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28/03/2024. 17:56:16

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¿Cuántos caminos se recorren en tu empresa?

Coach ejecutivo y socio de Activa-t

Uno de los tópicos más comunes que nos encontramos cuando hablamos con personas que tienen equipos a su cargo, es la falta de motivación, implicación y dedicación de sus integrantes. “Hacen lo justo para cubrir el expediente” argumentan unos, “son funcionarios del sector privado, viven acomodados esperando que les den las cosas bien mascaditas” argumentan otros.

Cuatro personas reunidas en una sala escuchando

Con independencia del testimonio dado y las palabras utilizadas, la mayoría de responsables coincide en la dificultad de "mover" a un grupo de personas "acomodadas por naturaleza", e interesadas en el sueldo que van a recibir, en terminar su jornada a su hora y en irse de vacaciones y puentes. "Ante esta situación, lo único que nos queda es mano dura" comentan con resignación. "Es triste que sólo se pongan las pilas cuando sienten el miedo de un despido, una reducción de jornada o un jefe cabreado… aunque sólo les dura unos días… una vez disipado el temor… volvemos a la rutina de siempre" comentan algunos con desesperación y con la sensación de estar luchando contra un muro infranqueable con el que deben aprender a convivir.

Llama la atención, más allá de los casos concretos y los términos y las descripciones utilizadas por las personas con las que hemos hablado de este tema, que las organizaciones tiendan a moverse en una "dualidad" de intereses dispares y contradictorios, que afectan a la salud presente y las opciones futuras de la organización. Para las jefas y los jefes, en un extremo del globo se encuentran ellos y ellas, personas preocupadas por sus organizaciones, dispuestas a sacrificarse por el bien colectivo, y orientadas a la acción, mientras en el otro se encuentran los empleados y las empleadas, personas que solo piensan en ellas mismas, que sólo tienen ojos para ver la forma en que pueden trabajar lo menos posible. Curiosamente, la descripción del panorama cambia cuando los preguntados son los trabajadores y las trabajadoras. Para este colectivo, ellos y ellas son personas que se preocupan por la empresa, que pese a trabajar duro por la misma no reciben ningún reconocimiento, que cuando piden su opinión y la dan, no se les tiene en consideración, que reciben muchas palabras e intenciones, pero pocos hechos y acciones, mientras que los jefes y las jefas son personas sin sensibilidad, que sólo piensan en si mismas, que no escuchan y que ven a las personas que para ellos y ellas trabajan como mano de obra a la que pueden exigir todo y dar nada.

Una misma organización, dos colectivos diferenciados, cuatro realidades identificadas

¿Cómo se ha dado lugar a esta situación? ¿Es posible gestionarla?

Como consecuencia de estas dos "corrientes" aparecen en las empresas dos bandos, que pese a tener los mismos intereses, el bienestar de la organización y el desarrollo y crecimiento del individuo, trabajan bajo perspectivas y ópticas diferentes, visiones dispares de una misma realidad. Si esta diferencia de criterio no se gestiona correctamente, se dará lugar a una polaridad cada vez más extrema de las posturas, acarreando la separación y aislamiento de cada uno de los "bandos", y dificultando de esta forma el máximo aprovechamiento de los recursos y habilidades disponibles en la organización. Se da pues la paradoja de que en lugar de aunar fuerzas por un fin común, se dividen para ganar una batalla interna.

¿Qué es lo que lleva a extremar las posturas?

Imagino que todos aquellos que tienen descendientes, habrán experimentado situaciones extremas con ellos. Recuerdo una escena con una de mis hijas en el momento de ir a la cama. Sus deseos por quedarse jugando un rato más no fueron atendidos, a lo que respondió con una pequeño enfado expresado en forma de llanto suave. Al llegar a la habitación, el suave llanto empezó a poner en peligro el descanso y paz de su hermana menor, que yacía en la cama contigua, por lo que le pedí "amablemente" que parara de llorar… a lo que ella respondió con más virulencia, a lo que yo respondí a su vez con mayor contundencia… así estuvimos un largo rato, poniendo a prueba la paciencia y aguante del otro. En ese momento, mientras me encontraba envuelto en el fragor de batalla, me vino la luz. Decidí dejar de aumentar el tono a lo que curiosamente ella respondió de igual manera. Paulatinamente nos fuimos calmando hasta que los llantos desaparecieron, nos abrazamos, nos besamos, nos dijimos lo mucho que nos queríamos, y contentos y felices nos fuimos a la cama… ella a la suya y yo a la mía, claro!

¿Cuál fue el punto de inflexión?

En mi caso, tomé la decisión de cambiar mi forma de interactuar. No fue fácil, pues una voz interna me repetía una y otra vez que yo era el padre, el que marca las reglas y que si consentía un amotinamiento ahora, se me subirían a las barbas… ¿Dónde había yo aprendido semejante cosa? ¿Qué beneficio me estaban reportando mis creencias en este momento?

Al igual que sucede en el caso que acabamos de comentar, nuestras relaciones en la organización se pueden ir distanciando y radicalizando por no parar y decidir cambiar de actitud y estrategia. Un cambio por otra parte nada fácil, pues supone tener la sensación que nos estamos bajando del burro, que hemos cedido, que nuestra autoridad se ha visto cuestionada y que a partir de ahora nos van a tomar por el pito del sereno.

¿Qué nos aporta este ego? ¿Qué consecuencias tiene para nosotros y nuestra organización?

Sinceramente me hubiera sorprendido mucho que mi hija hubiera tomado la iniciativa de bajar el tono de nuestra "conversación". Era mi responsabilidad reconducir la situación hacia un punto desde el que fuera posible volver a construir. Liderar no es labor sencilla. En ocasiones tenemos que bajarnos un momento del burro, y subir a un árbol alto que nos permita ver hacia dónde nos dirigimos y hacia dónde nos lleva nuestra forma de actuar… y si no nos lleva donde queremos, debemos actuar, aunque no siempre la mejor forma es la más contundente… en ocasiones debemos subirnos nuevamente a nuestro burro, retroceder unos pasos, reencontrarnos con nuestros compañeros de viaje en el punto en que los dejamos, solventar nuestra diferencias, aclarar malos entendidos y emprender nuevamente viaje con las mochilas de la ilusión y las ganas repletas de buenas intenciones.

¿Qué hacer?

Identifica que creencias marcan tu comportamiento y tu forma de interactuar y evalúa si te ayudan a crecer o si te limitan. Si es lo primero, continúa con más fuerza. Ahora bien, si es lo segundo, debes tener las agallas de acallar tu ego, bajarte de tu burro, armarte de paciencia y escuchar y crear un entorno propicio que fomente nuevamente el entendimiento y la construcción conjunta.

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