosas y servicios conectados en todos los índices de movilidad, atención médica, seguridad pública y productividad. 

Así, Singapur fue, en el año 2018, nombrada cómo ciudad inteligente líder mundial y presentada como un ejemplo de ciudad a seguir. A Singapur la siguen ciudades como San Francisco, Chicago, Seúl, Berlín, Tokio, y nuestro representante español, Barcelona.

Nos planteamos, entonces, qué tienen en común todas estas ciudades anteriormente mencionadas para encontrarse a la cabeza del ranking mundial de las Smart Cities. Dicho de otro modo, ¿qué requisitos ha de tener una ciudad inteligente para ser considerada como tal? Hay que partir de una afirmación importante: No cualquier ciudad puede adquirir el título de "Smart City". Para ello, se deben reunir una serie de condiciones y requisitos que, al igual que su propia definición, no son cerrados:

  • Tener un plan estratégico marcado que establezca los propósitos concretos que se quieren alcanzar a lo largo del proyecto de conversión de la ciudad a un modelo de Smart City.
  • Capital humano. Pieza clave para el correcto funcionamiento de las ciudades inteligentes. Los ciudadanos han de contribuir activamente en el uso y fomento de estas alternativas. Para ello será esencial ofrecer información e informar a los ciudadanos a este respecto.
  • Que exista un compromiso real con el medio ambiente.
  • Llevar a cabo una integración tecnológica de sus infraestructuras lo que permitirá controlar los sistemas eléctricos, los índices de contaminación y la gestión de residuos, entre otros.
  • Disponer de equipos de gobernanza motivados, profesionales y abiertos, que se impliquen en el proyecto, que colaboren activamente con los ciudadanos a través de todos los canales (incluidas las rrss) y que sean transparentes en el uso de los datos obtenidos.
  • Contar con una tecnología lo suficientemente avanzada que permita una correcta gestión de la ciudad.

En virtud de lo anteriormente expuesto, parece claro que los beneficios y ventajas que ofrecen las ciudades inteligentes no son pocos. De entre todas ellas, podemos destacar las siguientes:

  • Suponen un ahorro de tiempo para el ciudadano pudiéndole devolver hasta un total de 100 horas, por ejemplo, en desplazamientos de todo un año. Todo ello a través de una red de transportes que, gracias a la conexión a internet de coches, autobuses y trenes, se consigue un transporte mucho más eficiente adaptando el mismo a las necesidades de los usuarios en tiempo real.
  • Se crea un nuevo concepto de seguridad siendo, la misma, un elemento clave en el desarrollo de las Smart cities. ¿Cómo? Haciendo uso de la información obtenida para la lucha contra la delincuencia, los incendios, así como contra otro tipo de desastres.
  • Obtendremos una mayor eficiencia energética como consecuencia del conocimiento de los datos de consumo a tiempo real. Así, con su previsión anticipada, se podrá podremos obtener una efectiva gestión de los recursos a través de sistemas de ahorro energético, alumbrado, distribución del agua…etc.
  • Creación de entornos más eficientes y saludables pues se podrá llevar a cabo una mejor organización de los espacios urbanos adecuándolos a las necesidades reales de la población, creando, en consecuencia, nuevas oportunidades de negocio, espacios más eficientes y respetuosos con el medio ambiente…etc.

Pero ¿y su parte negativa?

Efectivamente, existen dos caras de una misma moneda. Así, una de las cuestiones que es importante no dejar de lado, es el impacto que este "nuevo" concepto, supone en la protección de datos de carácter personal de los ciudadanos. ¿Por qué? Porque la construcción de las ciudades inteligentes va siempre de la mano de la obtención de información de sus ciudadanos y, consecuentemente, de sus datos personales. Todo ello a través de sensores que nos pueden dar información cómo, por ejemplo, el número de personas que transitan una vía y en qué dirección caminan. Esta información puede resultar clave para la gestión de los servicios de un municipio de un modo más eficiente. No obstante, será siempre recomendable evitar el tratamiento de información relacionada directa o indirectamente con categorías especiales de datos personales a las que se refiere el artículo 9 del Reglamento Europeo de Protección de Datos (en adelante RGPD).

La capacidad que tengan las organizaciones de compartir y analizar la gran cantidad de datos generadas por las nuevas tecnologías será una de las claves de la construcción exitosa de una ciudad inteligente. Y es algo lógico, porque si nos paramos a pensar, ¿cómo se van a desarrollar las aplicaciones y soluciones de software necesarias para construir las capacidades "inteligentes" de una ciudad y su infraestructura si no se cuenta con información vital en tiempo real que revele las necesidades de la sociedad?

Es aquí donde necesitamos recordar que a mayor cantidad de información y su frecuencia de obtención, mayor será la injerencia y riesgo inherente a la privacidad y protección de datos de los ciudadanos. Por ello, la Agencia Española de Protección de Datos, en su Guía para Administraciones locales destacó la necesidad de que (…) antes de un puesta en producción de un proyecto "Smart City" es necesario realizar(…):

  • Un análisis previo del proyecto el volumen de la información que se pretende procesar y el número y tipo de fuentes desde las que se pretende obtener dicha información o incluso el tiempo durante el que se pretende conservar esta información.
  • Una evaluación de impacto en los términos establecidos en el artículo 35 del RGPD.

Además, siempre tendrán que tenerse en cuenta, en el manejo de la información obtenida, una serie de principios recogidos en la normativa vigente en la protección de datos personales y de entre los cuales destacamos el principio de minimización de datos, principio de limitación del plazo de conservación y el tratamiento de la información de un modo seudonimizado.

Consecuentemente, no cabe duda de que a pesar de que el camino a seguir es largo, la nueva concepción de ciudad que tenemos ante nuestros ojos es un fenómeno imparable y con una clara injerencia en la protección de datos de los ciudadanos. Por ello será vital que los proyectos de Smart Cities busquen siempre un equilibrio entre el avance tecnológico y la privacidad de los titulares de los datos.

 

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