"¿Modificaciones sobre la Ley? Cero. Borrón y cuenta nueva, que es lo que parece que finalmente se hará". "El vendaval de los últimos tiempos se ha llevado por delante todo un sistema económico/financiero cimentado sobre montañas de opiniones legales, auditorias y calificaciones de círculos mágicos, de logotipos de diseño". "Determinadas áreas de actividad profesional siguen secuestradas -en términos coloquiales- por un club blindado de "iniciados" al que se accede por un sistema prácticamente de bola negra". "El grado de agresividad y creatividad comercial -legítima siempre que no rompa el límite deontológico- de los grandes no siempre puede ser neutralizado por el medio o el pequeño despacho" "La judicatura es un estamento de enorme profesionalidad, cualificación y abnegación, que tiene que nadar contra corriente en un entorno de carencia de medios y de sobrecarga de trabajo que convierte en ineficiente el sistema judicial en su conjunto". "El marketing permite recordar que un despacho profesional es una empresa de venta de servicios y que la excelencia profesional puede ser un presupuesto esencial del éxito profesional pero que, además, hay que saber hacer que el mercado la perciba y la valore".
Licenciado en Derecho por la Universidad San Pablo CEU de Madrid (1975), miembro del Colegio de Abogados de Madrid y miembro electo del Pleno de la Cámara de Comercio, Fernando Herce se incorporó al Estudio Jurídico Almagro en 1979. Su práctica profesional está centrada en el área Civil y Mercantil, en temas relativos a la estructuración empresarial, contratación, adquisiciones y fusiones, planificación y control patrimonial, empresa familiar e instituciones de inversión colectiva. Herce sostiene que una derivación de la abogacía hacia la ultra especialidad la convertiría en algo mecánico, rutinario y carente de la visión jurídica global, algo tan importante, para él, como el ojo clínico en el mundo médico. Apuesta por sepultar a la Ley Concursal. He aquí su visión sobre la abogacía española.
¿Cómo nace Estudio Jurídico Almagro? ¿Cuáles son sus principales clientes?
Hace treinta años, en la calle Almagro, de Madrid. José Antonio de Francisco, felizmente -para él- jubilado el año pasado, forma un equipo profesional con vocación de preservar un estilo propio: compromiso ético, equilibrio entre espacio vital personal y profesional, no más de quince abogados para preservar el clima interno de despacho profesional, interactividad e implicación directa y personal en la relación con el cliente, al que el despacho debe aportar dos elementos: valor añadido como consecuencia de su actuación y, muy importante, lealtad por encima de todo, incluso a costa de perderlo por mantener la propia independencia de criterio.
¿Nuestros principales clientes? Todos y cada uno de ellos. Quizá el altísimo grado de estabilidad, de fidelidad si se me permite, de nuestros clientes tenga algo que ver con ello. Por otro lado, nunca hemos utilizado ni el nombre de un cliente ni una transacción determinada como elemento de promoción del despacho. No vamos ahora romper ese principio.
Las grandes firmas parecen copar el mercado. Sin embargo, algunos despachos medianos se mantienen en escena. ¿A qué atribuye este fenómeno?
Supongo que habla Vd. de "grandes" en sentido de magnitud, de estructura, lo que no necesariamente se corresponde con calidad sino con cantidad., Y emplea Vd. el término "copar", próximo a "acaparar" No lo comparto. Es cierto que hacer rodar una mega-estructura obliga a estar en todos los frentes potenciales de facturación, incluso a ir más allá e inventar nuevas áreas de diversificación (formación, lobby y hasta ¡coaching legislativo en democracias emergentes!) impensables para una firma de abogados hace pocos años. Es así. Es legítimo.
Pero en el mercado de los servicios legales los operadores son personas y, en ésta -como en cualquier otra profesión -medicina, arquitectura, finanzas- el roce, la confianza personal, poner cara al interlocutor y que ésta no cambie una vez alcanzada la compenetración, son tan importantes – al menos- como la propia cualificación profesional que, perdón por la insistencia, no es patrimonio exclusivo de las "grandes" firmas.
El vendaval de los últimos tiempos se ha llevado por delante todo un sistema económico/financiero cimentado sobre montañas de opiniones legales, auditorias y calificaciones de círculos mágicos, de logotipos de diseño. Claro que determinadas áreas de actividad profesional siguen secuestradas -en términos coloquiales- por un club blindado de "iniciados" al que se accede por un sistema prácticamente de bola negra. Si, es algo así como los torneos de Polo. ¿Perdemos el sueño en nuestro despacho por no ser invitados a participar en los torneos de Polo? No.
¿Qué implica persistir en una estructura de despacho mediano en un mercado tan competitivo?
En nuestro caso es un tema de definición que nunca hemos querido, necesitado de momento, replantearnos. Pero el futuro no está escrito.
Lo cierto es que el legal es, en términos generales, un mercado abierto: si Vd. tiene un problema de visión puede ir, sin duda, a cualquiera de las muchas y excelentes cadenas de oftalmología con presencia en todo el mundo, con el aliciente de que si pierde un tornillo de las gafas que compró en Moscú seguro que se lo repondrán en la tienda de Madrid, y muy probablemente sin coste -visible- alguno. Pero si le importa de verdad su vista, a lo mejor prefiere ir antes a un oftalmólogo o pedir cita, si el problema es serio, en alguna consulta en el norte de España. Si el ejemplo es el vino, desde el tetrabrik hasta la más rara y extraordinaria añada hay un universo amplísimo de posibilidades de opción y elección. Nuevamente, las cifras de facturación de la bodega o el número de sus puntos de venta no son necesariamente su mejor aval.
¿Hacia dónde vamos? Yo creo que el grado de exposición del despacho medio en el escenario actual es menor al del mega-despacho, porque su capacidad de reaccionar con agilidad ante una situación crisis se presupone mayor. Pero también es cierto que el grado de agresividad y creatividad comercial -legítima siempre que no rompa el límite deontológico- de los grandes no siempre puede ser neutralizado por el medio o el pequeño despacho. Hay que estar, por ello, en permanente observación y con la mente abierta a cualquier opción legítima.
¿Se puede afirmar que atravesamos una crisis judicial y que la justicia está politizada en España?
Salvo excepciones puntuales y muy obvias -el Tribunal Constitucional por ejemplo- no sería justo hablar de politización de la justicia. ¿Crisis judicial? La judicatura es un estamento de enorme profesionalidad, cualificación y abnegación, que tiene que nadar contra corriente en un entorno de carencia de medios y de sobrecarga de trabajo que convierte en ineficiente el sistema judicial en su conjunto. No es el menor de los males un esquema procesal rutinario y decimonónico que frustra cualquier iniciativa de actualización y agilización del sistema judicial.
¿Cómo un despacho mediano puede integrarse en grandes redes jurídicas globales?
Bueno, si se refiere a redes o alianzas transnacionales, le diré que en nuestro caso somos miembros de European Law Group desde hace más de quince años. Tiene una clara vocación europea si bien participa también, de forma muy activa, un despacho de Israel. Además de un marco de referencia profesional muy útil, es un foro permanente de contraste práctico de la evolución de la profesión en las diferentes jurisdicciones. Ello unido al estricto respeto a la independencia de cada uno de los despachos asociados hace que la pertenencia a ELG constituya una herramienta de gran utilidad para nosotros.
¿Vale la pena este afán de internacionalización?
Históricamente el componente internacional en nuestra facturación oscila entre el 30 y el 40% por lo que para nosotros ese es un componente natural en nuestra práctica profesional. Es un hecho asumido, con toda normalidad, desde la fundación del despacho, que siempre se ha considerado importante cuidar y mantener.
¿De qué manera el marketing jurídico puede ayudar a su despacho a competir con otras firmas más grandes?
De igual forma que algunas herramientas se han quedado oxidadas -ayer el fax, hoy casi la fotocopiadora- otras se han generalizado y convertido en imprescindibles. El marketing es una de ellas. Claro que es útil. Pero no solo como instrumento generalizado en el juego de competencia con otras firmas, grandes o pequeñas. Es que, además, cumple una función interna muy útil: recordar que un despacho profesional es una empresa de venta de servicios y que la excelencia profesional puede ser un presupuesto esencial del éxito profesional pero que, además, hay que saber hacer que el mercado la perciba y la valore.
¿Qué deficiencias señalaría usted en las grandes firmas?
En Estudio Jurídico Almagro somos perfectamente conscientes de que una mega-firma no alcanza su posición preeminente en el mercado por azar o por casualidad. Somos, por otro lado, extremadamente respetuosos con nuestros colegas, sea cual sea la dimensión de su estructura.
En la misma medida no tenemos complejo alguno a la hora de medirnos profesionalmente con despachos grandes y nuestros clientes, que sepamos, no han quedado defraudados con la comparación, cuando se ha producido. Pero no somos quienes para insinuar deficiencias en otros despachos, menos todavía de forma abstracta o generalizada. Algunos tics de soberbia, es cierto que muy puntuales, quizá debieran ser corregidos. En todo caso, el contexto de crisis generalizada en que nos movemos quizá tenga, como uno de sus múltiples efectos, alguno positivo: un cierto retorno hacia la prudencia y discreción. Quizá incluso un baño de humildad, para todos, grandes y pequeños.
¿Qué sucede con aquellos asuntos en los que su despacho no está
especializado? ¿Cómo asumen estos retos?
Con total
naturalidad ante nuestros clientes y nosotros mismos. Por lo general nadie va a
traumatólogo para que le haga un psicoanálisis. Nuestros clientes no suelen
venir al despacho para pedir asistencia profesional ante, por ejemplo, una
denuncia por malos tratos. Pero si alguno lo hiciera, nuestra ayuda sería
utilísima: reorientarle hacia el mejor profesional independiente del que
tuviéramos conocimiento en esa área. Dicho esto, conviene precisar que una
derivación de nuestra profesión hacia la ultraespecialidad la convertiría en
algo mecánico, rutinario y carente de
una de los activos más valiosos, a mi juicio, de nuestra profesión: la visión
jurídica global que es algo tan básico, pero tan importante, como el ojo
clínico en el mundo médico. La "nano-abogacía" podrá llegar a ser muy rentable,
pero será otra profesión.
Usted ha hablado de "extravagancias del pasado" en la Ley concursal. ¿Qué modificaciones sugeriría? ¿Por qué?
Perdón por el abuso de ejemplos médicos, pero si Vd. opera en un garaje y con el instrumental de Paracelso, el paciente probablemente tendrá problemas. Déjele, además, esperar en el garaje mientras el anestesista notifica por carta o por edictos al cirujano que el paciente ya está listo para el bisturí, eso sí en fechas hábiles.
Bueno, el contexto procesal, la cadencia y las herramientas de actuación en el mundo concursal hacen completamente inútil el sobreesfuerzo de dedicación que, sin duda, prestan los juzgados de lo mercantil y la gran mayoría de los profesionales que actúan en ese ámbito. El grado de frustración que ello provoca solo es superado por el que soporta el empresario que se ve arrastrado, por imposición de la propia ley, a someterse a un proceso que -con una probabilidad del 90% según la estadística- llevará a su empresa a la liquidación, eso sí, tras una lenta agonía.
¿Modificaciones sobre la Ley? Cero. Borrón y cuenta nueva, que es lo que parece que finalmente se hará.
¿Ideas? Mil. Le anticipo, como ejemplo, dos: La primera, que sea el propio empresario bajo su criterio y responsabilidad quien decida cuándo y porqué lleva su empresa al Concurso, sin perjuicio del derecho de terceros a instarlo cuando existan causas objetivas que lo justifiquen y de la posterior valoración del juez acerca del comportamiento y eventual responsabilidad personal del empresario. La segunda, someter el conjunto del procedimiento a plazos y reglas de actuación del siglo XXI y eliminar drásticamente anacronismos y atavismos procesales.
¿Tan malo es el balance que nos deja más de un lustro de ley?
Podía ser peor: solo se han quedado en el camino 9 de cada 10 enfermos tratados.
¿No se reduce el problema a la agilidad en la sustanciación del concurso?
Ese es uno, y no el menor, de las taras del sistema. Se confunde seguridad jurídica con montañas de legajos y, eso sí, mucho tiempo para reflexionar: ¿Qué le parece, por ejemplo, el plazo fijado en la última reforma de días pasados para que el deudor comunique su adhesión o rechazo a las propuestas de Convenio? ¡90 días y, ojo, hábiles! Nada de stress. ¿Cree que es serio?