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24/04/2024. 18:09:22

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La igualdad

Margarita Santana Lorenzo. Socia directora de SANTANA LORENZO ABOGADOS

Las mujeres tenemos la capacidad de cambiar las cosas, y el Derecho es un sector en el que nuestra voz debe tener plena autonomía porque, a diferencia de otros sectores, en el mundo legal somos mayoría. Desde la época de Doña Clara Campoamor y Doña Victoria Kent al momento actual, sólo han transcurrido 40 años, tiempo más que suficiente para que las mujeres juristas, abogadas, fiscales, juezas…, superemos a los hombres en número, aunque esta abrumadora mayoría no haya visto su reflejo en el nombramiento de cargos públicos de responsabilidad.

Así las cosas, es una realidad que sólo la quinta parte de las plazas del CGPJ en sus 40 años de historia han sido ocupados por mujeres, las juezas apenas representan el 14,5% de los puestos del Tribunal Supremo, a pesar de que el 64% de quienes se incorporan a la carrera judicial son mujeres, por lo que resulta evidente que nuestra lucha no ha terminado y debemos seguir enarbolando la bandera de la igualdad hasta que la consigamos.

Esta misma circunstancia se repite en casi todos los  ámbitos y sectores de actividad, analizando los ratios de cargos de responsabilidad, la mujer ocupa siempre un porcentaje inferior al de los hombres, y cuando ocupa el mismo sueldo su salario es inferior, lo que evidencia que a día de hoy sigue existiendo desigualdad en la parte superior de la pirámide, las mujeres lo tenemos  difícil para llegar a las altas esferas y necesitamos seguir impulsando el cohete del  feminismo en todas sus vertientes, y una vez adquiera velocidad,  estoy convencida de que en los próximos 40 años conseguiremos una equiparación total, sin discriminación de ningún tipo.

La desigualdad de género en el ámbito profesional encuentra su principal causa en la dificultad para conciliar la vida familiar y laboral, muchas son las compañeras que, tras un intenso esfuerzo por alcanzar metas profesionales deciden abandonarlas a consecuencia de la maternidad y la crianza de los hijos, sin que esta decisión sea una opción sino simplemente la única manera de poder mantener una familia y sus gastos, por lo que el factor económico resulta decisivo. Las abogadas que trabajan para sí mismas, profesionales independientes y mutualistas, en la gran mayoría de los casos no podemos permitirnos disfrutar de una baja maternal, que supone no prestar servicio a nuestros clientes, suspender vistas y no atender a señalamientos judiciales, ni durante la  baja maternal ni mucho menos durante los largos años de crianza de nuestros hijos.

En un sector como el nuestro en el que el día a día depende de señalamientos, vencimientos y plazos ajenos a nuestra voluntad, que no respetan ni conocen de conciliación de ningún tipo, resulta harto complicado poder llegar a todo sin ayuda externa. Complejidad que aumentaba de forma directamente proporcional al número de hijos que tengas en casa, la digitalización de la Justicia y la conciliación sigue siendo la asignatura pendiente en la carrera por la igualdad en nuestro sector.

En el momento actual, el feminismo también exige autocrítica, porque  hombres y mujeres no somos  iguales y, francamente ni falta que hace, puesto que es justamente esa diversidad la que nos enriquece y nos permite avanzar y evolucionar como sociedad sin que comparta derivadas feministas en las que nuestra lucha sea utilizada como un medio de llegar al objetivo de forma más sencilla,  huyendo de “aquellas” que todavía pretenden medrar a la sombra de sus maridos, aprovechando los logros de “ellos” sin orgullo ni dignidad para conseguir sus propias metas y, de  las radicales  que, por sistema, deleznan al hombre y lo masculino enturbiando con ello la figura de nuestras antecesoras que  tanto tuvieron que luchar para conseguir llegar al momento actual.

Tenemos que estar orgullosas de lo conseguido hasta el momento, y ser conscientes de lo que nos queda por alcanzar, respetando la diversidad que supone vivir en sociedad y sin que la lucha por la igualdad deba suponer una guerra de sexos, simplemente, la natural equiparación de opciones y derechos en todos los ámbitos. Ser feminista, para mí supone no tener que renunciar a nada, poder tener una familia, una carrera y plenitud en todos los ámbitos de la vida, tener opciones, libertad, independencia y autonomía.  De mi madre tengo grabada a fuego una lección de vida, “tú puedes”, y así se lo repito todos los días a modo de letanía a  mis dos hijos,  “el” y “ella”, sin hacer diferencias por razón de su sexo, porque la educación es la base de un futuro en el que respetando nuestras diferencias hombres y mujeres podamos compartir obligaciones familiares y alcanzar el éxito profesional  sin discriminación de ningún tipo.

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