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20/04/2024. 00:21:29

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La cultura del ejemplo

assistant professor of IESE in the department of managing people in organizations

"Cuanto más grandes son los ideales menores son los obstáculos". (Aristóteles). Nuestras empresas adolecen de la patología de estar hiperdirigidas por visionarios, agentes del cambio y autoritarios. Hace tiempo ya que llegó la hora de reemplazar este paradigma. Para impulsar una cultura en la que prime el aprendizaje constante es preciso que el que hace cabeza se ponga en vez de arriba y al frente, dentro y detrás, como hace un pastor con su rebaño.

Tengo una confianza limitada en una herramienta como la medición para curar la miopía directiva, pero defiendo con Ortega y Gasset la conveniencia de enviciar a la gente para el bien. En cualquier caso, el tratamiento pasa por un empeño decidido de quienes hoy esgrimen el poder y la responsabilidad en las empresas.

La cultura del ejemplo

Como advierte Hill, los directivos han de dejar de preguntarse si están dirigiendo y hacerse una reflexión de mayor calado: "¿estoy creando un entorno en el que otros aprendan a dirigir y liderar?". Si quieren de veras que los futuros directivos confíen en que el deseo de implantar un nuevo modo de hacer, una cultura renovada, supere el puro discurso, los líderes de hoy inexorablemente habrán de dedicar tiempo y esfuerzo al desarrollo de los directivos, comenzando por los mayores; habrán de esmerarse por descubrir qué necesitan aprender y cómo lo van a hacer; habrán de configurar entornos de confianza en los que el esquema "ensayo y error" no signifique acierto a la primera, sino un espacio seguro para aprovechar las oportunidades y apostar por la creatividad y la innovación; y habrán de gestionar con audacia la bipolaridad "rendimientos a corto" versus "aprendizaje y crecimiento personal".

Juan Antonio Pérez López advertía que dar ejemplo y crear negocio era dirigir. Efectivamente, lo que hacen los líderes constituye siempre un mensaje, por eso no hay que elegirlos por lo que piensan, sino por lo que son. Su ejemplaridad consiste en afanarse por ser mejores siendo uno más entre todos, dispuestos a compartir los riesgos y las dificultades. Precisamente así es como pueden los demás aprender las mejores competencias. Aristóteles, que ayudó a que se formase el líder militar más insigne de la Antigüedad, apuntaba que la virtud se contagia cuando el soldado sale beneficiado de la virtud del jefe.

Ese tipo de líderes se distinguen porque conocen el límite de sus fuerzas, piden consejo cuando necesitan rebasar esos límites y saben rectificar. Son audaces porque se creen capaces de alcanzar metas muy exigentes, y magnánimos con las personas, porque piensan que mientras viven pueden seguir creciendo, no les dejan creer que han llegado hasta el final en ningún sentido, ya que pueden y deben llegar a más. Por último, son humildes, pues saben que el líder se demuestra cuando deja de serlo y que el verdadero éxito se contempla desde la tumba.

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