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20/04/2024. 09:45:09

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Mi experiencia en el turno de oficio a lo largo de 35 años

Juana Mª Ruiz García. Abogada

El derecho constitucional a la tutela judicial efectiva y el derecho a la justicia gratuita para las personas que acrediten la insuficiencia de recursos para litigar se pone en práctica con los abogados y procuradores de los tribunales inscritos en el Turno de Oficio de los respectivos colegios profesionales que son indemnizados por la Administración autonómica o estatal con cargo a los presupuestos.

La incorporación al Turno de Oficio del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid es voluntaria y yo lo hice a finales de los años 80 del siglo pasado. En un principio, los motivos fueron, en primer lugar, aumentar el número de clientes y con ello adquirir experiencia y, en segundo lugar, ayudar a las personas que no tenían recursos económicos para litigar. Sin embargo, transcurridos más de 30 años, continúo perteneciendo al Turno de Oficio pero no por causas económicas sino para ayudar a las personas carentes de recursos, marginadas o con un nivel educativo bajo que necesitan ejercitar sus derechos civiles, penales, laborales y de cualquier otro orden jurisdiccional.

Desde mi incorporación al Turno de Oficio he tenido que luchar contra el prejuicio hacia los abogados de oficio. Los clientes no nos han designado de manera particular y consideran que sus intereses no serán defendidos de igual manera que si tuvieran que abonar nuestros honorarios. Pero no podemos olvidar algunos litigios que han obligado a cambiar la normativa española. Por ejemplo, era un abogado de oficio el que defendió los intereses de Mohamed Aziz origen de la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de 14 de marzo de 2013 sobre el sistema de ejecución hipotecaria y las cláusulas abusivas. E igualmente, era un abogado de oficio el que luchó para frenar la venta de 3.000 viviendas de la Comunidad de Madrid a un fondo buitre y le fue estimada la demanda por el Tribunal Supremo.

También he tenido que convencer a los clientes varones de que el hecho de ser mujer no me invalida ni me incapacita para defenderles.

Durante todos estos años los clientes beneficiarios de justicia gratuita han evolucionado –unos más que otros- como también lo ha hecho la sociedad española.  Hemos pasado de una época en la que las mujeres cuando tenían un problema legal acudían al despacho acompañadas de su esposo, padre, hermano, necesitaban el apoyo de otra persona, se sentían inseguras, y había algo que siempre me llamaba la atención:  la baja estima que tenían de ellas mismas. Cuando se trataba de un asunto matrimonial me trasladaban que se habían dedicado a cuidar de la familia, carecían de ingresos, el esposo gestionaba el patrimonio, habían depositado toda su confianza en él e incluso le idolatraban porque era el más inteligentes, más listo, tenía más conocimientos –aunque en realidad no era así-, eran ellos los que decidían sobre las cuestiones económicas, familiares, de amistades, etc. Cuando ese ídolo caía se sentían perdidas. Sin embargo, tras el período de dolor por la ruptura matrimonial, todas las mujeres salieron adelante, cuidando de los hijos, trabajando, estudiando, teniendo amigos y amigas, rehaciendo su vida. Indudablemente, esas mujeres eran muy fuertes. Afortunadamente, desde hace unos años nos encontramos con clientes mujeres que saben lo que quieren, toman sus propias decisiones, conocen sus derechos, están en plano de “casi igualdad” respecto de los hombres, y si hay una ruptura matrimonial lo afrontan con mayor seguridad. Por supuesto que todavía existe un gran camino por recorrer hasta alcanzar la igualdad en todos los ámbitos pero llegaremos a ello.

He tenido la suerte de conectar muy bien con los clientes y han dejado huella en mí en el desarrollo como persona. Recuerdo a uno, joven, desempleado, sin recursos económicos, drogodependiente, en un estado físico lamentable que me dio fuerzas para dejar de fumar. En ocasiones me preguntaba cómo era posible que pudiéramos aconsejar a una persona que abandonara las drogas mientras que yo no podía dejar el tabaco, siendo ésta una dependencia infinitamente menor. Esa idea me alentó a no fumar.

También recuerdo a esa madre con un hijo drogodependiente que deseaba que su hijo falleciese para poder descansar en paz y no dejar esa carga a los demás familiares. Cómo debía sentirse para tener ese pensamiento.

Recuerdo a una madre con varios hijos menores de edad, el marido los había abandonado y era el titular de la Renta Mínima de Inserción, por lo que dejó a su familia sin ingresos, los niños no tenían libros escolares, no podían estudiar y tuvimos que ayudarles entre amigos y conocidos.

Esa mujer víctima de la violencia machista de su compañero sentimental condenado penalmente, y años después fue asesinada por otra pareja. Y esa otra que tras poner fin a una relación de noviazgo fue acosada por su pareja mediante publicaciones de anuncios en páginas web de contactos sexuales.

Por desgracia, esas situaciones no han cambiado mucho a pesar de las modificaciones legales de apoyo a las víctimas. Es necesaria más educación en igualdad.

Por último, me satisface enormemente ver la cara de alegría de las personas cuando les comunicas que se ha estimado nuestra demanda o desestimado la de contrario y no tienen que desalojar la vivienda habitual, o bien no tienen que abonar una determinada cantidad, en fin, que hemos ganado el juicio.

Suelen ser los clientes más necesitados los que te agradecen el trabajo realizado. Lo que en un principio eran recelos y prejuicios al final se convierte en plena confianza.

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