
Cuando tenía una altura que apenas llegaba a la mesa; cuando los teléfonos que existían tenías que dar vuelta a una ruedecilla para marcar los números; cuando el Seat 600 dejaba de ser el coche de los españoles pero aun se veían muchos por las carreteras; cuando te llamaba la atención ver a una pareja besarse en plena calle; cuando el programa 300 millones causaba furor en la TV, y ésta se componía sólo de dos canales (y teníamos suficiente); en esa época de la que entonces no pensaba que algún día hablaría en pasado, pensaba que los coches en el siglo XXI volarían, pero jamás pensé que existirían teléfonos que pudieras llevar en el bolsillo, y que fueran más pequeños que los que había entonces. Tampoco pensaba que habría unas máquinas de escribir con una pantalla plana incorporada donde no hubiera que poner folios para escribir, sino que te los proporciona un programa llamado Word. Y que esas mismas máquinas, a las que llamaríamos ordenadores (con el calificativo de portátil, como todo lo existente en este siglo XXI), servirían para muchas cosas más que para escribir. Nunca imaginé que pudiéramos navegar fuera del mar, ni que a través de algo llamado Internet volvería a ponerme en contacto con todos mis compañeros del colegio, veinte años después. Facebook ha sido el portal que ha posibilitado tal hecho, pero podría haber sido cualquier red social. Navegar, red, Internet… nuevos términos en un nuevo lenguaje. Mismos términos en usos distintos a los habituales.
En el siglo XXI no vuelan los coches,
pero viene avalado por la utilización de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y el avance
que tiene para las economías y las sociedades. Es una nueva revolución la que se está produciendo, pero que apenas nos
damos cuenta porque estamos plenamente inmersos en ella. Pero si miramos atrás,
podemos comprobar que la forma en la que
vivimos hoy día es muy diferente a la de hace veinte años. Si la tecnología
hubiera seguido igual que entonces, simplemente hubiera sido más difícil que los
amigos de la infancia hubiéramos podido contactar de nuevo, o casi imposible.
Hoy es más fácil interactuar, relacionarse con las personas, aunque algunos no
lo vean. Hoy hay nuevos estilos de vida,
y nuevas formas de realizar el trabajo.
Pero las TICs no es una realidad por
igual en todo el mundo, y aun siéndolo, su nivel de aplicación no se establece
por igual. Y como muestra de ejemplo tenemos a nuestro país, donde para
comprobarlo solo hay que ir al pueblo de la sierra, aquél perdido entre las
montañas, donde el móvil se queda sin cobertura con frecuencia.
Este preocupante dato está relacionado con los rasgos característicos del
tejido empresarial español, constituido generalmente por pymes, de las cuales
un elevadísimo porcentaje son microempresas. En España, el nivel de incorporación y uso de las TICs en las empresas
es directamente proporcional al tamaño de las mismas, lo que quiere decir
que existen una gran cantidad de pymes que se sitúan muy por debajo de los
niveles tecnológicos de las grandes compañías, y al mismo tiempo muy alejadas
de la media que registran las pymes de la mayoría de los países de la Unión
Europea.
Las Nuevas Tecnologías no son aun
vista como parte del proceso productivo, al menos en nuestro entorno nacional.
Personalmente invertiría el famoso "Plan
E" en desarrollar las fuentes de acceso a las TICs, como una apuesta de
futuro (más bien inmediato), para no perder comba con respecto al resto de
países industrializados. Pero es mi opinión. Y no hablo de dar un ordenador por
cada alumno, que me parece una buena medida, sino de darles cobertura y acceso
a Internet, al nivel que otros países están haciendo. Pero fundamental sería
proveer de estos canales a las pymes y autónomos (el ordenador que se los
compre ellos, lógicamente), para que puedan ser competitivos, pues de otro modo
iremos a remolque, como siempre.
Sin las TICs no hay nuevas oportunidades de negocio, y como del posicionamiento natural en un buscador, cuanto más tarde se acceda, peor será la posición en el resultado de búsqueda.
Las Nuevas Tecnologías fomentan el consumo, y abarata costes. Aumenta la productividad y no supone hoy día un gasto extraordinario ni innecesario. Es una inversión, y como tal debe ser fomentada desde instancias superiores, máxime cuando tenemos el ejemplo de países de nuestro entorno.
Socio fundador de Avezalia, firma especializada en el asesoramiento jurídico integral TIC