Justo Garzón Ortega es licenciado en derecho (ICADE E-1) con master en derecho empresarial por la Fundaçao Getulio Vargas de Brasil y Diplomado en Responsabilidad Social Empresarial por la Universidad Adolfo Ibañez de Chile. Se incorporó a Iberdrola en 2011 tras haber desarrollado su carrera profesional en el sector bancario, que inició en el Banco Hispano Americano y la finalizó en Banco Santander. Desde su incorporación a Iberdrola ha sido director de los SSJJ en Brasil hasta su regreso a España en 2016, donde fue responsable del asesoramiento jurídico a la Unidad de Cumplimiento y del gobierno corporativo de las filiales del Grupo Iberdrola. En 2019 le encomendaron poner en marcha el Proyecto Darwin para la evolución y transformación de los SSJJ y desde entonces es director de planificación en los SSJJ.
¿Cómo valora la evolución de Iberdrola y de sus SSJJ desde su incorporación en 2011?
La verdad es que Iberdrola es un grupo que nunca deja de evolucionar y crecer y en los Servicios Jurídicos somos muy conscientes de que si queremos contribuir a los constantes restos del grupo también tenemos que estar en continua evolución. Y creo que lo estamos consiguiendo, ya no somos meros asesores jurídicos del negocio, sino que nos hemos convertido en sus socios y compartimos sus principales retos: crecer en resultados, la excelencia operativa, poner al cliente en el centro de la estrategia y optimizar el capital. Por tanto, la valoración es muy positiva. En un grupo líder como Iberdrola, los SSJJ tienen que llevar el liderazgo jurídico en el sector energético para poder acompañar al negocio.
Usted ha liderado el Proyecto Darwin, mediante el que han logrado reducir un 15 % los costos de los servicios jurídicos de Iberdrola. ¿En qué ha consistido?
Bueno, el Proyecto Darwin ha ido mucho más allá de una reducción de costos. Darwin nació como un proyecto integral de evolución y transformación de los SSJJ. Queríamos aprovechar las posibilidades que trae la era de la transformación digital para ser más eficientes, optimizar nuestros recursos y crear más valor para el grupo, todo ello manteniendo el nivel de excelencia jurídica que ya teníamos. Para ello lo primero que hicimos fue la foto de los SSJJ, un análisis muy detallado de toda nuestra actividad, para saber dónde teníamos que actuar y, a partir de ahí detectamos cinco áreas de actuación en las que hemos desarrollado 23 planes de acción que han traído importantes eficiencias económicas y operativas. Yo creo que las claves del éxito del Proyecto Darwin han sido: primero poner el foco en las personas, todos teníamos que prepararnos para el cambio, ha sido un proyecto global e internacional en el que todos los miembros de los SSJJ han participado. La segunda clave era ir obteniendo resultados tangibles desde el inicio, pequeños logros que enseguida poníamos en valor: por ejemplo, el 15 % de reducción de costos, la reducción de las tarifas de los despachos externos mediante un plan de procesos competitivos de contratación, o eficiencias operativas, como la reducción del tiempo en la gestión societaria o los procesos de facturación. Y finalmente, la comunicación, contar bien lo que estábamos haciendo y con la participación de todos… Por ejemplo, presentamos los resultados del proyecto con vídeos donde participábamos todos y ha sido un éxito.
¿Qué papel ha tenido la tecnología aplicada al derecho en la consecución de estos logros?
Pues ha sido fundamental. La transformación digital fue uno de los principios inspiradores del Proyecto Darwin, pero desde el principio nos dimos cuenta de que la transformación digital era mucho más que comprar herramientas digitales y empezar a utilizarlas sin un objetivo claro. Por eso una de las áreas de actuación ha sido específicamente la de transformación digital y vimos en qué tareas o actividades podíamos obtener eficiencias digitalizando, automatizando o aplicando inteligencia artificial. Analizamos el mercado, vimos qué posibilidades había, analizamos también qué era más conveniente, si adquirir tecnología externa o realizar desarrollos externos. Todo ello lleva tiempo, porque hay que tener muy claro qué problema tenemos y cómo la tecnología nos lo va a solucionar… Por eso no fue hasta el segundo año del proyecto cuando empezamos a incorporar nuevas tecnologías. A veces montamos programas piloto en un país o en un área concreta para estar seguros de que la tecnología que aplicábamos era la adecuada.
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