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11/12/2024. 04:00:52
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Javier Fernández Ruiz, abogado

“De la abogacía me quedo con todo”

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Cuando un profesional lleva más de tres décadas realizando una labor, se puede hablar de veteranía. Y ese grado que da la experiencia y el paso y poso del tiempo hacen que Javier Fernández pueda compartir sus reflexiones con nosotros. ¿Habrán cambiado muchos las cosas en más de treinta años? Él tiene su respuesta.

Javier Fernández Ruiz
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31 años de ejercicio dan de sí como para poder ver y analizar la profesión. ¿En qué ha cambiado el Derecho?

Tras 31 años de ejercicio de la profesión de Abogado, evidentemente la experiencia acumulada es mucha e importantísima. En qué ha cambiado el Derecho, pues evidentemente en muchísimas cosas y aspectos.

Lo fundamental, que continuamente el Derecho se va transformando y adaptando a los cambios que en la sociedad a la que va dirigido y que regula y a la que se aplica van produciéndose y que precisamente en estos últimos 31 años, en todas las parcelas y facetas de nuestro país, han sido profundísimos e importantísimos.

Fundamentalmente, estos 31 años han contemplado el paso y transformación en nuestro país hacia un Estado democrático pleno y sobre todo -y aquí es fundamental el cambio legislativo producido- de Derecho, en el que éste se ha convertido y convierte en el epicentro de toda la vida y de todas las parcelas de la vida social.

La aplicación y desarrollo de nuestra flamante Constitución ha sido esencial en todos estos años, sobre todo por el desarrollo que de su normativa y principios ha aflorado con la doctrina y jurisprudencia de nuestros Tribunales,  principalmente los más relevantes y decisivos en ello, el Constitucional y el Supremo.

Evidentemente el Derecho, que casi siempre va por detrás de la evolución y cambios sociales, aunque algunas veces sea el impulsor y transformador de todo, durante estos 31 apasionantes años ha reflejado la total transformación de España en un país libre, democrático, moderno, avanzado y sobre todo eso en un Estado de Derecho, donde priman por encima de todo  los derechos y libertades de todo ciudadano y las garantías que ello conllevan.

¿Y en qué sigue siendo lo mismo?

Pues precisamente, y en eso radica la grandeza y la primacía del Derecho, en que en lo esencial ni ha cambiado ni va a cambiar: la primacía de la Ley por encima de cualquier otra consideración o componente, la aplicación de la razón y racionalidad en su elaboración y posterior aplicación, los principios generales que lo inspiran, el celo en ordenar toda la vida social en función de las demandas y escala de valores de cada momento y época y sobre todo que regula todas las facetas y ámbitos de la vida social de un país para hacer posible la convivencia pacífica y cuando ésta se quiebra por su incumplimiento para eso se establecen las leyes que cuidan de que dichos incumplimientos sean sancionados y evitados en lo posible.

Pero por encima de todo la búsqueda constante de un principio fundamental en cualquier sociedad civilizada y en cualquier época: la búsqueda -aunque a veces, muchas, no se consiga- de la Justicia con mayúsculas.

La situación jurídica en España es mejorable. ¿Qué cree que habría que realizar para apuntarla?

Pues desgraciadamente la Justicia como la sanidad pública o la educación, los tres pilares quizás fundamentales en que se apoya todo país moderno, civilizado y democrático, arrastra desde tiempos inmemoriales la lacra y "leyenda negra" de que es lenta, mala y poco operativa o útil. Creo que la modernización, aplicando todos los importantísimos avances tecnológicos que la revolución informática operada en las últimas décadas, sobre todo a través de Internet, es decisiva y una asignatura pendiente que cuanto antes debe acometerse. Es insostenible que aún se mantengan comunicaciones por correo o similares, cuando hoy en día hasta los niños se comunican a través de correo electrónico, redes sociales, etc. Ello, unido al aumento de Juzgados y plantillas de éstos, fundamentales para que los pleitos no se eternicen y se produzcan como se están produciendo y nosotros los profesionales pero sobre todo los ciudadanos, los "justiciables", los clientes son quienes los sufren, señalamientos de Juicios con más de dos años de demora desde la fecha de su señalamiento, algo insostenible e inadmisible. Es evidente que en los tiempos que corren de recortes y ajuste total económico la inversión que ello conllevaría quizás sea imposible, pero cuando ha existido épocas, como las más recientes de bonanza económica, tampoco se acometió dicha importantísima medida, quizás porque tras 31 años de Abogado llego a pensar y sospechar que al poder político no le interesa excesivamente que la Justicia se modernice o se agilice, es una mera y personalísima presunción. Finalmente, resulta fundamental acometer de una vez por toda la unificación de leyes y sobre todo doctrinas para que no exista muchas veces tal dispersión legislativa y jurisprudencial que implica que alguien cuando tiene un problema o conflicto no sabe, y el profesional menos, qué le puede suceder o qué solución tiene su problema. Ello unido a una profunda reforma de nuestras leyes procesales que dinamice y agilice los trámites procesales para que los litigios y pleitos no se eternicen innecesariamente y sin prescindir de la observancia de todas las garantías exigibles.

Y de la abogacía en concreto, ¿con qué elementos se queda y qué otros han de mejorar?

De la Abogacía me quedo con todo, lo bueno -mucho- y lo malo -poco- que puede tener, porque al fin y al cabo soy, tras 31 años, un Abogado totalmente vocacional, un enamorado de mi "bendita" y maravillosa profesión.

Pero si he de decantarme por algo positivo y por algo negativo, me "mojo" y ahí van dos aspectos.

Primero el negativo y que habría que mejorar: prestigiar nuevamente la profesión, tan importante que ejercemos, dándonos a respetar por todos, comenzando por los Jueces y terminando por los propios clientes, que deben vernos todos como profesionales que estamos al servicio de la Justicia y la consecución y defensa de los intereses y derechos de los ciudadanos, de nuestros clientes, ni más ni menos. Y también otro aspecto mejorable: que seamos más solidarios entre nosotros mismos, como hacen otros colectivos de profesionales libres.

Y finalizo por el elemento positivo fundamental con el que me quedo: nuestro servicio a la Justicia, a la defensa de nuestros clientes y sus derechos e intereses. No existe mayor satisfacción para un Abogado ni mejor "minuta" que el agradecimiento y satisfacción sincera y total de un cliente al que has defendido con todas tus fuerzas, conocimientos, energía, honradez, lealtad. Ni la minuta más cuantiosa sustituye la cara de satisfacción y el agradecimiento sincero de un cliente que reconoce que has luchado por él todo lo que podías y debías luchar.

Un abogado, para tirar hacia delante, ¿ha de especializarse o tocar todos los palos?

Hoy en día, y más en la vorágine de "globalización" existente es evidente que el Abogado tradicional, como a mí mis maestros me enseñaron y yo aprendí y he desarrollado, que toca todos los palos posibles, por ejemplo en mi caso desde el Derecho Civil al Penal, es una "raza desgraciadamente en vías de extinción". Prima y se tiende a la especialización, a ejemplo de los médicos, lo cual por un lado es muy bueno, pues el profesional que se especialice en una rama evidentemente tiene más posibilidades de dominar la misma que quien abarca más ramas, pero también desde nuestro punto de vista como profesionales -quizás en esto me dejo llevar por un sentido romántico de mi profesión- nos empobrece pues solamente dominaremos aquella rama a la que nos dedicaríamos o en la que nos especializaríamos, mientras el Abogado tradicional que toca todos los palos, con evidente y exigible preparación y estudio de todas a las que se dedique evidentemente tendrá siempre una preparación mucho más completa y plena como jurista.

Pero, resumiendo, es evidente la tendencia a especializarse no ya en ramas del Derecho, sino incluso más aún en materias concretas de cada rama, y a estructurarse los despachos en grandes despachos o macrodespachos, al estilo americano, en los que existan especialistas de cada rama o materia. Es la tendencia de futuro, que no significa la desaparición -que para nada deseo- del Abogado y despacho tradicional mucho más individual y quizás personalizado.

El año en el que nos encontramos y el siguiente se catalogan de esfuerzo y trabajo y, quizá, menos ingresos. ¿Llegan tiempos de generosidad intelectual a cambio de paciencia?

Por supuesto, pero eso en nuestra profesión, en líneas generales desgraciadamente es una constante, que se incrementa en tiempos de crisis como los que actualmente vivimos a nivel incluso internacional. El Abogado nunca ha dejado de ser, al menos en mi caso, muchas veces un profesional que atiende a sus clientes por encima de la necesaria y obligada contraprestación económica.

Para terminar, ¿haga un retrato robot de su despacho.

Mi despacho, del que soy titular, y llevando 31 años de ejercicio, es un despacho tradicional de Abogados de toda la vida, en la que llevamos y defendemos desde asuntos de Derecho Civil a Derecho Penal, pasando por Administrativo, Laboral y Mercantil. Es decir, un despacho grande pero en miniatura, si se me permite la expresión o definición, en el que por el número de profesionales que lo formamos, implica una mayor dedicación y dosis de trabajo.

Lo integramos aparte de mí, tres compañeros más actualmente, D. Luis Pereira Delmas, Dª Mª del Carmen García Díaz, ambos casi ya 20 años de ejercicio, siempre conmigo, y las más recientes incorporaciones, de D. Pedro José Conde Cruzado, con dos años de ejercicio, y que quiere ampliar nuestro despacho a la rama del Derecho Fiscal, a la  que hasta ahora no nos dedicábamos, y en la que él es ya un experto, a pesar de su juventud, y sobre todo de mi hija, Ana Fernández Cruzado, que actualmente cursa un prestigioso máster de Derecho Europeo, en el Colegio de Europa, en Brujas, y que espero si así es su deseo y no se decide finalmente por otra salida profesional que se incorpore a mi despacho y comience a trabajar en él, donde ya ha colaborado un tiempo, llevando ya también dos años de ejercicio.

Como característica más especial o fundamental de mi despacho considero que más que un despacho yo siempre he procurado que fuera una pequeña familia, prolongación de las nuestras, dadas las muchas horas que en ésta "segunda familia" pasamos al cabo del año y cada día, y que el ambiente sea de total unión y confianza, imprescindibles para que un despacho funcione y las condiciones de trabajo sean las óptimas y las idóneas.

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