Inicié mi carrera profesional como Abogado hace ya 27 años.
Mis inicios no fueron fáciles, ya que en mi familia no había Abogados. La primera oportunidad que tuve para empezar mi carrera profesional fue en un despacho laboralista. Yo estaba especializada en Dirección de empresas constructoras e inmobiliarias que no tenían mucho que ver con laboral, pero todo era empezar y aprender.
En plena crisis económica de 1992, los casos eran muchos. La mayoría de ellos, despidos. Era duro dar la carta de despido a padres de familia que lloraban en el despacho cuando se la entregabas, sobre todo cuando tenías 23 años. Allí aprendí que el trabajo por cuenta ajena era más inseguro que la profesión liberal, aunque aparentemente no parezca así.
Dos años después decidí emprender y crear mi propio despacho profesional. Dejé el laboral y regresé a “mis viviendas” que era realmente mi vocación.
Cuando emprendes joven y el mundo de tu familia no es el de la Abogacía no es sencillo, pero tampoco imposible.
Es verdad que al principio tu juventud resta, sobre todo si no tienes un respaldo de un compañero o compañera senior detrás, pero cuando realmente te gusta lo que haces, lo suples con más trabajo, estudio, decisión, espíritu de superación y proactividad.
Crear una cartera de clientes es algo que no nos enseñan en la universidad y si nos paramos a pensar, es lo más importante. Si no tenemos clientes no tendremos la oportunidad de aplicar el Derecho y por supuesto no cobraremos.
En la abogacía, los clientes suelen encargar el asunto a aquél abogado/a en quien confían y respetan. Es cierto que ahora, hay personas que se lo dan a aquél que no le cobra o que aparentemente no le va a costar, pero la experiencia nos dice que un Abogado que no se siente motivado no pondrá el mismo interés en el caso que aquél que siente que su trabajo es valorado y la valoración principalmente es económica.
Por lo tanto, si los clientes dan su asunto al abogado en quien confían y respetan, la primera pregunta que nos debemos hacer es:
¿Cómo se consigue la confianza y el respeto de los clientes?
En este momento, al dar respuesta a esta pregunta y ponerla en acción, los abogados iniciamos nuestro camino al Liderazgo.
Los clientes, confían en los Abogados que emplean su tiempo en escucharles, les intentan entender, defienden sus intereses incluso por encima de los suyos. Son generosos, íntegros, honestos, empáticos, leales etc. Por lo tanto, la confianza nace de los valores y el respeto o la “auctoritas” de la coherencia entre los valores que dice tener la persona y su comportamiento real.
Habrá quienes piensen que la afirmación anterior no es válida. Que hay clientes que buscan Abogados que estén dispuestos a tener comportamientos cuanto menos no éticos en pro de conseguir aquello que necesita su cliente. Yo las contestaría que si existen este tipo de clientes, no son merecedores de ser considerados buenos clientes que son lo que necesitamos en una cartera de excelencia.
Por tanto, un abogado en el que confían y al que respetan los clientes, es un líder con capacidad de influencia en la sociedad.
Los Abogados estamos al servicio de la sociedad, por lo que cuando somos Abogados vocacionales nuestra misión o propósito será cumplir con ese servicio que tenemos encomendado. De ahí que la mayoría de los Abogados prestemos servicios pro-bono, estemos en el turno de oficio o no.
Los Abogados para poder desempeñar con excelencia nuestra profesión necesitamos tener inteligencia emocional (saber gestionar las emociones suyas y del cliente), relacional y social. Saber comunicar porque no sólo debemos manejar la oratoria sino también el lenguaje no verbal. Saber escuchar es una de las habilidades más complicadas, pero más efectiva. Tenemos que tomar decisiones, establecer estrategias, ser resilientes, proactivos, gestionar el tiempo, saber hacer Networking, gestionar los cambios y la incertidumbre, tener una actitud constante de aprendizaje, buscar la excelencia en nuestro día a día… En definitiva, son habilidades básicas de liderazgo.
Pocas profesiones necesitan para desempeñarlas eficazmente tantas habilidades como las necesarias en la Abogacía y muy pocos profesionales son capaces de asumir las responsabilidades que contraemos los Abogados sin respaldo de una gran marca.
Poner en valor la profesión de Abogado debería ser una de las misiones más importantes de cada uno de nosotros. Visibilizar el liderazgo de la Abogacía contribuiría a mejorar la marca Abogacía y que el cuestionamiento constante de nuestros honorarios profesionales disminuyera significativamente.
La marca Abogacía se construye entre todos. Todos aportamos a ella. El buen hacer en nuestro día a día y lo bueno o lo malo que digan de nosotros afecta a todos. De eso deberíamos ser conscientes.
Por otra parte, estamos viendo como los jóvenes no están apostando por la Abogacía porque la ven como una profesión que requiere una dedicación y un esfuerzo que no está compensado por el reconocimiento social que actualmente tiene.
En los despachos hay problemas para retener el talento joven, lo que nos debe hacer plantearnos qué cambios debemos afrontar para frenar esta tendencia.
La Abogacía es un elemento clave para sostener el estado de Derecho y sin Abogados suficientes quedará en riesgo la defensa de nuestra democracia y el relevo generacional es esencial.
El compromiso con el liderazgo ayudaría a que la igualdad fuera una realidad. Las Abogadas que desempeñamos la profesión como profesionales liberales tenemos la ventaja que gestionamos nuestras agendas, pero por otro lado tenemos problemas de conciliación a la hora de ser sustituidas en caso de enfermedad o de nuestros hijos. Un embarazo complicado significa no poder trabajar o hacerlo a pesar del riesgo que supone, incluso no poder en muchos casos disfrutar de la baja por maternidad. Entre todos deberíamos dar solución a estas situaciones.
Liderar en la Abogacía es uno de los grandes retos que tenemos cada uno de nosotros para mejorar la marca Abogacía y las Abogadas podemos desempeñar un importante papel impulsando el gran cambio que la profesión necesita.