Antonio Solano Borruel es socio en Gay-Rosell & Solano. Hemos querido ahondar con este abogado qué les ha supuesto la crisis de la COVID-19, cómo la han afrontado y qué futuro vislumbra en la profesión.
¿Estabais preparados para afrontar una situación tan disruptiva como esta?
En nuestro caso lo estábamos. Hemos podido prestar estas semanas nuestros servicios profesionales a nuestros clientes con el mismo estándar de calidad anterior a decretarse el estado de alarma. El cliente no ha notado diferencia alguna. Siempre hay que estar preparados. Nuestra actividad es esencial y de la misma dependen muchas otras. La disrupción en este caso ha venido dada por una crisis sanitaria sin precedentes, pero podría haber sido otro el motivo de la alarma. Habíamos acometido meses antes una importante apuesta por una serie de herramientas que han resultado ser las adecuadas. No obstante, aunque dispongas de las mejores herramientas, si no hay tras las mismas a buenos profesionales comprometidos con nuestros clientes, con sus compañeros y con la filosofía de la firma, la excelencia no llega. En nuestro caso estamos muy satisfechos.
¿Cambiará la forma en cómo se prestan los servicios legales?
La forma en cómo se prestan servicios legales no debería en teoría cambiar. Quizás sí que hay algunos aspectos particulares del ejercicio de la abogacía que probablemente cambiarán. Son cuestiones que han funcionado correctamente durante estos meses y creo que han venido para quedarse. Por ejemplo, la celebración de reuniones que antes eran ineludiblemente presenciales ahora difícilmente se encontrarán motivos para que no puedan celebrarse por videoconferencia. Lo mismo ocurre con la firma digital. La aceleración del proceso ha venido acompañada de la democratización de las herramientas tecnológicas a las que ya cualquiera puede acceder. Ya no hay excusa.
El servicio legal no debería cambiar en función del lugar físico desde donde se esté prestando por parte del profesional, de la misma manera que tampoco cambia en función del lugar físico donde esté el cliente.
En cuanto a la forma de ejercer la profesión ante nuestros Tribunales, y especialmente, en cuanto a la celebración de las vistas y comparecencias procesales de forma telemática, la sensación es que cada Juzgado está utilizando su propio método ante el colapso anunciado y los medios personales y materiales de los que dispone.
Veremos cómo evoluciona de aquí a final de año y qué soporte normativo lo acaba sustentando definitivamente. Se trata de un área de práctica muy sensible donde dos partes no han encontrado otra manera de dirimir un conflicto, y por lo tanto, si no se hace bien, si no se garantiza un proceso con todas las garantías procesales, inevitablemente se alegará la ausencia de tutela judicial efectiva por una de las partes y nos encontraremos con el efecto contrario al deseado en forma de recursos y posibles nulidades, lo que provocará un colapso aún mayor del que se pretende evitar.
¿Cuál es el mayor reto que ha derivado y derivará el teletrabajo?
El mayor reto para los que somos apasionados de la profesión ha sido saber decir basta. Paro. Esto ya puede esperar a mañana. La progresión y la deriva del teletrabajo irá en paralelo a la progresión de la crisis sanitaria y del virus.
Desde mi particular punto de vista, un abrupto cambio masivo al teletrabajo una vez estabilizada la crisis sanitaria, como vaticinan algunos, podría ser perjudicial para la deseada recuperación económica. No me refiero al posible perjuicio de la empresa en la que sea posible teletrabajar, ya que en términos de productividad ha sido un método satisfactorio. Me refiero a que el hecho que un trabajador se desplace diariamente a su puesto de trabajo genera una actividad económica indirecta paralela como consumidor en múltiples sectores. Si esto desaparece, o se reduce de forma importante, muchos sectores se verán afectados sin tiempo material para la reconversión o transformación. No obstante, habrá que buscar un equilibrio y lo cambios, como todo, es bueno que sean progresivos y no bruscos.
¿Qué aprendizajes os habéis llevado de esta situación?
Un despacho de abogados, como una empresa, son sus profesionales, en nuestro caso, sus abogados y abogadas, en definitiva, las personas que lo conforman de forma cohesionada y sincronizada. Detrás de un cliente que necesita de nuestros servicios legales, hay también siempre una persona, ya sea un empresario, un trabajador, un particular o un directivo. Hay que prestar siempre la debida atención, preferiblemente de forma proactiva, sin esperar a que seamos requeridos.
Lo importante ha seguido siendo el trato personal, con independencia de las herramientas y de las circunstancias.
