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29/03/2024. 12:12:44

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¿Somos como Santo Tomás (versión S.XXI) o como los avestruces?

Socio fundador de Avezalia, firma especializada en el asesoramiento jurídico integral TIC

¿Somos como Santo Tomás (versión S.XXI) o como los avestruces?

Actualmente, no cabe la menor duda del evidente, imparable y deseable ascenso de la llamada realidad digital, materializada, principalmente, en la red de redes.

Gracias a los adelantos tecnológicos de última generación, gran parte de la realidad que podemos ver y/o tocar en el día a día, se va incorporando, por medio de su digitalización, a internet. Del mismo modo, gracias a internet, se van modificando hábitos y costumbres en la relación de las personas con amigos, familiares, empresas, profesionales… Finalmente, gracias a internet, existen infinidad de productos y servicios que tenemos a nuestra disposición, a un solo golpe de clic, con independencia y al margen de horarios y distancias físicas.

Con tales ventajas, resulta lógico el paulatino desembarco de empresas y profesionales en el mundo digital, por más que aún queden muchas que no vean (qué cierto aquellos de que los hay que miran pero que no ven) las extraordinarias e impensables (hace unos años) oportunidades que brinda para la expansión de mercados y la captación de nuevos clientes.

No obstante, no es oro todo lo que reluce y, a pesar de estas evidentes ventajas, se ciernen importantes claroscuros en este horizonte digital.

En concreto, nos centraremos en el presente post en la sensación de inseguridad que aun rodea a internet y todo lo relacionado con las nuevas tecnologías y la necesidad de recurrir al mundo analógico para tratar de paliarla.

En efecto, siendo realistas, cuando tecleamos en el navegador o browser la dirección de cualquier website o, sencillamente, efectuamos alguna búsqueda genérica en Google, Yahoo, MSN o similares, lo que allí vemos no deja de ser un diseño más o menos afortunado, en el que se nos ofrecen los mejores productos y servicios. Nada más.

Por tanto, hace falta establecer un nexo de unión entre la realidad digital y la analógica, a través de la que podamos conocer que, efectivamente, existe alguien serio tras un sitio web, blog, dirección de correo electrónico o cualquier otro servicio ofrecido por la gran red.

Intentos por tender puentes entre ambas realidades (y decimos ambas, porque, por desgracia, no siempre coinciden) son o han sido las siguientes:

1º.- La obligación de información establecida por la L.S.S.I.C.E. y materializada, por regla general, en el aviso legal pertinente.

2º.- La ya derogada obligación de notificar al registro público correspondiente a la naturaleza de la entidad en cuestión, el nombre de dominio principal empleado para la identificación en internet.

3º.- El empleo de las certificaciones electrónicas en sus diversas modalidades, legal y técnicamente, existentes, o de plataformas seguras (tipo SSL).

4º.- El sistema de registro ideado por Twitter que tiene por objeto vincular una cuenta en dicha plataforma con la empresa que desee desarrollar en la misma actividades de community marketing…

5º.- Plataformas igualmente particulares como Logalty o Color Iuris en la que podemos ir registrando muy diversos aspectos legales.

Como podemos observar se trata, en última instancia, del empleo de instrumentos con los que intentar ligar o unir (con diverso éxito) la realidad analógica con el mundo digital.

Por tanto, está claro que por mucho internet de que hablemos y por mucha realidad digital o virtual que queramos promover, en última instancia somos como Santo Tomás versión siglo XXI.

Bueno, mejor dicho: no somos como Santo Tomás, mas bien queremos ser como él, porque decidme: ¿qué porcentaje de internautas se lee el aviso legal de un website o los pliegos de condiciones contractuales?, y ¿cuántos de los que lo leen verifican la exactitud de la información facilitada con algún tipo de registro público?

Más bien somos como los avestruces, es decir, cuando queremos adquirir algún tipo de bien o servicio en internet, apretamos los dientes, bajamos la cabeza y rezamos (al menos en eso nos parecemos a un santo, interesado, eso sí) para que no haya problemas con la operación.

En consecuencia, aún falta mucho para la consolidación de la realidad virtual, pero es un camino iniciado y sin retorno. Sólo con la responsabilidad de todos los involucrados llegaremos a buen puerto.

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